He leído Satélite Sam.
Se trata, como muchos ya sabrán, de la obra realizada por el guionista Matt Fraction y la leyenda del cómic Howard Chaykin, recopilada no hace mucho por la editorial Dolmen, en otro de sus mamotretos a los que nos viene acostumbrando en los últimos tiempos. Mi sensación general es un poco extraña y complicada de explicar, porque creo que el cómic cumple con su principal objetivo, que no es otro que no dejar al lector indiferente y transmitir ciertas sensaciones, además de intentar sacar a la luz ciertos aspectos de la historia profunda de la cultura popular estadounidense. No obstante, como historia de ficción, yo la veo mal enfocada y mal desarrollada. Esto no quiere decir necesariamente que sea una mala historia, sino que en mi opinión no está bien ejecutada narrativamente, puede resultar algo densa en ocasiones, pero a la vez también puede resultar una lectura interesante, por el retrato social que hace del lado más oscuro de los años cincuenta. Yo la definiría como una versión en Serie B de la magnífica "The Fade Out", sin que por ello deba ser algo descalificativo, ni negativo, porque posíblemente los propios autores se enorgullezcan de ese viaje a la sordidez y la provocación, o esa forma de desnudar el alma humana en beneficio de la depravación y la necesidad de dejarse llevar por sus más bajos instintos. Es por ello, que esta extraña dicotomía me ha dejado la sensación de que estamos ante un tebeo dificil de calificar, pero que también resulta demasiado banal ceñirse al tópico de si es malo o bueno, porque también me ha dado que la propia historia ha tomado vida en manos de los autores, tomando la dirección que ha querido, sin importar ciertos aspectos o el correcto desarrollo de algunos conceptos. Tanto es así, que llegado a cierto punto, el lector solo acaba interesado en ver si el protagonista consigue tirarse a la siguiente mujer voluptuosa que aparece en escena, o si por fin consigue alcanzar uno de sus mayores anhelos con otro de los personajes de la trama. Prácticamente como ese deseo, absurdo o no, de esperar a ver como se desnudan los personajes de una película porno y se ponen manos a la obra. Algo muy similar, pero trasladado al cómic.
La trama gira en torno a Satélite Sam, un programa infantil televisivo de los años cuarenta, inspirado en otros seriales similares de la época que los historiadores apuntan como los precedentes a Star Trek. El protagonista principal aparece muerto en su cama, siendo descubierto por su propio hijo, el cual queda sorprendido al descubrir que su progenitor escondía un enorme secreto, de tintes sensacionalistas. En su poder, y repartidas por la habitación se encuentran una multitud de fotos de mujeres con ropa interior con las que presumiblemente mantuvo relaciones sexuales. Esto le llevará a investigar esas identidades, y a intentar experimentar con ellas o con prostitutas y actrices del estudio en busca de sensaciones similares a las que transmiten las imágenes captadas por las fotografías. De ese modo, acaba en un espiral de sexo y alcohol, que nos servirá para conocer la visión de los autores de la noche de aquella época entre los ricos y famosos. Sin embargo, y como decía la principio, la obra parte de un concepto propio del género negro, donde parece que el eje central será descubrir el asesinato y a su vez desvelar sus más turbios secretos, los cuales enlazan con algunas conspiraciones políticas. Pero todo esto se acaba diluyendo, los personajes cobran vida propia y se dejan llevar por sus más bajos instintos, por lo que al final todo se reduce a un drama humano de tintes sórdido y sexuales en un contexto histórico donde hay racismo y homofobia, pero que es ocultado por los medios de comunicación en beneficio de la salud de los televidentes y los dueños de las cadenas. Y ese es quizá el principal mensaje que pretenden dar los autores, profundizar un poco en ese lado oscuro del mundo de la televisión de los años cuarenta y poner un especial énfasis en como una generación que creció pegada al televisor era engañada por aquellos a los que de algún modo idolatraban. Un mensaje claro, provocador, y sin ambages, que me parece muy interesante, ya que de alguna forma lo que debería ser el trasfondo de una historia cobra vida para alzarse con el protagonismo de la misma, tomando la primera línea.
Ya digo que es tremendamente dificil, o al menos a mí me lo resulta, forjarse una única opinión de un volumen que presenta muchas perspectivas distintas. Si nos ceñimos a un análisis de la historia, a mí me parece todo un desastre con una narrativa confusa en ocasiones, saltos temporales sin demasiado sentido y una trama que se estanca durante más páginas de las deseadas. El planteamiento inicial acaba totalmente diluido, con un protagonista que acaba más centrado en tirase a todo lo que se menea que en cualquier otra cosa, llegando a un punto de obsesión malsana. A esto habría que añadir algunas subtramas protagonizadas por otros personajes que parecen querer darnos alguna clase magistral sobre historia de la televisión y como son los orígenes de un negocio que acabaría transformándose con el paso del tiempo y los cambios tecnológicos. Sin embrago, lo que técnicamente podríamos calificar como una estructura fallida y un desarrollo de los personajes carente de interés en mayor medida, consigue transmitir muchas sensaciones. Quizá el desarrollo de los personajes no es muy bueno, pero sí lo es su caracterización, perfilando a unos hombres y mujeres capaces de internarse en un mundo lascivo y visceral por distintos tipos de motivaciones, retratando una sociedad en un contexto histórico después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Personas ricas y famosas que no tienen escrúpulos en abrazar una vida de desenfreno tras una época marcada por las restricciones y con la capacidad de ocultar cualquier escándalo o crimen gracias al dinero y la influencia. Todo esto es, quizá, lo que realmente convierte esta lectura en algo muy interesante, pese a que la trama se vuelva algo camaleónica y espesa, como si hubiese perdido el rumbo inicial. Y es que realmente lo pierde, pero al final tampoco es que importe demasiado.
Por otra parte, yo creo que la mayor calidad de esta obra reside en el apartado artístico, con un Howard Chaykin muy acertado. Se le nota que está muy a gusto con esta obra, la cual le viene como anillo al dedo, todo hay que decirlo. Su capacidad para mostrar el erotismo, o el porno, así como su dedicación a la lencería femenina toman aquí rienda suelta en todo su esplendor. Si ben es cierto que en los últimos tiempos el autor muestra un trazo grueso algo desgarbado, aquí se luce especialmente con la silueta femenina. Por un lado, consigue trasladar a las viñetas esa oscuridad propia de la sordidez de la trama, así como ese aire de provocación que lo hizo tan famosos en algunas de sus célebres obras más personales. Por otro, deja en el papel parte de su malhumorado carácter y de su aversión hacia el género humano, algo que él mismo confirma en su charla final con Fraction. Esto provoca que su arte transmita muchas sensaciones diferentes en cada escena. El erotismo, la sensualidad y la lascivia son quizá los más palpables, buscando esa conexión emocional o excitación con el lector, pero también nos hace percibir muy bien como los personajes tocan fondo por el consumo de alcohol o de las drogas, o simplemente por sus propias obsesiones. Para mí no es un autor perfecto, y su obra más reciente nunca me ha terminado de gustar demasiado, pero hay que reconocer que aquí lo hace francamente bien, consiguiendo que sus defectos estén por debajo de su virtudes, ofreciendo un apartado gráfico perfecto para el tono que imprime Fraction a la obra.
En definitiva, estas son algunas de mis impresiones sobre esta lectura, que con sus defectos y sus virtudes creo que tiene un interesante éxito al conseguir aquello que realmente pretende, algo que no todas las historias lo consiguen. Si bien es cierto que el camino que escoge es tortuoso y no particularmente acertado en su desarrollo, tiene otros aspectos que quizá acaben supliendo esos defectos. Lo que está claro es que no es un tebeo que vaya a dejar indiferente a nadie, y solo por eso ya me parece una obra particularmente interesante, sobre todo cuando es capaz de transmitir una variedad de sensaciones tan diferentes. También debo decir que no es una lectura que recomendaría alegremente, porque creo que tiene un público muy concreto, incluso yo soy incapaz decir si me ha gustado mucho o poco, o directamente nada. Es un auténtico experimento que tiene su interés, pero no es para un público generalista, desde luego. Es un tebeo independiente ne toda regla, con lo bueno y lo malo que conlleva ese concepto. Sea como sea, y toméis la decisión que toméis, sed bienvenidos una semana más a nuestro programa semanal Satélite Sam, donde la verdadera acción tiene lugar en los camerinos...