Sinopsis:El sargento Furia regresa de una cita con Pamela Hawley cuando se encuentra con el recién incorporado comando Percival Pinkerton. El resto de los Aulladores ven a su sargento, pero no están seguros de que sea él, por no llevar la ropa de faena. Al pasar con el jeep confirman sus sospechas, pero también lo llenan de barro por accidente, teniendo que huir para evitar la bronca. Poco después, "Rebelde" Ralston avisa al sargento de que el capitán lo anda buscando. El General Durstine y el Capitán "Happy" Sawyer envían al Sargento Furia y sus Comandos Aulladores a capturar a Adolf Hitler. Ayudados por un miembro de la resistencia llegan a Berlín, pero son reconocidos por el Barón Strucker, que les captura a todos excepto a Furia y a Izzy Cohen. Posteriormente, Furia le captura y le utiliza para ponerle una trampa a Hitler llevándolo a la ejecución de los Aulladores capturados. Izzy y el agente de la resistencia les liberan. Entre todos consiguen llevarse a Hitler gracias al sacrificio del agente, que protege su entrada al aeroplano que les recoge. De vuelta a la base, se revela que han capturado a un doble de Hitler. El General Dustine revela que ya lo suponían pero nunca habían podido probar que Hitler utilizara dobles y esta prueba supone una gran victoria propagandística.
Edición española:
Marvel Limited Edition Sargento Furia: ¡Siete contra los nazis!Datos importantes:
- El regreso de Pamela Hawley a la colección establece una incipiente relación entre ella y Furia, que se seguirá desarrollando en posteriores números de la colección.
-La misión de raptar a Hitler sirve para traer un tema histórico a la serie, ya que se sospecha que el führer tenía varios dobles para evitar ser secuestrado o asesinado en algunas de sus apariciones públicas.
-El Barón Strucker reaparece, convirtiéndose en un enemigo recurrente, aunque aquí tiene un papel secundario.
Reseña:
Por petición popular, o por imposición particular, depende de la perspectiva con que se mire, una vez más este humilde servidor se encargará de comentar las peripecias del Sargento Furia y su Comando Aulladores. Retornamos al marco histórico de la Segunda Guerra Mundial para ver en acción a nuestros protagonistas, donde Stan Lee juega hábilmente con la historia, además de demostrar que no hay misión, por arriesgada que parezca en un principio, en la que los comandos no salgan victoriosos; aunque no sea la victoria que todos esperan. Una cabecera donde se pone de manifiesto en cada entrega que lleva la originalidad por bandera, sin dejar de ser puro entretenimiento. Sinceramente, muy pocas colecciones de la Marvel de la época ofrecen un nivel tan regular de calidad alejándose de los superhéroes, ni nunca antes la guerra fue algo tan divertido. Así que sin perder más tiempo, nos sumergimos en otra gran aventura de este peculiar y aguerrido comando. ¡Wah-hoooooo!

Hay que reconocer que Stan Lee le echa bastante imaginación a los argumentos esgrimidos en esta colección. Si lo pensamos fríamente, bajo una estructura autoconclusiva, donde se repiten varios esquemas inevitablemente, es complicado captar la atención de lector, ya que tras varios números puede tener la sensación de estar leyendo un reciclaje continuo de ideas. No obstante, nada más lejos de la realidad. Lee consiguió dotar a esta cabecera de una frescura inusitada, sacándose de la manga una serie de misiones que mantenían el interés del lector de la época, pero que incluso a día de hoy sigue ofreciendo grandes dosis de entretenimiento, al menos si te gustan los clásicos, claro. Posiblemente por ese marco histórico en el que se sitúan las historias, proporcionándole así una pátina atemporal que nunca pasa de moda. Además, el polifacético autor neoyorquino nos deleitó con algunos de sus mejores y más ingeniosos diálogos, combinando muy bien las dosis de humor con las aventuras de carácter bélico. De ese modo, Lee explotaba con mucho acierto una de las facetas que más éxito obtuvo en el Universo Marvel, trasladándonos a un enclave histórico como es la Europa asediada por la Alemania nazi. No olvidemos también que otro de los puntos clave de esta serie es su caracterización de los personajes, confiriendo a cada uno una personalidad totalmente diferenciada del resto. En esa línea de trabajo, Lee incorporaría a varios secundarios que se acabarían convirtiendo en elementos recurrentes. Entre ellos se encuentra Pamela Hawley, la cual tiene la complicada misión de suavizar el carácter de Furia. Recordemos momentos memorables como el intento de comportarse como un caballero durante una merienda con té incluido, al más puro estilo inglés. Está claro que esta chica, convertida en interés romántico del sargento más rudo del ejército estadounidense, conseguía sacar lo mejor de él en ciertas situaciones, aunque en otras le costaría mucho más no dejarse llevar por su verborrea visceral y agresiva.

Con esta imagen tan idílica comienza nuestra aventura de este mes, pero como era de esperar, tras la calma siempre llega la tormenta; y, en esta ocasión, es una tormenta llena de barro. Menos mal que Percy aparece en el momento oportuno para librar a Pamela de este baño con excelentes propiedades para el cutis facial, pero no demasiado buenas para la ropa limpia. Así es complicado mantener la compostura, no se le puede reprochar al bueno de Nick que pierda un poco los nervios.

Como decía al principio, el humor es también una pieza clave en esta colección. No solo sirve para establecer un contrapunto al drama que ofrece un conflicto bélico, sino que es una herramienta perfecta para que se perfilen los personajes. En esta ocasión concreta, ayuda a crear un preámbulo humorístico antes de la verdadera misión, así se establece de una manera formal que Nick continúa su incipiente relación con Pamela, la cual le importa tanto que quiere impresionarla con un refinamiento que aún debe pulir. Furia es un hombre de carácter fuerte, además de representar el arquetipo de norteamericano rudo tan diferente de la educación refinada inglesa. En esa lucha contra su naturaleza interior tenemos a un hombre dispuesto a hacer lo que sea por amor. Así se construyen unos personajes bien definidos y de paso el lector se echa unas risas, que nunca vienen mal.
Hay que decir que el humor se mantiene durante buena parte de la historia. Por ejemplo, la reunión de Furia con sus superiores es breve, pero deja constancia de que cuanto mayor es el grado de un oficial más altos son sus gritos. Aunque Nick intenta devolver algunos a sus comandos, hoy no tendrá ocasión de hacerlo, porque ya están preparados para partir. Bueno, todo lo preparado que se puede estar para salir en una misión tan loca como secuestrar nada más y nada menos que a Adolf Hitler. Su reacción creo que lo dice todo. Una escena digna del mejor Ibáñez, desde luego.

A partir de ahí, la cosa se pone seria, más o menos, porque comienza la complicada misión que le han encomendado. Esto, más allá de un recurso narrativo de cierto impacto, así como una forma de atraer la atención del lector de la época, tiene sus bases en un hecho histórico. Es decir, durante la segunda Guerra Mundial se conocen algunos planes por parte de la resistencia de secuestrar a Hitler, vamos que no era algo nuevo. Uno bastante conocido es el que estuvo implicado Hans Baur, piloto personal del führer y yerno de un búlgaro llamado Kiroff, o eso aseguraba él, quien se pondría en contacto con la resistencia para afirmar que Baur estaba dispuesto a entregar a Hitler. La idea era que durante un vuelo rutinario el piloto cruzase el canal de la Mancha, aterrizando en suelo británico. Los ingleses aceptaron e hicieron todos los preparativos pertinentes. No obstante, el avión nunca llegó, mientras que Kiroff y su familia habían conseguido un salvoconducto a Gran Bretaña, escapando de la Alemania nazi. Los historiadores concuerdan en que posiblemente todo fue un engaño, ya que Baur fue leal a Hitler hasta el final de la guerra. Desconozco si Stan conocía la historia o la idea le surgió sin tener conocimiento de ello, pero como muchos aspectos de esta serie, tiene cierta conexión con la realidad.
Los Aulladores llegan a territorio enemigo, hasta el corazón de Berlín, para infiltrarse en un mitin de Hitler, donde esperan secuestrarlo. Nuestros protagonistas son tan valientes como suicidas, porque nadie se puede esperar que un plan así vaya a ningún sitio. No deja de ser curioso como Stan trabaja algunos conceptos tan bien, pero cuando se trata de desarrollarlos se deja llevar por la acción. Aunque también es cierto que Furia tiene un poco de mala suerte, porque se cruza en la estancia con el Barón Strucker, quizá el único alemán de la sala que es capaz de reconocerlo; por no mencionar cuanto lo odia tras haber sido derrotado por Nick en Sgt. Fury #5.

A partir de ahí, como era de esperar, se desata el caos y los Aulladores inician una pelea que aunque no pueden ganar, sirve para poner de manifiesto que no son presas fáciles. De hecho, tanto Nick como Izzy Cohen consiguen escapar, pero el resto son tomados prisioneros. Esto provoca un duro dilema en Furia, ya que sabemos de sobra que el sargento no deja a nadie atrás, aunque le vaya la vida en ello. Sin embargo, el secuestro de Hitler puede acabar incluso con la guerra. Como todo buen soldado sabe, Furia debe hacer todo lo posible porque la misión no fracase, pero a su vez ideará un plan que le ayude también a rescatar a sus hombres. Para ello entra en escena Strucker, encargado de detener a los dos comandos que han escapado, para la seguridad del führer, que ve peligrar su seguridad antes de irse a su retiro. Se le ve un poco asustado, aunque es normal tras presenciar lo que son capaces de hacer cinco hombres en una sala atestada de nazis y a puñetazos. Con diez más lo hubieran secuestrado seguro.
Izzy y Furia, junto a su aliado de la resistencia, se encargan de secuestrar a Strucker. Este debe convencer a Hitler de que acuda a la ejecución de los americanos recién apresados, lo que le permitirá a Furia disfrazarse de su chófer personal, asistir a la ejecución y tener así una posibilidad de salvar a sus hombres, secuestrando de camino a Hitler en su propio vehículo. La idea es buena, la ejecución no tanto. Quiero decir que como giro argumental no está mal, utilizando de forma contundente el dicho de que no hay mejor defensa que un ataque. No obstante, creo que Stan comete algunos errores. El primero es mostrar a un Strucker tan manso. En un principio lo coge desprevenido, pero después está libre, solo apuntado por una pistola, mientras le rodean muchos soldados alemanes, incluso en el propio despacho de Hitler. El segundo, y más importante, es el idioma. Furia entiende un poco el alemán, pero Strucker ni se plantea engañarlo en ese aspecto, cuando sería muy fácil al conocer ambos idiomas. Esto es algo que el propio Stan se da cuenta, por lo que en las siguientes páginas explica en varias ocasiones el tema de los corchetes en los diálogos, así como el socorrido comentario de Nick de que más o menos entiende lo que dicen los alemanes. Realmente es un parche argumental, soluciona algunos aspectos, pero el error base sigue existiendo. Incluso me atrevería a decir que esto se arregló con posterioridad, una vez estaba la historia concluida, porque se detectó el error ante de salir a imprenta o algo similar. Yo creo que sirvió para que en sucesivos números se aprendiera de este error. También entiendo que puede ser una solución para no desgastar el recurso de Dino, el único que realmente sabe alemán del grupo y siempre acaba de infiltrado. De hecho, gracias a su dominio del idioma, pondrá en práctica un plan para intentar escapar de su prisión, sin mucha fortuna. No hay nada mejor que una ducha antes de una ejecución…

Pero si hay algo que debemos tener claro en esta fase de la historia, es que nuestros protagonistas son tipos duros, capaces de afrontar la misma muerte. No delatan a los amigos que han conseguido escapar; hacen lo posible por huir utilizando su ingenio o los recursos de los que disponen; y una vez están frente al pelotón de fusilamiento, aceptan su destino sin perder los nervios. Furia lo ve y está orgulloso de sus hombres. Una vez más, en esta serie se apuesta por la preservación de valores. Ya lo decíamos en el anterior número, los Aulladores rezuman camaradería, honor, valor y lealtad en todas y cada una de sus aventuras. En definitiva, son personajes bien definidos que sirven al arquetipo del héroe de guerra, el cual nos han vendido en muchas ocasiones el cine y la televisión. Además, es algo que crea una conexión inevitable entre el lector y los protagonistas, uno de los aspectos que permiten que muchas de las historias funcionen tan bien, a pesar de sus pequeños defectos argumentales.
Nos acercamos al final, momentos previos a una ejecución que nunca se lleva a cabo, gracias a Izzy, el aliado de la resistencia y Furia, que consiguen deshacerse del pelotón de fusilamiento, agarrar a Hitler y salir pitando de allí. Cada entrega de esta colección está plagada de acción a todos los niveles. A pesar de la marcha de Jack Kirby, Stan y Ayers mantienen la línea de un título que entre sus principales características se encuentra la acción y un ritmo trepidante. Las páginas finales de la misión sirven de buen ejemplo de ello, así como del valor y el sacrificio de los protagonistas por una causa justa. Los Aulladores llegan al punto de recogida, pero para que consigan escapar, el aliado de la resistencia tiene que sacrificarse y lo hace de buen grado.

En esta escena tan dramática y heroica a la vez, parece que Stan se da cuenta de un pequeño detalle: el valeroso aliado de la resistencia no ha sido bautizado. No sabría decir si lo hace aposta o no, pero el guionista sale al quite con un pequeño diálogo que pone de manifiesto que su sacrificio no ha sido en balde. “Nunca nos olvidaremos de él”, dice uno de los Aulladores. La verdad es que la jugada le sale muy bien a Stan, porque ejemplifica en esta escena la cantidad de soldados que dieron su vida en esta o cualquier guerra sin que muchos conocieran su nombre. Posiblemente unos de los mejores momentos de este número.
Finalmente, nuestros protagonistas regresan a la base con su preciado rehén, para descubrir que realmente no es Hitler, sino uno de sus dobles. Esto es algo que sospechaban sus superiores, pero que no habían podido demostrar. Aunque en un principio pueda parecer que han fallado en la misión, nada más lejos de eso, ya que con esta prueba tienen una herramienta excepcional para ganar en un terreno tan poderoso como el campo de batalla: la guerra mediática, con un duro golpe que supondrá una vitoria propagandística contra el führer. Al fin y al cabo, no todas las batallas se ganan disparando balas.

No me gustaría terminar esta reseña sin hablar un poco de este giro final que plantea Stan con el que concluye esta historia. De nuevo vuelve a recurrir a los libros de historia, utilizando un tema que ha formado parte de las teorías de la conspiración durante mucho tiempo, pero que es una realidad a día de hoy. Dentro de las figuras públicas, se cree que Hitler es la que más dobles tuvo a su disposición, debido a que era un persona obsesionada hasta límites insospechados con su seguridad personal. Algo que si nos fijamos queda muy bien reflejado a lo largo de esta historia, donde parece que el führer tiene mucho miedo a dos soldados infiltrados, a pesar de estar rodeado de los suyos. Muchos son los expertos en la figura de Hitler que apuntan a que tenía a su disposición a todo un equipo de dobles que eran capaces de imitar cualquiera de sus movimientos, muecas e incluso la forma de hablar y dar los discursos, por lo que la figura del líder nazi podía estar presente en numerosos lugares, en ocasiones incluso simultáneamente, donde lo aclamaban. Hay un nombre que a lo largo de las últimas décadas ha sonado como el del perfecto y preferido doble de Hitler. Se trata de Ferdinand Beisel, a pesar de que tras su figura no existe una biografía consistente ni convincente para la mayoría de historiadores, habiendo un buen número de éstos que dejan un pequeño margen a la posibilidad de que verdaderamente pudiese haber sido real su presencia y trabajo como doble de Hitler.
Según cuentan algunas crónicas, Beisel era un tipo de lo más común, pero con una peculiaridad: tenía un gran sentido del humor y una habilidad innata para realizar divertidas imitaciones de otras personas. Era el centro de atención en las reuniones que realizaba en la cervecería habitual donde acudía tras terminar su jornada laboral. Allí explicaba divertidos chistes y encarnaba los más dispares personajes de la época, entre los que se encontraba, como no, Adolf Hitler, a quien imitaba a la perfección, dándole la misma entonación y consiguiendo poner las mismas caras y muecas.
Mención aparte merece la llamada Operación Doppelgänger, palabra alemana que significa doble, ideada por Himmler, jefe de la SS, y por Heinrich Müller, jefe de la Gestapo. Uno de los posibles dobles de Hitler nacidos de esta operación parece que fue Julius Schreck, un conocido y fanático nazi de primer orden, que incluso tuvo el carnet del partido con el significativo número 53. También fue uno de los fundadores de las célebres SA o camisas pardas. Hitler se fijó en él para que organizara y capitaneara un grupo que se dedicase exclusivamente a escoltarle por todo el país. Además, el mismo Schreck participó junto a Hitler en el famoso “Putch de la cervecería” y fue encarcelado en la misma prisión que Hitler. Según los estudiosos, este pudo ser uno de sus dobles, pues tenía un parecido bastante razonable y visto de lejos, no se notaba mucho la diferencia. Además, hay que recordar que, en esa época, se conducía por las carreteras con una especie de casco. Según parece, su muerte está rodeada de misterio, porque en su biografía unos indican que murió de meningitis, mientras otros aseguran que murió durante un atentado de antiguos aliados del SA, que lo mataron un día que curiosamente había intercambiado su puesto de chófer con Hitler. En definitiva, una vez más, Stan volvía a utilizar elementos de la realidad para construir sus argumentos en esta serie. Aunque por aquella época no hubiese tanta información al respecto como hoy, la realidad y la ficción se dan la mano en una aventura protagonizada por los Aulladores en su incesante lucha contra la libertad. No faltéis a la próxima entrega, ¡cernícalos!
Valoración:
Una historia francamente divertida es lo que nos ofrece el tándem creativo formado por Stan Lee y Dick Ayers. El dibujante aún tendría que evolucionar más a lo largo de su estancia en la cabecera, pero una vez te sumerges en la historia sus pequeños defectos pasan a un segundo plano. Acción, humor, referencias históricas, o elementos sacados de ella, así como una gran caracterización de los personajes es la apuesta que hacen sus creadores, la cual hay que decir que funciona perfectamente, consiguiéndote hacer pasar un rato de lo más entretenido. Una serie por la que el tiempo no ha hecho demasiada mella en ella, manteniendo cierta frescura desde un enfoque de aventura clásica, sin dobles raseros. Misiones imposibles, secuestros suicidas o cualquier idea descabellada que se le ocurra a Stan tiene cabida en un título que quizá ha quedado enterrado injustamente en el más profundo de los olvidos, aunque su calidad esté por encima de muchas series de su época. Espero que esta nueva entrega de la Era Marvel de los Cómics sirva para que muchos lectores descubran a este Furia y sus Comando de Aulladores porque merece mucho la pena. Todos a una: ¡Wah-hoooooo!