He leído
El azul es un color cálido.
[Reseña con spoilers]Pese a las buenas críticas que lo preceden, lamentablemente no comparto el entusiasmo que despierta por aquí este cómic. Lo tenía fácil para captar mi interés: un
coming-of-age que nos retrata el primer amor, la forja de la propia identidad, el despertar sexual, la zozobra emocional de la etapa más convulsa de nuestras vidas. A favor del cómic debo señalar el inteligente uso del color, especialmente del azul, que experimenta una resignificación clara y adquiere connotaciones emocionales allí donde aparece. El estilo de dibujo —muy expresivo,
a veces en el límite de lo caricaturesco, cercano al manga— me parece sencillamente feo (
la portada del cómic es de juzgado de guardia), pero, como suele ocurrir en estos casos, cuando llevas unas cuantas páginas te acostumbras y no te impide disfrutar del conjunto. Y la narración, pese a las carencias que comento más adelante, fluye con ligereza y naturalidad, captando acertadamente la fugacidad de los acontecimientos y el vértigo de vivir asomado al precipicio emocional de la adolescencia.
Sin embargo, pese a los varios aciertos del tebeo, no me ha terminado de parecer una gran obra. Me interesa la relación entre las protagonistas, pero no termino de emocionarme con su historia de amor, quizá porque no encuentro una sola línea de diálogo que me parezca escrita con verdadera sensibilidad: todo el texto transita entre lo prosaico (por regla general) y lo cursi (en momentos puntuales) sin solución de continuidad. Esto redunda negativamente en la construcción de los personajes, mucho más planos en realidad de lo que una historia de este tipo necesita para construirse plenamente, llegando en el caso de varios secundarios (como la primera novia de Emma, Sabine; o el padre de Clem) al estereotipo más ramplón. Por otra parte, creo que su autor, Jul Maroh (anteriormente, Julie Maroh), yerra al contar la historia en retrospectiva, partiendo de la lectura de los diarios de la protagonista fallecida, Clementine, por parte de la que fue su pareja, Emma. Veo innecesaria esa forma de cargar las tintas al relatar el
fatum trágico de Clem, acentuando la vertiente melodramática de una historia que no necesitaba esa muerte para conmover, pues la historia de amor (y desamor) ya era suficientemente intensa. Esa enfermedad sobrevenida que llevará a Clem a la muerte es, a mi juicio, una estrategia narrativa artificiosa y cercana a la pornografía emocional, que me provoca distanciamiento y rechazo. Creo que la historia habría fluido mucho mejor si, tras la ruptura, cada una de las chicas hubiese seguido su vida, sufriendo al principio, gestionando el duelo como buenamente pudiesen, y saliendo adelante finalmente con la inestimable ayuda del paso del tiempo. Algo que supo entender muy bien Abdellatif Kechiche cuando llevó el cómic al cine en
La vida de Adèle, que para mí es -esta sí- una obra maestra radical, bellísima y conmovedora, donde los personajes se desarrollan y evolucionan de forma mucho más plena y profunda (ayuda mucho la interpretación de las dos actrices principales, especialmente de una inmensa Adèle Exarchopoulos que se fusiona en cuerpo y alma con su personaje, y que habla, viste, mira, camina, sufre, ríe, ama y siente con una naturalidad tan pasmosa que todo lo que le ocurre nos afecta como si nos pasara a nosotros mismos).
En definitiva, un cómic interesante, con buenas materias primas, pero con carencias estilísticas y estructurales que me impiden considerarla una obra de primer orden.