He leído Promethea Nº 1.
En los próximos meses, semanas, o en un tiempo indeterminado, qué nunca se sabe, espero poder profundizar un poco más en la obra de Alan Moore y leer por fin algunas de sus series de la extinta ABC Comics, ahora absorbida por la línea Vertigo de DC Comics. He empezado por Promethea, que ha sido la primera que he completado. Se trata de la edición más o menos reciente de ECC Comics, cuyo primer tomo estuvo agotado bastante tiempo, la cual recopile la serie en tres volúmenes. Una edición muy chula estéticamente, aunque se echa en falta algún extra o algún artículo que explique un poco algunos por menores de la obra, que de momento me ha parecido sumamente interesante.
Como viene siendo habitual en mis últimas lecturas del barbudo, Promethea ofrece una lectura muy densa, cargado de contenidos, referencias y una narrativa a diferentes niveles. Aunque es una lectura un poco más "ligera" que Providence, por poner un ejemplo más o menos cercano, volvemos a tener un trabajo que exige mucho al lector. Acometer Promethea para alguien poco leído, me parece una locura de primer orden. El autor utiliza muchos temas, los reviste de fantasía y superhéroes, pero estamos ante una serie que al menos en sus primeros compases es muy profunda, critica y reflexiva, sobre aspectos tan diferentes como el existencialismo, la magia, la mitología, la masonería, la religión y el propio medio de los cómics. Aunque podríamos sintetizarlo todo en un simple: como una historia cobra vida y se convierte ne lago inmortal, obviamente, esto solo es la punta del iceberg, porque la obra trata y profundiza en tantos temas que casi necesita una tesis para desglosarla por completo, capítulo a capítulo y estoy seguro que un servidor se dejaría muchos cabos sueltos, necesitando varias relecturas para llegar al fondo del todo, o lo que al menos yo consideraría el fondo, claro, que no tendría porque serlo. De todas formas, esto no creo que sea en absoluto un impedimento para disfrutar de la obra de Moore, que no sé que consideración puede tener entre su bibliografía, pero a mí me hace pensar que está entre sus mejores trabajos, quedando incluso por encima de Watchmen, aunque para muchos pueda ser esto un anatema. También es cierto que esta es una obra mucho menos accesible, que juega constantemente con la metáfora y la alegoría, viñeta a viñeta en algunos momentos, pero como lo suelo decir, con este tipo de cómics, el esfuerzo siempre suele merecer la pena al final, cuando todo cobra cierta luz. Y, precisamente, en una historia protagonizada por una semidiosa de la imaginación, no podía ser menos.
Antes de comentar algunas pinceladas argumentales que me han llamado mucho la atención, no quiero olvidarme de la importante del arte de J.H. Williams, que seguramente sea el mejor de toda su carrera. Seguramente, bastante teledirigido por Moore en muchos aspectos, que ya sabemos que suele realizar guiones muy elaborados para sus dibujantes. Sin embargo, esto no resta ni un ápice de mérito al resultado final del artista, que es capaz de plasmar una narrativa que se amolda perfectamente al tono que imprime Moore en sus guiones. No me cabe la menor duda que Promethea no sería lo mismo sin la presencia de Williams, que parece imbuirse de la musa que representa en cierta forma la protagonista para trasladar al papel una páginas que son puro arte. Es una auténtica maravilla visual este cómic, donde se aprecia perfectamente cuando un guionista y un dibujante alcanzan la sincronicidad creativa, algo mucho menos habitual en el mundo del cómic de lo que pensamos. Todo está en perfecta armonía, creando una historia de fantasía con tintes épico y reflexivos dificil de igualar, por no decir imposible.
Desglosar el argumento de Promethea, por muy interesante que pudiera parecer a algunos, me parece tan injusto como innecesario. No obstante, no puedo dejar de comentar algunos de los aspectos que me han llamado la atención poderosamente. Es muy complicado pelar las diferentes capas que presenta la historia, en la que subyacen tantas cosas. Por momentos tenemos una especie de lucha entre la ciencia y la magia, estableciendo una dicotomía que ha perseguido al ser humano desde el inicio del os tiempos. De ahí que Moore nos presente un 1999 de carácter futurista, en contraposición a ese mundo mágico que se encuentra en la imaginación y del que nace Promethea y todas sus encarnaciones. Asimismo, resulta muy interesante leer el prólogo del propio Moore, que construye una historia ficticia sobre los orígenes de Promethea, como si hubiese existido el personaje antes, representado en diversas encarnaciones de diversos artistas, surgido inicialmente de un poema, que él mismo analiza. esto ya me parece de por sí una genialidad insuperable, porque esta elaborada idea surge para introducir además un repaso a lo que han sido las etapas del mundo del cómic, desde las revistas pulp hasta el cómic moderno. Todo ello salpicado de mitología, ocultismo, magia y, porqué no, un poco de crítica hacia ciertos aspectos del medio. De hecho, ese fin del mundo del que se habla en varias ocasiones juega a dos bandas, uno es el fin de siglo y el tan temido efecto 2000, al que se le dedica todo un número, de nuevo con la presencia de magia versus tecnología muy presente, y otros es el fin de la imaginación, del poder de la creatividad, apagado quizá por la tecnología y la incapacidad de algunos de ver que la ciencia y la magia pueden convivir perfectamente. O eso parece pensar Moore, claro.
Promethea es también una de las obras en las que Moore pone a su servicio su particular nexo de unión con la magia y el ocultismo. Por las páginas se pasea incluso el famoso Aleister Crowley, dignificando un poco su figura, todo hay que decirlo. De todas formas, lo más interesante es ver como en el periodo de aprendizaje de la nueva Promethea, tenemos un auténtico rito iniciático de la masonería, donde le simbolismo juega un papel fundamental. Tanto es así, que el simbolismo por sí solo es una de las piezas clave de la obra, como se puede apreciar en el capítulo en el que tenemos el acto sexual más bellamente narrado que yo haya leído jamás. Una de las virtudes de este arranque de colección es sin duda la brillantez de la pluma de Moore en muchos aspectos. Utilizar el acto sexual para mostrar otro rito iniciático, en esta ocasión encauzado hacia la magia y el ocultismo, me llamado mucho la atención. Pero además, sirve para poner sobre la mesa algo que ya se barruntaba desde el principio, que no es otro que la oda al feminismo que transpira la obra. Quizá por apoyarse en aquello de que la musa es una mujer, no estoy seguro, pero es evidente que le barbuda vuelve a sensibilizarse con el mal llamado sexo débil para traernos un trabajo con tintes feministas, pero con muy buen gusto y bastante sensibilidad. Tanto que hace una pequeña referencia a como se siente un hombre que escribe a un personaje de ficción, o como en una época determinada, la mujer era solo un objeto de romanticismo. Pequeños retazos de los muchos contenidos que aborda Moore en la serie, de una densidad abrumadora en ciertos momentos.
Aunque hay muchos elementos más dignos de menor relacionados con la magia o el esoterismo, como el último capítulo dedicado a la baraja del Tarot, utilizada para narrar la vida del hombre y esa dicotomía entre ciencia y magia tan presente en la obra, a mí lo que más interesante me ha parecido ha sido la forma en la que Moore habla de lo inmortal que puede ser una obra. La imaginación como fuente de vida y como parte de un mundo paralelo que forma parte de un cosmos que quizá no llegamos a comprender del todo. El materialismo contra la espiritualidad es quizá la fuente de todo el mensaje que transmite Moore en una serie de historias que utilizan en ocasiones como vehículo el género de superhéroes, que en mi opinión sería la parte más superflua de esta obra en este primer tramo. En definitiva, y sin querer enrollarme mucho más, me ha encantado esta primera toma de contacto con Promethea, a la que he llegado bastante virgen para ser desvirgado por una obra donde la imaginación es el límite. Seguramente me he dejado muchas cosas en el tintero, pero aunque la obra merezca un análisis exhaustivo, baste decir que también merece ser descubierta por uno mismo. Se abre una puerta a la imaginación, pasen antes de que se cierre...