He leído
Crisis Final.
Sigo rescatando tomos de mi pila de lecturas pendientes, con el objetivo de ver si en algún momento consigo ponerme al día, si es que eso es posible. Además, le tenía muchas ganas a esta obra de Morrison, pero estabas esperando el momento adecuado para poder dedicarle el tiempo necesario y asimilar la propuesta del escocés que, como suele ser habitual en él no defrauda en absoluto. Previamente me he leído una grapa que publicó Planeta a modo de
prólogo, que realmente no tiene mayor importancia, salvo para ponerte un poco en situación dentro de la época en la que se publicó esta miniserie, sobre la que pivotan algunos proyectos satélites en los que también están involucrados el propio Morrison y Geoff Johns. No diría que es totalmente imprescindible, pero como curiosidad no está mal y te señala algunos eventos próximos como La Noche más Oscura, Batman RIP o La Legión de los 3 Mundos, así como las etapas de Johns en Green Lantern o en Flash, así como la situación de Wonder Woman en su serie. Quizá la mayor curiosidad es leer la historia de Le Wein de los años setenta, publicada originalmente en
Justice League of America #111, durante la etapa dibujada por Dick Dillin, que es la única aparición hasta el momento de Libra, un villano que es recuperado para la ocasión por Morrison, al que le encanta recatar viejos olvidados. Curiosamente, al final de aquella grapa, Planeta dejaba caer que la historia continuaría en un próximo Clásicos DC: La Liga de la Justicia, que creo que nunca llegó a ver la luz.
A grandes rasgos, y sintetizando mucho, lo primero que puedo decir es que me lo he pasado francamente bien. No solo he disfrutado de la lectura y de la historia que teje el escritor escocés, sino que un vez tengo que quitarme el sombre por su manera de reverenciar al Universo DC en toda su amplitud. La historia es compleja, pero a la vez es bastante accesible. Quizá sea complicado de explicar simplemente con palabras, porque realmente es un tebeo que te hace vibrar. A pesar de los vericuetos argumentales que va trazando el autor, se denota un amor y pasión por los superhéroes, por lo que más allá del tratamiento sesudo de la obra, consigue que conectes con la historia, la lectura se vuelva tremendamente adictiva y te dejes llevar a cada página por un ritmo trepidante. Creo que encuentra un interesante equilibrio entre acción y desarrollo, sin dejar de lado el metalenguaje, las diferentes capas de lectura y todos los recursos habituales de Morrison, sin olvidar el puro entretenimiento. Practicamente estamos ante un ejemplo perfecto de lo que debería ser un evento, cuyas consecuencias trascienden al Universo DC de la aquella época posteriormente, con diferentes ramificaciones. Por otro lado, es otra pieza más del puzle que construye Morrison dentro de su particular visión de este cosmos de ficción. Aquí planta las semillas de lo que más tarde será la maravillosa y algo minusvalorada El Multiverso, así como es una pequeña porción de su etapa al frente del defensor de Gotham, y el siguiente capítulo de Los Siete Soldados de la Victoria. Sin lugar a dudas, aunque se puede leer de forma aislada para poder disfrutarla de todas formas, cobra un mayor sentido en ese tapiz general do lo que podríamos llamar el Universo DC según Grant Morrison, que no deja de ser otra cosa que un sentido homenaje a este cosmos de ficción y una clase magistral de como el género de superhéroes siempre puede evolucionar si se tiene el talento suficiente para ello. Y no me cabe la menor duda de que Morrison tiene talento de sobra, como ha demostrado en muchas ocasiones. Para mí, el mejor escritor del cómic mainstream americano de la actualidad, sin demasiada competencia y pisándole los talones a Alan Moore, no solo en calidad, sino también en la repercusión de su obra dentro del género.
A pesar de que la miniserie en sí misma se puede disfrutar, uno de los aspectos destacables es que estamos ante una obra sumamente referencial. Quizá lo más evidente es el reconocimiento y homenaje a la obra de Kirby durante su trayectoria en la compañía. De hecho, la base de la historia no es más la arquetípica lucha entre el bien y el mal, pero con la particularidad de que en esta ocasión, el mal ha triunfado, por lo que ahora queda aportar luz a la oscuridad. Esta síntesis se aplicaría al Cuarto Mundo del Rey, que enraizaba con su pasión por lo cósmico, la reflexión existencial y la existencia de Dios o de dioses, a su particular manera, algo que viene de lejos y que arrancaría con una de sus primeras creaciones de gran importancia: Galactus. Morrison viene a dar una pequeña vuelta de tuerca al tema, partiendo de la posibilidad de que Darkseid ha conseguido ganar su guerra contra Nueva Génesis y Nuevos Dioses están muriendo. Aquí se centrará en el asesinato de Orión, punto de partida de la historia, tras ser encontrado su cadáver por Dan Turpin, un veterano jubilado que ahora es detective privado, mientras anda tras la pista de un secuestrador de niños. Jim Starlin ampliaría más todo este tema en el tomo
La Muerte de los Nuevos Dioses, que está íntimamente relacionado con lo que sucede aquí. A mí me gustó mucho en su día y creo que era un buen colofón para la obra de Kirby, bajo un respeto absoluto por el Rey y su gran aportación a DC Comics. No sé si ahora cambiaría de opinión, ya que la leí hace mucho, quién sabe.
La referencia a la obra de Kirby incluye al personaje Kamandi, que tiene solo un pequeño cameo, pero también atañe a algunas del as razas de su mundo. Las alusiones al número clásico de la JLA también son continuas, como la repetición al inicio de esa alianza que pretende forjar Libra con los villanos, para evitar que los héroes sigan derrotándolos por separado, incluso se repiten algunos miembros de la historia original, o las aviesas intenciones del propio Libra, que oculta a sus nuevos socios. Aunque el Hombre Tatuado tendrá un papel ligeramente diferente, en un ejercicio de redención, propia de otra época. Pero lo realmente interesante es como personajes que aparecen de fondo, alguien se acuerda de cierto conejo, o forman parte de un inmenso grupo para evitar la destrucción del Multiverso, ocultan toda una historia detrás que se desgrana en los extras, y que se verifica más tarde en El Multiverso. También está la creación de los héroes japoneses que no solo son una versión oriental de la JLA, sino que representan una crítica velada a la sociedad superficial donde la estética lo es todo, como esa obsesión por los
reality shows, que de alguna forma ha marcado a toda una nueva generación de televidentes. Además, estos héroes orientales basan en parte su estética en una combinación del manga, el fetichismo y la moda de los noventa, aunque no sabría decir sino como crítica o como simple guiño. Desde luego, no deja de ser curioso.
Pero si hay algo por lo que se caracteriza la obra de Morrison es por su profundidad y por la capacidad de plantear reflexiones a través de dobles lecturas. La lucha entre el bien y el mal, la luz contra la oscuridad, es solo una base. A partir de ahí construye una historia que hunde sus raíces en la crítica la sociedad moderna, estableciendo un apocalipsis que parte del control de toda Internet. Quizá un mensaje subliminal sobre la dependencia de una herramienta que se ha colado en nuestras vidas convirtiéndose en algo realmente imprescindible, casi como el comer o el respirar. Además, la incursión de las hordas de Darkseid se producen al más puro estilo de La invasión de los Ultracuerpos, poseyendo a toda la humanidad, que es controlada por la Ecuación de la antivida, ese concepto que pergeñó Kirby, pero que nunca le llegó a dar un uso demasiado adecuado. Morrison da una vuelta de tuerca más aún si cabe y lo convierte en la herramienta que podría significar el fin del mundo tal y como lo conocemos, que solo puede ser contrarrestada por su contrapartida: la Ecuación de la Vida. Y ahí, de nuevo, tenemos la reflexión existencial del autor sobre dos aspectos que de alguna forma persiguen al ser humano durante toda su existencia, aunque en el mundo de los superhéroes, la muerte esté plagada de puertas giratorias. Pero Morrison es un auténtico maestro, y a pesar de estar tocando temas a priori tan sencillos como básicos, sabe revestirlos de la sofisticación adecuada para convertirlos en una historia de calidad que no atente a la inteligencia del lector. Se nota que tiene un cariño especial por el género, pero también que es capaz de ir un paso más allá que la mayoría de los autores y tratar los temas con profundidad para evitar caer en un pozo estanco, gracias a ese talento innato que sigue demostrando una y otra vez.
Sinceramente, no quiero desvelar nada de la trama, porque creo que merece la pena ir descubriéndola poco a poco. Si acaso destacar el estilo narrativo que imprime el autor, donde los pequeños detalles cuentas. Elementos que parecen inconexos toman forma muchas páginas después, atando cabos hasta dar como resultado una historia redonda y sin fisuras. Con el añadido de que forma parte de un universo de ficción que no ignora en ningún momento, haciéndose eco de la continuidad cuando es necesario, demostrando que cuando se sabe lo que se está haciendo y se conoce a los personajes que uno escribe, se puede hacer bien, sin dar patadas innecesarias a la continuidad. De hecho, se puede uno permitir el lujo de escribir algo que casi podríamos denominar como la “Biblia DC”, retrotrayéndonos al comienzo de la humanidad y estableciendo paralelismos entre la importancia del descubrimiento del fuego para el homínido y el fuego de la divinidad. También es capaz de matar a uno de los grandes personajes del Universo DC y pasarle el testigo a Peter Tomasi para que nos deje un sentido y honorable testamento de su vida. Bajo mi punto de vista, esta es la forma adecuada de hacer algo que, aunque ya no tiene el impacto de otras épocas, al menos busca emocionar al lector, algo que realmente consigue con creces. Después está la forma coral de afrontar el proyecto, con multitud de personajes implicados y que en su conjunto consiguen construir una apasionante y sólida historia. Sencillamente maravilloso. Cabría destacar la miniserie de dos números protagonizada por Superman, que me parece una pequeña joya en sí misma, donde podemos ver al Morrison más inspirado, con una prosa sublime. Y esa es otra semilla de su posterior Multiverso.
El apartado gráfico cuenta con J. G. Jones, un dibujante que a mí me gusta mucho, aunque entre tantas página ha necesitado la colaboración de los españoles Carlos Pacheco y Rafa Marín, o la presencia ocasional de Doug Mahnke. La verdad es que todo el mundo ha querido imitar a Jones, unos con más suerte que otros, pero eso ha permitido que el magnífico guion de Morrison cuente con una estética equilibrada y sólida, algo que se agradece en una obra de estas características. El mejor de todos, para mí al menos, es Jones, así como Williams III que también hace alguna cosilla por ahí. El resto hacen lo que pueden, no están mal, consiguen no estorbar demasiado y con eso creo que es suficiente. Desde luego, la obra se disfruta en todos los aspectos, lo cual ya es reseñable en los tiempos que corren y con la mala suerte que suele tener el escocés con sus dibujantes. Un gran tebeo y una lectura muy recomendable.
En esta ocasión he leído la edición de ECC con un tomo al que no le puedo poner muchas pegas. Desde luego, los recopilatorios de esta editorial son sólidos y transmiten robustez, que tampoco es nada desdeñable últimamente. Sigo echando en falta unos índices de contenidos más detallados y no los esperpentos que se pueden ver en las ediciones de los cómics de DC en nuestro país, que parece hecho corriendo y a última hora, cuando no se omiten directamente. No termino de entender el porqué de esa despreocupación sobre un elemento que debería ser tan importante como otro cualquiera de la edición de un cómic, más aún si cabe si es un recopilatorio de estas características. Supongo que es una batalla perdida, al menos hay un prólogo, aunque sea de la edición americana. En definitiva, una miniserie que me ha gustado mucho y que supone otra de las piezas clave de Morrison durante su dilatada estancia en DC Comics, demostrando qué él sí es un arquitecto de un universo de ficción, un título que le viene muy grande a otros muchos guionistas. Esta es Crisis Final, pero al fin y al cabo no deja de ser un nuevo principio en el que la luz vence a la oscuridad para dar paso a un nuevo tiempo de esperanza. Sin duda, la rebuscada forma que tiene Morrison de decirnos que ningún mal es eterno y que tras la tempestad viene la calma; o lo que es lo mismo que toda crisis tiene su final. Ahora solo falta que se cumpla su predicción.