He leído
Wonder Woman Tierra Uno Vol. 1.
Tengo que reconocer que no me hubiese acercado a esta obra, seguramente ni siquiera hubiese llamado mi atención, si no fuese por la presencia del guionista Grant Morrison, que para mí se encuentra entre los mejores guionistas del medio actualmente. Y es que el escritor británico suele ser una garantía de calidad y entretenimiento poco habitual. En esta ocasión, curiosamente, nos presenta una versión actualizada del origen de Wonder Woman, ofreciéndonos su faceta más asequible, sin ostentosos trasfondos, ni rebuscados metalenguajes. Simplemente una historia sobre la feminidad que aúna mitología y ciencia ficción, y una nueva forma de ver al icono, con cierto tono fílmico. De hecho, diría que la película bebe un poco de los planteamientos de Morrison.
Uno de los aspectos que me ha desconcertado un poco es que en líneas generales estamos ante la historia que todos conocemos del personaje. Es decir, Diana, la joven hija de la reina Hipólita vive en una idílica Isla Paraíso que está apartada del mundo del hombre después de 3.00 años, cuando las amazonas fueron atacadas por Hércules. Morrison le da una vuelta de tuerca a la narrativa, de modo que no es lineal, sino que va dando saltos. Casi se podría decir que empieza por el final, ya que todo transcurre en el juicio a Diana por incumplir las leyes de su pueblo. Como prólogo se presenta el hecho luctuoso que lo desencadena todo, con un Hércules más lascivo que en la versión de George Pérez, por ejemplo, como si desde el principio no se quisiese ocultar que una de las razones por las que las amazonas rechazan al hombre es por su continuo abuso hacia las mujeres, tanto sexual como de otra índole. Este es un mensaje recurrente en la obra, intentando transmitir la esencia del personaje que no es otra que el eterno enfrentamiento entre la sociedad en la que vivimos, el patriarcado, contra el matriarcado, la utopía feminista que representa Isla Paraíso. Todo, obviamente, desde la perspectiva que ofrece el siglo XX. No obstante, me gustaría destacar que Morrison utiliza el feminismo como herramienta y base de la obra, pero con mucho gusto y sin llegar a extremos manidos. Es decir, no se puede negar que la creación de William Moulton Marston pretendía enarbolar el feminismo en un momento de la historia, pero el mundo ha evolucionado desde entonces, de ahí que este nuevo origen de Morrison no pervierte esa intencionalidad, pero lo hace desde un paraguas moderno y actual, con el buen gusto que le caracteriza. No es un feminismo de cliché, ni se abusa del concepto, sino que es mucho más interesante, en un guionista que es capaz de dar voz a las mujeres en los cómics, como hizo durante años Claremont, por ejemplo.
Como decía, la historia no se suele salir demasiado de la hoja de ruta que todos conocemos. La vida de Diana cambia radicalmente cuando entra en escena Steve Trevor, un piloto estadounidense que tiene un accidente, cayendo herido en la isla. Diana le salva la vida y lo devuelve a su mundo, incumpliendo una serie de leyes por las que se le juzga. Quizá el cambio más llamativo es que Trevor no es de piel blanca y rubio, sino que es afroamericano. Esto obedece a una intencionalidad de Morrison, que utiliza la segregación racial como nexo de unión entre el odio de las amazonas a los hombres, por lo que es el recurso que incluye el guionista para que el soldado sea capaz de ponerse en contra de su país y apoyar a las amazonas. Dejando de lado ese amor que surgió en la historia original. Por otra parte, me ha gustado mucho la forma en la que se muestra el choque cultural que surge cuando Diana conoce el mundo del hombre. Su educación con tintes mitológicos la convierte en una mujer fuera de su tiempo, pero a su vez no termina de entender algunos aspectos de la vida como la belleza y la inmortalidad, algo que es moneda común en Isla Paraíso, pero es propio de la sociedad utópica en la que vive, que poco o nada tiene que ver con el mundo real. Ese impacto está muy bien tratado, sirviendo también para humanizar un poco a los personajes, sobre todo con esas raíces divinas.
Finalmente, Morrison añade de su propia cosecha uno de los puntos más interesantes, ya que en la fase final descubrimos que Diana
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De ese modo, se presenta como la hija nacida del odio, y como un recurso bélico para defenderse del hombre. Después evolucionaría con el amor que solo una madre puede sentir. Curiosamente, lo que podría ser la aportación de Morrison más irreverente a mí me ha parecido sumamente interesante. Quizá porque vivimos en un mundo en el que cada vez cuesta más creer en los dioses, que han sido sustituidos en gran parte por la tecnología. De ese modo, esa isla utópica adquiere ciertos tintes de realidad. Obviamente, el componente mitológico y fantástico es un elemento más, el cual no se pierde en ningún momento, Pero este planteamiento de Morrison me parece que es totalmente permisible y que en cierta forma encaja muy bien con la esencia del personaje y ese objetivo de presentar una versión más moderna, pero respetuosa con la original.
El apartado gráfico corre a cargo de Yanick Paquette, un artista canadiense conocido principalmente por su trabajo en la Cosa del Pantano. Siendo sincero, no recordaba que su estilo fuese este. Su representación de la belleza femenina me recuerda mucho al trabajo del matrimonio Dodson, sobre todo en esa búsqueda de la sensualidad o en los rostros de los personajes. Desde luego, su arte se fusiona muy bien con el tono que imprime Morrison, habiendo cierta complicidad. Flota cierto aire lésbico en ocasiones, algo que también potencia Morrison en su guion, lo cual viene muy bien con el estilo de Paquette. Sin embargo, más allá de la sensualidad o la feminidad que está muy presente, destacaría la narrativa del dibujante, que utiliza composiciones muy arriesgadas y con cierta originalidad en ocasiones. En un principio podría parecer una caos total, pero la verdad es que encaja tan bien con la intencionalidad de Morrison, que el resultado final es bastante bueno.
En definitiva, una interesante revitalización de Wonder Woman a cargo de Morrison y Paquette, que prácticamente se convierte ne un clásico moderno instantáneo. Quizá no tenga el punto de complejidad del escocés, me parece una obra accesible a cualquier tipo de lector, aunque no por ello deja de tener su punto sofisticado, sobre todo en ese análisis social sobre la lucha de géneros. Al fin y al cabo, el personaje no deja de ser un reflejo de las necesidades sociales de una época concreta. Morrison consigue actualizar un poco el concepto para demostrar que se puede fusionar lo clásico y lo actual para dar vida a una nueva Wonder Woman; una con el sello característico de uno de los grandes guionistas de cómics de toda la historia.