De "Los combates cotidianos: 2. Tantas pequeñas cosas..." de Manu Larcenet
Durante mucho tiempo confundí al artista con su obra.
En etapas sucesivas, gracias al psicoanálisis, he llegado a disociarlos de una manera clara: se puede ser un gran artista y un cabrón.
Una persona fea puede hacer cosas muy hermosas. Es posible captar en el papel toda la belleza del mundo sin llegar a formar parte de ella.
Resulta extraño ¡Como puede uno verse tan superado por lo que hace!
Ahora bien, si la obra es mejor que el artista, ¿Cómo es que no lo mejora?
La mano toca lo divino mientras los pies chapotean en la mediocridad...
Puedes preferir el uno al otro, pero el mensajero y el mensaje está vez se confunden.
Mi carnicero es un tipo abominable, pero siu jamón pata negra es una delicia... el arte y la charcutería.
(Probablemente Miguelito ya hubiera puesto está reflexión anteriormente, pero es tan buena y actual, que tenía que compartirla)
Y que lo digas... la inmensa mayoría de la gente sigue confundiendo al autor con su obra... y actuando en consecuencia:
-Todos esos fans de Michael Jackson convencidos de que como su música era maravillosa, él no podía ser un zumbado.
-y a la inversa, la reciente crucifixión pública de Gary Glitter, contra quien por ser pedófilo en prisión se hizo campaña para que no cobrara derechos de autor por las canciones que había compuesto (!), entre ellas la que sale en la banda sonora del Joker...
-no me voy muy lejos, a un servidor, una vez que estaba jugando con mi nieto, me dijeron que se les hacía raro que fuera tan cariñoso con él porque ¡escribo novelas de terror! (verídico)
Rizando el rizo del absurdo, rompamos a martillazos los ladrillos de nuestra casa que colocó uno de los albañiles, porque le pegaba a su mujer, castremos al pastelero putero para mejorar el sabor de sus tartas y quememos todos los libros de escritores borrachos, drogatas o asaltacunas -adiós Poe-, ya puestos...