He leído
La Cosa del Pantano de Brian K. Vaughan Nº 3: Cosecha roja.
Tefé Holland continúa en su viaje de aprendizaje y Vaughan sigue empeñado en ofrecernos una reflexión ética constante, en la que debemos concienciarnos de la convivencia entre dos especies: la humana y las plantas. Esa es la línea sobre la que se asientan gran parte de los conceptos de esta serie, que profundiza en muchos aspectos de carácter ecológico, así como en otros relacionados con la compleja condición humana, capaz de lo peor y lo mejor. Esto dificulta aún más la labor de la protagonista, cuyas dudas siguen surgiendo durante su periplo por el conocimiento. Dos reinos en una eterna lucha por la supervivencia, donde la solución no tiene porque estar marcada por la muerte. El guionista explota muy bien todos los planteamientos y a medida que avanza la serie se vuelva más interesante y reflexiva.
Cabe destacar el aterrizaje en la colección del dibujante Giuseppe Camuncoli, que se amolda al estilo marcado por Roger Petersen, de manera que el cambio de artista apenas se nota. Hay que felicitar a los editores por las elecciones tan cuidadas de los dibujantes, ya que al contrario de lo que suele suceder en la actualidad, tenemos una importante cohesión gráfica en lo que llevamos de colección; y parece que se va a mantener esta tónica hasta el final. En una historia de estas características, me parece importante que se respete en la medida de lo posible la faceta artística, ya que favorece al resultado final de la obra, que se presenta como un producto sólido y coherente en todos los aspectos. Si bien es cierto que Vaughan hace trampas a la hora de vendernos esta cabecera con un título engañoso, una vez atrapados por este
road movie, el título es lo de menos, porque todo lo demás está dentro de los niveles esperados dentro de la línea Vertigo y con el estilo tan característico de los trabajos del autor.
A nivel argumental seguimos en la senda marcada por Vaughan. El primer episodio del tomo nos lleva a un interesante encuentro entre Tefé y Constantine, al que podríamos considerar como uno de los padres de la protagonista. Cómo no podía ser de otra forma, el hechicero malhablado sirve, entre otras cuestiones, para desvelar algunas incógnitas sobre el origen de la nueva encarnación de Tefé, dejando claros ciertos temas que aunque se dejaban entrever, no estaban del todo claros. Además, esto es lo más parecido a una primera reunión familiar de la familia desestructurada a la que pertenece la elemental, por lo que salen a relucir interesantes temas sobre uno de sus principales traumas de la infancia perdida de la joven. También es una herramienta perfecta para continuar añadiendo dudas sobre el bando que debe elegir, algo perfectamente extrapolable al propio lector, que no podrá diferenciar claramente entre buenos y malos en la inminente guerra, sino más bien se ve atrapado en una vorágine ética y moral de dificil solución. Al fin y al cabo, hablamos de un ecosistema, donde la naturaleza es maltratada, pero también tiene cierta dependencia humana, a pesar de que el equilibrio biológico haya decantado la balanza hacia un lado. Estas dudas existenciales estarán muy presentes a lo largo de todo el tomo, repitiendo el esquema reflexivo en la muerte de una ecologista proactiva, durante una manifestación por la tala de un bosque. El bien, el mal, lo correcto o lo incorrecto están separados por una fina línea que los divide, pero que no está tan claramente definida como puede parecer en un principio. Un auténtico dilema con el que Tefé debe lidiar constantemente y que forma parte de su fase de aprendizaje en el que se encuentra más inmersa que nunca.
Por otro lado, los perseguidores de la hija de la Cosa del Pantano van estrechando su cerco, en una subtrama tras la que se esconde un misterioso personaje. A su vez, tenemos la incorporación de un nuevo secundario: Heather Strand. Se trata de la hija de un senador que ha arruinado la campaña por la presidencia de su padre, revelando al mundo que al senador le gusta ponerse trajes de mujer y tiene malvados planes para conquistar el mundo. No obstante, descubriremos que esto no es más que una forma de exteriorizar un trauma infantil,
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En cierta forma, ese odio hacia su progenitor será uno de los nexos de unión entre Tefé y Heather, y posiblemente la causa determinante para que la elemental decida incluirla en su
troupe particular en busca del conocimiento. De hecho, no duda un instante en
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Heather es un personaje típico de Vaughan, que le permite insuflar ese tono de comedia irónica propio de una serie de televisión a través de los diálogos ácidos. Asimismo, es la forma de perfilar a una adolescente con graves problemas, que intenta superarlos con su insolencia. El escritor ya demostró en "Y, el último hombre", su capacidad para construir diferentes tipos de mujeres, sabiéndolas dotar de una marcada personalidad. En esta colección, si nos fijamos detenidamente, repite un poco el concepto del título de Vertigo, no solo utilizando el subgénero
road movie de nuevo, sino sujetando el peso argumental de la historia principalmente sobre mujeres.
Por último, destacar una pequeña curiosidad que nos cuela Vaughan durante una escena en un cementerio, mostrando un primer plano de dos de los protagonistas tras sendas lápidas. En ellas figuran los nombres de Sydney Bechet y Frank Stokes. Para que no haya ninguna duda al respecto, bajo sus nombres tenemos las fechas de nacimiento y muerte reales, por lo que no cabe la menor duda de que son ellos. Se trata de dos músicos de cierta relevancia. Bechet fue compositor y músico de jazz, mientras que Stokes fue guitarrista y cantante de blues. Desde luego, me ha llamado la atención y me ha parecido algo muy curioso.
En definitiva, una nueva entrega de la recopilación de esta serie que continúa profundizando en temas ecologistas y existencialista, cuya misión no parece ser solo de carácter crítico, sino más bien reflexivo, porque quizás aún estemos a tiempo de evitar que destrocemos el mundo en el que vivimos.