He leído
“El Camino de la Espada”.
Lo primero que he de decir es que cualquier cosa relacionada con
Samuráis y el
Japón feudal, me atrae enormemente, por lo que soy “sospechoso” de no ser muy neutral con esta obra, pero es que me parece una maravilla visualmente y he intentado leer despacito el tomo para que me durara.
Me he detenido en cada viñeta, en cada detalle, cosa que en mi vida he hecho con ningún otro comic. Y es que, si en el comic europeo se cuida mucho el dibujo y la composición, donde cada viñeta normalmente tiene su fondo más allá de pintarlo de un color o dejarlo en blanco, en este “El camino de la Espada” toda viñeta está dibujada minuciosamente, incluso los sombreros típicos del Japón feudal, esos de bambú o de cuero, están perfilados hasta en su más mínimo detalle. Es una gozada ver como
Ferniani, va componiendo cada página, y cómo va evolucionando tomo tras tomo.
Digamos pues, que este integral de Yermo está compuesto por tres tomitos que agrupan la edición integral de esta historia que tardó ¡5 años! en ser acabada, desde 2015-2019 según pone en el tomo de Yermo. Normalmente los tomitos europeos suelen tener una periodicidad más o menos anual, pero en este caso, tardaron un “poquito más.
Ferniani, empieza ya el primer tomo a gran altura, donde incluso en planchas invadidas de viñetas, algunas diminutas, pues incluso en esas hay fondos y detalles. Es como visitar Florencia. Algunas, fachadas, estatuas o callejuelas deslumbrantes, bellas por sí solas, pasan desapercibidas por el Ponte Vecchio, la piazza del Duomo o la Galería de los Uffizi.
Cuidaos pues del síndrome de Stendhal al leer este tomo. Es que cada rostro, cada melena despeinada, cada vestido arrugado por el viento, incluso los telares de dragones que adornan calles o entradas, todo ello está milimétricamente definido. Y encima, con un gusto exquisito. Incluso las escenas de lucha pueden ser especialmente duras por lo detallado de brazos cortados limpiamente por una
katana, o cabezas rodando en un
seppuku perfecto, vamos, el cruel
harakiri de toda la vida disfrazado de tradición.
Ver la imagen del samurái perfilado ante montañas teñidas de un montón de verdes, o planchas enteras llenas de imágenes de samuráis luchando y muriendo, son un deleite para los ojos.
¡Y solo estoy hablando del primer capítulo! Porque se puede notar la evolución de Ferniani según vas pasando las hojas, y cómo va pasando de esas viñetas pequeñas a composiciones de páginas con splash pages brutales, enternecedoramente maravillosas o cruentamente salvajes según lo requiera el guion. ¡Apabullante! Como decía antes, la Florencia del comic europeo.
El guion, es una adaptación de la novela de
Thomas Day, y en ella se nos cuenta la historia del samurái más famoso del Japón feudal,
Miyamoto Mushasi, y de su joven aprendiz,
Mikedi, a quien debe enseñar el camino de la Espada.
Comienza con
Mushasi, retando a un señor de la guerra y sus samuráis y venciéndolos fácilmente, y llevándose a
Mikedi como aprendiz. Será un aprendizaje de varios años donde veremos varias aventuras, en las que Mikedi va aprendiendo diversas artes. Mushasi, lo dejará solo durante periodos de dos años en distintas ciudades donde aprenderá distintos artes, no solo de lucha y donde vivirá diversas aventuras, el amor verdadero, la tragedia de la guerra y donde irá descubriendo diversas historias que le irán contando gente a la que va conociendo. Estas historias, que ocupan 2 ó 3 páginas de cada capítulo, están dibujadas por artistas invitados que, aun rayando a una gran altura, no eclipsan en ningún momento las planchas de Ferniani, salvo quizá
Valentin Sécher, que intenta igualarlo con “
la leyenda del hombre que amó a Masuji”.
Esto es solamente el principio, un esbozo de lo que nos cuenta este integral en el que un maestro intenta enseñar a su discípulo el arte de la espada, el arte de amar y el arte de la guerra mientras busca una paz que no consigue encontrar. Un maestro que nos enseña lo que significa verdaderamente la palabra
kamikaze, un concepto que nada tiene que ver con las connotaciones suicidas que equivocadamente le hemos dado en occidente.
En resumidas cuentas, una historia que sabe mezclar el horror de la sangre y la crueldad de la guerra, con la poesía de un pequeño puente semicircular desdibujado por la nieve sobre un riachuelo poblado de nenúfares.
Una historia muy bien contada, donde poco a poco, todo va cogiendo sentido: la lucha, el camino interminable, la búsqueda del
Wukishazi con una mariposa a punto de alzar el vuelo, el misticismo, la leyenda, el amor perdido, la historia repetida y el romanticismo de la piel guiando la aguja que tatúa, sobre sí misma, la imagen de su amada
Masuji.