El diamante de Moonfleet
Antes de meterme en harina estoy obligado a confesar que esta es la primera vez que hago una reseña. No ya únicamente en este tema, sino en la página del foro en sí, así que como dice el dicho, siempre hay primera vez para todo, lo que no quita mi nerviosismo a la hora de pifiarla. No cuento las lecturas del club mutante. Eso sería un poquitín tramposo, pues lo hacemos entre todos ayudándonos y resolviéndonos dudas mutuas, siempre bajo la capa protectora de System. Sin más, vamos al tema.
No conocía de nada este libro, hasta que lo descubrí el año pasado. Raro en mí, pues habré visto la película que adapta esta historia a lo sumo media docena de veces, la hoy mítica Los contrabandistas de Moonfleet, seguro que Malkav la conoce bien y le gusta lo suyo. Largometraje que me parece emocionante aunque no le quito ni un ápice de oscuridad. Yo achaco esto a que su director es un magistral Fritz Lang, quien, pese a su edad (pues la película se llevó a cabo y estrenó a mediados de los años cincuenta, época en la que el director alemán ya era una vieja gloria en Hollywood con más de sesenta años a sus espaldas) rueda una de sus películas para mí más inolvidables en la historia del cine estadounidense.
La novela está escrita por John Meade Falkner, autor de quien yo no sabía su existencia. Se trata de un británico que vivió a caballo entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, llegando a ostentar un puesto como gerifalte en una reputada empresa armamentística durante la Gran Guerra. Su otra obra más conocida a nivel europeo/occidental, es posiblemente El stradivarius perdido, la cual tengo entendido que es una novela del género de "horror gótico". Puede que algún forero mucho más experto en estas lindes sepa contarnos alguna que otra cosa y poner más ejemplos de este calibre, yo no puedo porque no lo conozco salvo por los autores más básicos de dicho período: Bram Stoker, Mary Shelley, Gustavo Adolfo Bécquer...
La obra, al igual que La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, está narrada en primera persona. Y al igual que si se tratase de un diario escrito por alguien ya entrado en años, el protagonista de dicha narración es un adolescente. Bien es verdad que la historia que protagoniza Jim Hawkins, sigue un proceso lineal que dura algo menos de seis o quizá cinco meses, puede que menos, desde que conoce al capitán Billy Bones en la posada del Almirante Benbow hasta que abandonan la isla cargados de tesoros. En cambio, aquí acompañamos a John Trenchard, el susodicho zagal, viviendo con él sus aventuras a través de los años, llegando a descubrir como crece, aunque se trate de un libro absurdamente corto una vez nos sumergimos en él, pues en determinados capítulos, el autor desarrolla en un párrafo algo que puede pasar en once o doce semanas, lo cual tampoco tiene que ser malo cuando no hay demasiado de qué hablar, como ocurre en un fragmento en el que el protagonista se está recuperando de una herida en una pierna y poco a poco tiene que pasar un tiempo hasta que vuelva a estar completamente curado.
Se trata de un viaje del héroe al uso pero también es un camino de descubrimientos y de pérdida de la inocencia, que en alguna ocasión lleva a la desesperación de nuestro narrador. La historia comienza en el año 1757. John es un joven huérfano que vive en el condado de Dorset con su tía, en el (ficticio) pueblo de Moonfleet. Su pariente es una mujer de moral inflexible y estrictamente devota, mientras que el chico fantasea con historias de piratas sedientos de sangre, náufragos frente a la bahía y fortunas hundidas en el profundo azul. Curiosamente, los principales amigos de John son un hombre que se dedica a arreglar las tumbas de la villa, el sacristán Ratsey, y el párroco del lugar, el reverendo Glennie, no teniendo relación con los chicos de su edad. Por todos es sabido en el pueblo que el dueño de la taberna, es un afamado contrabandista, el misterioso Elzevir Block, quien acaba de perder a su hijo nada más empezar el libro, a manos de los alguaciles a las órdenes del cruel magistrado Maskew, un ruin hombre de leyes que masacra a sus vecinos con abusivos impuestos y malos tratos, valiéndose de su poder para enviar al presidio o incluso a la horca a cualquier pobre diablo que le resulte sospechoso de contrabandear por las costas de Moonfleet.
Poco a poco, John comienza a acercarse al solitario Elzevir, viendo en dicho hombre un referente pese a las continuas advertencias de su tía, quien le echa en cara que terminará muriendo de mala manera, igual que le ocurrió a su padre, en caso de no seguir un sendero recto y virtuoso. Y como el protagonista es un niño, hace las locuras propias de uno. Se obsesiona con la leyenda de un diamante que robó al rey Carlos I un pirata llamado John Mohune (curiosamente apodado Barbanegra, quien en la vida real no era otro que Edward Teach), filibustero inglés enterrado en una cripta bajo la iglesia de Moonfleet. A partir de este punto, la novela se convierte en un carrusel de aventuras al que nos subimos de la mano de John y más adelante y como nos terminamos imaginando desde el principio, acompañados también por Elzevir, como si fuera un Long John Silver mucho más honrado que el legendario cocinero. Naturalmente hay un componente amoroso (la joven y dulce Grace, quien tiene el don de la oportunidad, siendo la bondad personificada dentro del libro, y quizá la auténtica conciencia del protagonista), además de peleas, persecuciones, traiciones, dramas y cierto toque fantasmal en alguna ocasión muy puntual. Hay un viaje en barco y una travesía. La importancia del agua parece representar continuamente la vida y la muerte. Existe una ida y un retorno que nos hace pensar en un círculo cerrado, una búsqueda que el protagonista emprende para volver a donde todo comenzó, con sus ilusiones y sus sueños.
También estoy obligado a decir que no se parece casi nada a la película. Puede que Margaret Fitts y Jan Lustig, los guionistas de Lang, prefiriesen ir por otro camino, aunque no es un libro excesivamente complejo. Y eso es bueno para la película, y hasta me atrevería a decir que original, porque bien mirado el film podría verse tranquilamente como otra historia diferente pero que juega a vivir en el mismo universo que la novela, cogiendo a los personajes y haciéndoles partícipes de otra historia con otros protagonistas distintos e inventados.
En conclusión, una obra fresca y moderna pese a ser de 1898. Con guiños a Stevenson, Dumas o incluso Conrad. Una alabanza a la amistad y a la aventura añeja. No dejéis pasar la ocasión si dais con ella de la manera que sea. ¡Nada que añadir!