No soy muy de poesía pero a mí me gustó.
Muchas gracias por tus palabras.
Hay un par de imágenes con mucha fuerza, aunque también un exceso de sinestesias.
La ruptura del lenguaje a veces me parece excesiva.
Gracias por la crítica, Essex.
No me había dado mucha cuenta con el tema de las sinestesias, la verdad. Ahora que lo dices, lo veo mucho en mis poemas.
Ahora no sé si pasar algún poema más... Bueno, me animo y si creéis que molesto aquí me lo decís.
CONGOJA DE NIDOS DESIERTOS
A esa posada que solo hospeda libros sin palabras,
a esa catedral sin vientos ni puertas ni corazón,
a este salmo sin causa que hiere el alma:
tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo.
Temo el diccionario al que han enterrado en mi nicho,
las tempestades galopantes que percuten en mi oquedad,
el tartamudeo de las grietas en el cristal.
Mi pesadilla, ignorante, me acoge en un ataúd de rejas.
Soy copa para los tifones que siembra la noche,
y chillo como un sol hundiéndose en féretros de arcilla,
pero es despertar y vuelvo a estar dormido
y los relojes se burlan de mi vagar ausente.
Mi pesadilla, urgente, aureola de ácido mis mejillas.
Aullidos trazan rubor en el amanecer
y yo, sin saliva ni foco cartografío el averno,
donde se debaten los pronombres contra las fronteras de la oración.
Mi pesadilla, recurrente, sazona esquirlas de diamante en mis sienes.
Leo en forma de soneto la verdad del pentágono,
y alrededor cruzan trenes sobre chispas y relámpagos,
y pacen toros sin cuernos Europas inexistentes.
Mi pesadilla, demente, sueña con espejos y cartas sin destinatario.
Atisbo una vitrina y detrás…¿algo?
Es una incertidumbre opaca, como el sustrato de los ojos.
¿Realmente veo, o soy tuerto en tierra de cuevas?
Mi pesadilla, presente en su ausencia, hace cubertería de mis falanges.
Ya no sé ni qué es ficción ni geometría ni verdad.
Sólo soy un náufrago remando en un nido de raíces,
creyendo divisar el horizonte en una aguja.
Solo la pesadilla me mira a los ojos, y cuando lo hace sólo afirmo:
“¡Ya vuelve a amanecer!”