He leído
Clásicos DC: Superman y Wonder Woman en homenaje a Gene Colan.
Tengo que reconocer que me ha costado horrores meterme en la lectura, aunque creo que ha sido más fallo mío que de las historias en sí. No obstante, mi valoración final es bastante positiva y me ha parecido un tomo bastante interesante en muchos aspectos.
El formato y la edición son magníficos. La encuadernación parece a prueba de bombas, la calidad del papel y su reproducción es muy buena. No me extraña que costara en su momento 40€, que para las poco más de cuatrocientas cincuenta páginas es una auténtica pasada. Dios bendiga el mercado de segunda mano para estas cosas.
El tomo consta de dos partes perfectamente diferenciadas. La primera de ellas recoge una miniserie titulada
The Phantom Zone. Para más detalles, leer la estupenda reseña de
Morgan aquí, que es una lástima que no concluyera.
Difiero ligeramente con las apreciaciones del compañero, básicamente porque, pese al buen trabajo de Steve Gerber, me parece haberle visto cosas mucho mejores en la Marvel clásica. Además, aunque estamos en 1982, las historias recopiladas en este tomo parecen concebidas en la década anterior. Si miramos cualquier colección de esa época en Marvel, me parecen historias con más trasfondo y con una lectura más dinámica y menos densa. La miniserie está bien, tiene la línea del autor, pero en mi opinión le falta algo de chispa. Incluso me da la sensación de que la larga extensión de cada episodio, más de treinta páginas, juega en su contra. Esto es algo que siempre he pensado de la DC clásica con sus 25 o 26 páginas por número USA y su manía de dividirlo en capítulos. Sin embargo, también me ha parecido destacable la habilidad del autor para mostrar a un gran número de personajes del Universo DC con mucha coherencia. Y muy bien retratados. El tratamiento de los personajes y el entorno de Superman me ha parecido uno de los aspectos más positivos de toda la miniserie.
En cuanto al dibujo de Colan, me ha gustado mucho. Incluso diría que el entintado de Tony DeZuñiga le beneficia bastante, ya que es un entintador muy prolífico en los detalles. Quizá enmascara un poco la fuerza de los lápices del maestro, pero se gana en expresividad y en ambientación. No solo me parece un buen trabajo, bastante bueno para la media, sino que me ha dejado con muchas ganas de ver que hizo el autor en Batman, un personaje cuyas apariciones reflejan lo bien que encaja con el autor y lo bien que lo representa. A ver si ECC se anima y publica el Batman de Gene Colan algún día.
La segunda parte del tomo, alberga la etapa del dibujante frente a la colección de Wonder Woman. Aunque, según parece, la editorial decidió prescindir de dos números por la imposibilidad de encontrar los materiales y de ofrecer un producto de calidad acorde con el formato, e imagino que con el precio. Hace un poco de gracia leer esas explicaciones en un artículo, cuando te han colado escaneados en muchas de sus publicaciones, algunas de esta misma línea. Aún así, es de agradecer que de vez en cuando tomaran decisiones acertadas y esta diría que es una de ellas. Igual que la inclusión de varios artículos, que a diferencia de otros tomos de esta línea o carecían de ellos o eran insuficientes. Creo que es el tomo más redondo de todos los que publicaron, de los cuatro que han acabado en mi poder.
La etapa de Wonder Woman está escrita, en su mayor parte por Roy Thomas. Y es que este tomo parece el refugio de los autores que huyeron de Marvel y su dictatorial Shooter. Sin embargo, Thomas no escribe demasiados números en solitario. Casi siempre le acompaña algún autor como Paul Kupperberg, Paul Levitz o Dan Whiskin, que será el que lo sustituya en la parte final del tomo. Incluso tendremos algún número escrito pro Marv Wolfman. Lo dicho: los evadidos de Marvel.
En esta parte habría que destacar varios aspectos, ya que el personaje preCrisis es ligeramente diferente al que conocemos actualmente y que hunde sus raíces en la reinterpretación que hizo de él George Pérez. Por ejemplo, no puede volar, salvo por la asistencia de su avión invisible controlado mentalmente, aunque hay ocasiones que es imposible afirmar lo contrario. También tiene una identidad secreta que proteger. Es capitán de la USAF, la fuerza aérea estadounidense, bajo el nombre de Diana Prince. Y sus cambios de vestimenta los hace gracias al lazo mágico. Esto nos lleva situaciones un pelín absurdas que a veces nos obligan a abusar de la suspensión de la realidad. Además, este recurso genera una serie de personajes secundarios que más que un medio para desarrollar al personaje es un estorbo. Tenemos a un general que se siente atraído por Diana, una compañera de piso que también es compañera de trabajo, un casero que es senador, y el eterno novio, Steve Trevor, otro militar de la misma unidad. Aquí tendríamos un triángulo amoroso con el que haría las delicias Stan Lee y que es similar al de Thor y Jane Foster, ya que en realidad no son tres, sino dos personas, aunque una tenga dos identidades.
Thomas, como buen conocedor del personaje, sabe explotar muy bien la combinación de la vertiente mitológica con la superheroica. Tras situar sobre el pecho de Wonder Woman el característico emblema de la W, su primera creación es Cisne Plateado, una mujer poco agraciada físicamente que recibe poderes de Ares, el dios de la guerra para que mate a la amazona. La historia narrada en dos números USA presenta diferentes puntos de interés, como el tratamiento de la trivialidad social ante estética. Los guapos triunfan, mientras los feos caen en el ostracismo y son desplazados socialmente. No sé muy bien si es una crítica social o una reflexión con moraleja, pero me ha parecido un concepto tratado con bastante profundidad. Y no es el único, ya que podemos observar como la colección de Wonder Woman es una apología constante al feminismo. No solo por el hecho de que el personaje sea una mujer que desempeña su papel en un mundo de hombres, sino porque en la mayoría de las ocasiones solo se rodea de mujeres para afrontar los problemas; un ejemplo perfecto de ello lo podemos ver en la historia en tres partes titulada “Juicio en el espacio”. En ella, un alienígena llamado el Juez llega a la Tierra para juzgarla utilizando a los cuatro jinetes del Apocalipsis. El juicio afecta a las diferentes realidades alternativas del Universo DC, por lo que Diana le pide ayuda a la JLA. La ayuda vendrá de la mano de Canario Negro, Supergirl y Zatanna, a los que se irán añadiendo Lois Lane, la Dama Fantasma, la Cazadora, Madame Xanadú, etc… Todos ellos personajes femeninos de las diferentes realidades que pueden acabar siendo destruidas.
Pero aparte del protagonismo meramente femenino, la inclusión de Isla Paraíso y sus habitantes añade un poco más de la eterna lucha de géneros al ya de por sí recargado concepto de heroína en pro de la igualdad. Casi me atrevería a decir que estamos ante una colección escrita y pensada para que la lean principalmente mujeres.
La verdad es que pese a lo que pueda parecer, la mayoría de las historias son bastante entretenidas. Si bien es cierto que el excesivo número de páginas en cada número y la proliferación de textos que, de alguna forma, ralentizan la fluidez de la lectura, ofrecen un contrapunto negativo, la utilización de la mitología griega y lo interesante de algunos conceptos aportan algo positivo. Poco a poco, con la reducción de páginas por número y un Gene Colan cada vez más desatado narrativamente hablando, la lectura se vuelve más fluida y el entretenimiento es aún mayor.
Me sorprende ver un trabajo del dibujante en el que las mujeres ofrecen cierta sensualidad. Aunque donde realmente destaca el maestro es en la narrativa y en la forma en la mueve la figura. También es cierto que se le nota un poco la edad, había superado ya los sesenta años, por lo que hay un poco de irregularidad, pero hay páginas francamente geniales. Y seguía siendo un maestro en el claro oscuro. A pesar de su polivalencia, se le nota mucho más cómodo en aquellas historias en la que el villano está cercano al género del terror y los ambientes son más sórdidos. Pero en líneas generales, es una gran trabajo de un magnífico dibujante que, incluso a esa edad, es capaz de dejarnos escenas para el recuerdo. Solo por eso, y para los aficionados al arte de Colan, creo que ya merece la pena leer esta etapa.
Como ya he dicho antes, a mí me sorprende mucho que estos tebeos sean de 1982. La sencillez de las tramas es increíble. Pese a algunos conceptos de cierta profundidad y algunos elementos interesantes, las tramas están bastante esquematizadas. Si bien es cierto que no hay un episodio autoconclusivo, las subtramas brillan por su ausencia. Hay temas que tímidamente parecen querer adquirir ese concepto, pero es algo meramente testimonial. Una viñeta aislada, un comentario, poco más. Es cierto que son ideas que se lanzan y se retoman después, pero las historias siempre están muy centradas en la trama central, no deja espacios para ese recurso típico de una serialización tan habitual en la Marvel de los setenta. Quizá sea una de las cosas que más hecho en falta de esta época de DC.
Mi conclusión final es que estamos ante un tomo interesante con sus cosas buenas y sus cosas malas, que quizá sea de mayor interés a un fan incondicional del autor o de los personajes, más que por el valor cualitativo de las historias en sí. Yo he pasado momentos francamente divertidos, otros quizá no tanto, pero me ha parecido una lectura satisfactoria. Quizá no sea una lectura tan
hard core como otras de la línea, véase Aquaman, pero si hay que tener muy en cuenta lo comentado más arriba por si alguien se quiere acercar a este tomo.