Los lobos de San AugustoLo único que sabía de esta segunda aventura de Hellboy era que había hombres lobo en ella. Y, como los licántropos son una pequeña debilidad personal, la historia tenía mi interés captado de antemano. Al iniciar la lectura, observé los cimientos sobre los que se construye esta trama: una aldea perdida del este de Europa, supersticiones transmitidas a lo largo de generaciones, viejas rencillas entre las familias locales y maldiciones sobrenaturales. Para mí, una mina.
Según cuenta el propio Mignola, el origen de esta historia está en una leyenda irlandesa según la cual San Patricio maldijo a un grupo de paganos de forma que cada siete años se convertirían en lobos. Tomó la anécdota prestada y el resto vino solo.
Obviaré el resumen de la trama, por agilizar el análisis y porque se supone que si estáis leyendo esto ya habéis leído este cómic
Pero me detendré en algunas cosas interesantes que, creo, vale la pena reseñar.
En la primera página vemos una entrañable fotografía en blanco y negro de Hellboy y el padre Kelly, fechada en 1961, que nos deja intrigados sobre la identidad del párroco. Más adelante, Hellboy contará cómo se conocieron haciendo un exorcismo en Phoenix que duró doce días. Lo define como “un tipo duro”, aunque lamentablemente esa cualidad valdrá de poco ante un hombre lobo.
Me ha encantado ese breve prólogo que nos muestra una conversación familiar entre mujeres enclaustradas, al más puro estilo
La casa de Bernarda Alba: la hija diciendo que se alegra de la llegada de un nuevo sacerdote al pueblo (llamado Griart), mientras que la madre la manda a callar y afirma que las cosas deberían ser como siempre han sido, y que el párroco les ha caído como un castigo. Ya se intuye ahí que algo turbio esconde este pequeño pueblo. No me queda muy claro, por cierto, quién es el hombre de presencia espectral que lleva un crucifijo colgado al cuello y apuntala los comentarios coercitivos de la madre.
Se nos presenta un nuevo personaje: Kate Corrigan, profesora de la Universidad de Nueva York y especialista en folclore y ocultismo. Será la acompañante de Hellboy durante esta aventura, e irá desempolvando información sobre viejas leyendas locales a medida que avanza la trama, convirtiéndose así en una especie de base de datos que mantendrá informado al lector del trasfondo de la trama. Ella nos cuenta el origen de la maldición (ese monje del siglo XIII que entra en cólera al encontrar a la familia de nobles rezando ante un dios pagano, y los maldice con la licantropía) y también nos da a conocer la variante del relato (según la cual sobrevivió uno de los niños de esa familia) que, a juzgar por los hechos, se ajusta más a la realidad. Me parece un personaje con potencial, pero no me ha parecido especialmente carismática ni bien perfilada. Me pregunto si aparecerá en historias futuras.
La escena del fantasma de la niña es impagable. Kate cae a un subsuelo bajo la capilla y, en medio de la oscuridad, se le aparece una chiquilla que dice estar en una especie de limbo (“No puedo dormir y no puedo ir al cielo”). Cuando pregunta por qué le odia Dios, Kate le dice que nadie la odia… Y la niña replica: “Él sí. Mira lo que me hizo”. Y la vemos convertida en mujer lobo, aún con los ropajes que traía. Se trata de un momento espeluznante y conmovedor, capaz de poner el pelo de punta a la par que muestra la dimensión humana de la tragedia. La aparición posterior del espíritu de Ed, el sacerdote, pidiendo ayuda nos confirmará que los muertos viven atrapados en esta dimensión intermedia entre el reino de los vivos y el de los muertos.
La aparición final de William Grenier, el niño que sobrevivió, termina de explicarlo todo. Como apuntaba Kate, ahora debe de tener unos 800 años. Entendemos que la maldición no terminaba al finalizar el ciclo completo de una vida humana, sino que se renovaba
in aeternum: sufría el cambio cada siete años, y en cada transformación la bestia iba ganando terreno y el ser humano iba desapareciendo, hasta que de persona solo le quedó la carcasa exterior. El clímax en el que se convierte en licántropo es espectacular: no se trata de una transformación progresiva (como lo ha retratado habitualmente el cine moderno de hombres lobo: véase
Aullidos o
Un hombre lobo americano en Londres), sino de un hombre que se abre la piel en canal y, de su interior, surge el lobo humanoide que se escondía dentro (un tipo de transición que solo recuerdo haber visto en una película: la maravillosa y subversiva
En compañía de lobos).
La pelea final, cuidadosamente coreografiada por Mignola, es impresionante. El hombre lobo contra el demonio en una lucha cuerpo a cuerpo. Finalmente, como no podía ser de otra forma, Hellboy gana el duelo, atravesándole el pecho con una larga cruz metálica. La nota final del tebeo nos indica que, después, un equipo de especialistas y médiums trataron de entablar contacto con el Padre Ed y con la familia Grenier, sin éxito. Por lo que llegamos a la conclusión de que con la muerte de William todos los espíritus quedaron liberados.
A mi juicio, un cómic sobresaliente, en el que se conjugan un dibujo brutal con una historia redonda. De lo mejorcito que he leído en materia de tebeos de terror. Gozada total.
PD. Solo me queda una duda: si William solo se transforma una vez cada siete años, y ya se transforma al comienzo del relato cuando mata al sacerdote, ¿cómo logra transformarse de nuevo nueve días después, cuando Hellboy y Kate llegan a Griart?