Suelo leer este hilo con regularidad y sumo placer, hasta el punto de que se ha convertido en uno de mis favoritos. Y me gusta hacerlo comiendo palomitas (en sentido figurado) y disfrutando de vuestras impresiones, contrastando gustos, etc. Sin embargo, como hace relativamente poco que me metí por vena los primeros cincuenta números de Excalibur, no me resisto a dar mi opinión al respecto.
Para empezar, hay que decir que la etapa de Claremont y Davis se queda muy, muy coja si no se recurre también a lo que después hizo Davis en solitario. Por momentos es una serie verdaderamente deliciosa y, ocasiones, un batiburrillo desesperante.
La idea inicial era buscar un producto heroico-humorístico, al estilo de la Liga de Giffen en DC, que rompiese con toda esa tensión de las demás colecciones mutantes. Así se conforma un grupo al que un servidor recuerda con mucho cariño, con el Capitán Britania y Meggan a los que Davis conocía como la palma de su mano, con una Fénix a la que se le había perdido la pista, con un Rondador con sus habilidades mermadas y con Kitty, siempre Kitty.
Claremont se muestra distendido, Davis está a un nivel muy alto y aún así, parece que la serie no goza del beneplácito del público esperado (y merecido, en mi opinión). Se van creando situaciones, pequeños misterios y, antes de darnos cuenta, entramos de lleno en la Saga de las Dimensiones Alternativas.
Dicha Saga, que comienza bien, termina siendo un desastre de proporciones épicas. Se prolonga a lo largo de doce números (a veces divertidos, a veces tediosos y en alguna ocasión avergonzantes), y mientras uno está leyendo dicha historia, puede notar la sensación de que todo se le está yendo de las manos a los autores. En un momento dado, Davis abandona el barco (ya estaba teniendo ciertos problemas para mantener el ritmo mensual de la serie) y más tarde es el propio Claremont quien deja huérfana la colección.
A partir de ahí, mucho relleno, mucho número sin sentido y prácticamente nada de chicha hasta que llega Davis y no sólo pone orden sino que se saca de la manga una obra maestra (así, sin cortarme ni un pelo). Entre el número 42 de la colección y el 50 recurre a su experiencia con los conceptos que ya explorara con el Capitán Britania en solitario, dibuja mejor de lo que le he visto nunca y se pone a atar cabos sueltos a un ritmo ridículamente endiablado (en un mismo número era capaz de cerrar dos o tres tramas que no parecían tener salida alguna), construyendo una pequeña epopeya divertidísima. Incluso valida el desastre en que se había convertido paulatinamente la colección. Pero claro, para disfrutar de esa etapa es casi fundamental haberse leido al menos los comienzos de la colección hasta el final de la Saga de las Dimensiones Alternativas, de la misma forma en que para disfrutar de esos primeros veintitantos números hay que recurrir al cierre que pone Davis cuando se hace con el timón. Ambas etapas van inexorablemente unidas, lo cuál no es bueno ni malo, sino todo lo contrario.
Ahora tocaría puntuar, algo que, me temo, no sé hacer. Pero si alguien tiene curiosidad por leer Excalibur, tal vez mi opinión le sirva para saber a qué atenerse.
Por lo demás, que siga la fiesta, que se os lee con gusto.