He leído Escuadrón Suicida Vol. 2: La odisea de Nightshade.
En esta segunda entrega, este recopilatorio me deja sentimientos encontrados, ya que vemos como la serie da un pequeño giro al tono inicial de su primeros números. Las historias se imbrican más en el Universo DC, contando con multitud de invitados, además de involucrarse en una serie de eventos y crossovers que bajo mi punto de vista no permiten evolucionar al título. Además, ese tono bélico y militar va desapareciendo poco apoco, mutando hacia un estilo más propio del género. Aunque esto realmente no es algo malo per se, la primera parte del tomo se me ha hecho un poco cuesta arriba, siendo los número finales los que más me han gustado. No obstante, me sigue pareciendo una lectura entretenida con algunos aspectos interesantes. Asimismo, el trabajo de Luke McDonnell sigue siendo muy irregular, con páginas buenas o bastante admisibles, frente a otras prácticamente horribles. Llama la atención que cuanto más interesante se pone la historia, pero dibuja el artista.
Comenzamos con un episodio relacionado con Millenium, una saga que cuanto más tiempo pasa menos me gusta. Además, en mi mente se perfila como un trabajo que muestra muchas similitudes con la Invasión Secreta de Bendis, siendo perfectamente intercambiables los manhunters por los skrulls. Después tenemos como estrella invitada a Batman, que intenta descubrir si sus sospechas sobre la existencia del Escuadrón Suicida son ciertas. No me terminan de convencer los argumentos de Batman, aunque son comprensibles, sobre todo ante la naturaleza letal del proyecto gubernamental financiado con fondos públicos. De todas formas, ni la resolución de la trama ni los objetivos de la misma me parecen bien desarrollados. A continuación el grupo se sumergen en una misión no autorizada para rescatar a Halcón de la contra nicaragüense, en un especial que comparten con la Patrulla Condenada donde se unen elementos de espionaje, contrabando de drogas y un trasfondo comunista, en otro ejercicio por introducir la Guerra Fría en las aventuras del Escuadrón. Cabe destacar la presencia de Paul Kupperberg en los guiones, sobre argumento de Ostrander, y los lápices de un novato Erik Larsen.
Con este carácter autoconclusivo da inicio el tomo, en lo que parece ser un intento por introducir un poco más al Escuadrón Suicida en el Universo DC, algo que, sin perder de vista del todo el tono inicial, con tramas sociopolíticas y una sensación constante de que la muerte puede acontecer al pasar la página, también provoca que las aventuras de los protagonistas tomen un rumbo más superheroico del que veíamos en el tomo anterior. Sin embargo, si se mantiene el esquema básico, con villanos que se van sucediendo, manteniendo un núcleo central en el grupo, que obtiene un mayor protagonismo, así como un tono más adulto y una forma de afrontar las tramas con cierto trasfondo y profundidad.
Aunque este tomo está predominado por ciertos altibajos, uno de los momentos en los que recupera su parte esencial es en la saga en dos parte que sirve para introducir un nuevo miembro al Escuadrón Suicida, Vixen, después de su paso por la JLA de Detroit. En esta historia, nuestros protagonistas se unen a la lucha contra la droga, pero acuden a la propia fuente, viéndose las caras con el cártel de Medellín, en lo que casi podríamos considerar como una versión deceita de Pablo Escobar. Además de Vixen, tenemos como invitado especial a Speedy, cuyo pasado con las drogas es utilizado como incentivo para su incesante lucha contra los traficantes colombianos. Después tenemos un nuevo crossover, en el que los personajes vuelven a un escenario conocido como es la Rusia comunista, muy presente en esta serie de conspiraciones y movimientos políticos encubiertos. Se recupera una trama de números anteriores, en lo que será el rescate no autorizado de Némesis. Para evitar problemas políticos, la JLI de DeMatteis y Giffen irán tras el Telón de Acero a detener al Escuadrón Suicida, en una misión que tiene un desenlace muy diferente al que tenían en mente los protagonistas. Con la presencia de DeMatteis y Giffen en el crossover, cabe destacar que esta pequeña línea argumental también servirá para que Batman deje el equipo. Es curioso lo bien que encaja el humor en una trama de conspiraciones políticas y espionaje, donde los valores del comunismos sirven en muchas ocasiones para la chanza y la burla.
En la parte final del tomo tendremos con gran protagonista a Nightshade, que gracias al inclusión de un número de Secret Origins conoceremos toda la historia del personaje y sus motivaciones para seguir en el grupo de Waller, bajo los lápices de un desconocido Rob Liefeld. Y digo desconocido, porque está libre de excesos y realiza un trabajo más o menos aceptable. Acto seguido, se inicia una saga en la que casi todos los miembros del Escuadrón se unen a una misión para ayudar a rescatar al hermano de Nightshade. Es curioso, porque si bien es cierto que en estos compases finales del volumen seguimos teniendo un tono más superheroico, inclinándose hacia elementos sobrenaturales, creo que es una de las mejores historia de la serie hasta el momento y de las que más intrigado me ha tenido hasta el final. Además, Ostrander recupera ese tono coral de números anteriores, centrando su atención en varios miembros del equipo, incluyendo a Encantadora, cuyo origen queda unido en cierta forma a la familia de Nightshade. En un argumento en que se conjugan ángeles y demonios, dimensiones alternativas e incestos demoníacos, vemos la faceta de Ostrander más próxima la que desarrolló en su etapa con el Espectro muchos tiempo después. Es curioso, porque aunque me estaba pareciendo una serie interesante, no es hasta estos números cuando realmente he disfrutado plenamente de ella. Finalmente, y siguiendo con este aire psicodélico en el que se parece entrever cierto homenaje a Ditko y su trabajo en el Doctor Extraño, de regreso a la Tierra el Escuadrón necesita la ayuda del Hombre Cambiante, que tiene aquí su primera aparición tras las Crisis en Tierras Infinitas. Un personaje de lo más curioso que se une al grupo tras una aventura sobrenatural, y que parece que podría aportar cierta consistencia un cambio de rumbo en la colección.
La verdad es que la parte final de este tomo es esperanzadora, a pesar de que este volumen ha sido algo irregular en algunos momentos. Desgraciadamente, el arte de McDonnell no acompaña en absoluto, que parece en su momento más bajo en el mismo instante en el que la serie comienza despegar. Esperemos que en el próximo volumen sigamos por esa línea.