CRISIS EN TIERRAS INFINITAS
En un rincón tan exclusivo como esta web, en el que se reúnen tantos marvelzombies, intentaremos llamar la atención sobre algunas historias del universo que está enfrente. Procuraremos obviar las alabanzas de la crítica, buscando una forma personal de destacar esas historias que, por muy aferrados que estemos a un universo de ficción concreto, son una lectura obligada a poco que seas un lector interesado en lo que se narra, más que en donde se narra. Teniendo en cuenta que la palabra crisis se encuentra alojada en nuestro vocabulario diario, debido a cuestiones cercanas a la realidad cotidiana, que por desgracia nos ha tocado vivir. No se me ocurre mejor forma de iniciar una serie de textos que hablen del Universo DC que centrándonos en Crisis en Tierras Infinitas, escrita por Marv Wolfman y dibujada por George Pérez y Jerry Ordway.
Con esta maxiserie, los dirigentes de la Distinguida Competencia tienen un objetivo principal: simplificar un universo de ficción, cuya principal característica es la de fagocitar realidades paralelas. Este hecho provocaba que el lector se encontrase perdido en una maraña autodenominada Multiverso, por lo que cualquier aficionado interesado en el Universo DC se encontraba con una barrera, a priori, infranqueable. Precisamente, la carta de un lector, enviada a una colección que él mismo escribía, sería lo que impulsaría a Marv Wolfman a plantear su idea a los máximos dirigentes de DC.
En Green Lantern #143 (agosto 1981), el lector, cuyo nombre desconozco, planteaba un posible error de continuidad. La repuesta que se le dio no pudo se más críptica: “Algún día se explicaría todo lo que hay en el Universo DC y lo que no…”. Pero aquello fue una voz de alarma que Wolfman no podía desoír, por lo tanto hace lo necesario para que sus compañeros de profesión dejasen de ser ajenos a la complejidad que les rodeaba. Curiosamente, no solo le hicieron caso, sino que como se suele decir, el resto es historia.
Antes de centrarnos en la historia que marcaría un antes y un después en el Universo DC, me gustaría resaltar el momento histórico en el que nace el Multiverso, dando lugar a una pequeña tradición. Y es que el mismo nombre de la historia no es más que un homenaje a un puñado de historias clásicas a las que el autor le tenía un especial cariño.
Todo comienza en Showcase #4 (octubre 1956), el denominado primer cómic de la Edad de Plata, donde tenemos la historia sobre el origen de Barry Allen, el segundo Flash. Allí, se establecía que las aventuras vividas por los héroes de la Edad de Oro no eran más que cómics, de forma que podían desligar una etapa de la otra. Sin embargo, varios años después, en Flash #123 (septiembre de 1961), titulado ¡El Flash de Dos Mundos!, Barry descubriría que las aventuras de Jay Garrick que había leído habían transcurrido en un universo paralelo. De este modo, nacía el Multiverso DC.
Una vez abierta la caja de Pandora, otros personajes hicieron lo propio y descubrieron a sus homólogos. Así, Hal Jordan conocería al primer Green Lantern, Alan Scott. También surgirían una serie de historias que acabarían enmarcadas bajo el epíteto de Crisis en Tierras Múltiples, en las que la Liga de la Justicia formaba equipo con la Sociedad de la Justicia para luchar contra adversidades que amenazan la existencia de la realidad. Siempre utilizando recursos que justificaran la multitudinaria presencia de una pléyade de personajes con inmensos poderes. A raíz de estas reuniones, comenzarían a acuñarse términos como Tierra 1, Tierra 2, incluso Tierra 3. En cada una de ellas se intentaba acomodar a los personajes del pasado de la editorial o, en algunos casos, se incluía personajes sobre los cuales DC conseguía su licencia de publicación. Quizá el caso más conocido sea Charlton Comics, de la que procedían personajes como Blue Beetle, Capitán Átomo y Question, entre otros.
Volviendo a la historia en sí, creo que hay una frase que la define perfectamente: Mundos morirán, mundos vivirán, y el Universo DC nunca volverá a ser el mismo. Seguramente, la parte final de la frase les suene a muchos de los seguidores de la Marvel actual, pero os puedo garantizar que en esta ocasión se cumplió el precepto. Además, el cambio fue tan radical que, salvo algunos casos como el de Los Nuevos Titanes, del propio Wolfman, el Universo DC tuvo un reseteo como nuca se había visto antes. A partir de ese momento, teníamos un lienzo en blanco sobre el que construir un universo de ficción al que cualquier neófito pudiese acercarse sin problemas. Aunque, desgraciadamente, el nuevo tapiz no duro demasiado tiempo y algo excepcional, se convirtió en el pan nuestro de cada día. Incluso hubo cierto editor que afirmaba que la esencia de DC radicaba, precisamente, en el continuo reseteo. Está claro, que algunos no son capaces de aprender de los errores de otros.
Más allá de la importancia histórica, y de la relevancia que tuvo dentro del género, Crisis en Tierras Infinitas en una maxiserie en la que Wolfman muestra su mejor faceta de artesano como contador de historias en la industria del cómic americano. A través de doce números, de cadencia mensual, nos narraba el inminente final de un universo en decadencia, cuyo apocalipsis engendraría un nuevo mundo. Para ello contaba con los lápices de un inspirado George Pérez que consiguió transmitir el dramatismo y la tensión de los momentos cumbres de la saga.
Me costaría mucho destacar algo concreto, pero si puedo decir que hay tres momentos realmente icónicos dentro de la historia. El primero de ellos, o al menos el que más puede impactar visualmente, es la destrucción de Tierra 3, en una imagen donde sobran las palabras. Los otros dos instantes son las muertes de dos personajes: Kara Zor-El, más conocida como Supergirl, cuyo final queda retratado en una magnífica portada que sería homenajeada en multitud de ocasiones; y Barry Allen, el Flash que lo inició todo, como comentábamos más arriba. De esa forma, Wolfman cerraba el círculo y demostraba sus conocimientos sobre aquello que escribía. Creo que muchos autores deberían aprender de él.
Ambas muertes obedecían a un objetivo y no eran giros dramáticos sin sentido alguno. La desaparición de Supergirl, dejaba la puerta abierta para que Superman fuera el único superviviente tras la destrucción de Krypton. Con el óbito de Barry, tenemos una muerte simbólica de la Edad de Plata. Pero lo más importantes es que, según los autores, nadie sabía muy bien que hacer con él. Su colección había sido cancelada pocos meses antes y con este último acto de heroísmo, Wolfman quiso dejar al héroe en la memoria de todos, tal y como se merecía. Tanto es así, que a su sustituto le costaría mucho superar el pedestal en el que se colocó a Barry. Pero, afortunadamente, Mark Waid supo solucionar muy bien la papeleta.
Por último, habría que dejar bien claro que esta historia es una de esas que no solo merece la pena leer, sino que es perfecta para introducirse en el Universo DC. La razón es muy sencilla, en solo una docena de números conoces a la plana mayor del Universo DC. Pero lo más importante, es que estamos ante un evento que va mucho más allá de las peleas típicas del género, ya que el autor trabaja sobre los personajes, los desarrolla y nos transmite sensaciones a cada momento de la trama. Quizá, a priori, uno pueda tener reparos en hacer frente a esta complejidad del Universo DC, pero aquí el oficio del autor nos permite comprenderlo todo y, lo que es mejor, disfrutar de una lectura que nos abre un multiverso de posibilidades, que nadie debería dejar escapar.
En mi experiencia como lector, tengo que decir que fue una de mis primeras lecturas sobre el Universo DC. No obstante, a pesar de los vagos conocimientos que pudiese tener (aunque ahora tampoco creo que tenga muchos más), la disfruté muchísimo. A pesar de estar lejos, en mi opinión, de algunas de las obras más influyentes de Marvel en los ochenta, aquella era una historia de superhéroes de toda la vida; una magníficamente contada. Nada de fuegos de artificio sin nada detrás. No, en aquel voluminoso tomo me encontraba con lo mejor que podía dar un universo que iba en una nueva y apasionante dirección, como descubriría algún tiempo después. Una historia cargada de emoción, incluso de dramatismo en algunos instantes, pero, sobre todo, era algo consistente y bien desarrollado. Si el Spiderman de Romita es una de esas obras a las que le debo mi pasión por los cómics de superhéroes, las primeras Crisis suponen el momento en el que abro mis ojos a otro universo, que solo conocía vagamente; uno que acabaría dejando su huella en un lector ávido por conocer otros mundos. Porque, como todos sabéis, hay otros mundos, pero están en este.