"Tiene que haber alguien que salve el mundo. Y alguien que lo haga cambiar"
Jenny Sparks.The Authority, de Warren Ellis y Bryan Hitch.Me encantaría decir que estuve ahí. En serio, ojalá pudiese decir que vi cómo The Authority cambiaba el cómic de superhéroes para siempre. Pero lo cierto es que ni siquiera recuerdo ver el primer número de la colección en las estanterías. Imagino que no me fijaría, que estaría muy ocupado comprando el número no-sé-cuántos de no-sé-qué colección como para fijarme en nuevas series. Y pasé de largo.
Así, cuando me hice con el recopilatorio de Norma de la etapa de Ellis y Hitch en The Authority, lo hice siendo consciente de que a) el cómic de supers había cambiado y b) muchos achacaban el cambio a ese tebeo. "El primer gran cómic de superhéroes del siglo XXI", decía Grant Morrison en la contraportada del tomo. Tocaba comprobar si eso era cierto.
En The Authority, Ellis no hacía sino continuar lo que había empezado en su periplo en Stormwatch, colección que no había leído y que tampoco necesitaba leer, todo sea dicho. Cogía a algunos de los personajes que había creado/utilizado allí y los llevaba más allá. Toda la colección se sustenta en llevar las cosas más allá, en pensar a lo grande para intentar que salga algo grande. En el primer arco el nuevo grupo se enfrentaba a una vieja amenaza que se mostraba como algo absolutamente temible. En el siguiente, el nivel de peligrosidad de la amenaza de turno crecía exponencialmente. Para el tercer arco, The Authority se enfrentaba a Dios. No a Galactus, no: a Dios. O algo así.
Y yo, lector ávido de nuevas/viejas sensaciones y con el nivel de
hype por las nubes, asistía al espectáculo descubriendo a unos personajes que desconocía totalmente y que me cautivaban por completo. Todos tenían su punto, ese "algo" que te hace querer saber más de ellos y, sobre todo, querer ver cómo crecen y se relacionan entre ellos, como si desde la primera lectura pasasen a ser de mi propiedad.
En cierto modo, era como si la Liga de la Justicia hubiese decidido llegar al público ajeno al mundo del cómic, al que hay que enganchar de primeras porque ni tiene cariño previo hacia los personajes ni va a ser condescendiente ante las ingenuidades propias del cómic que muchos aceptamos como un pequeño peaje que se paga con gusto con tal de seguir manteniendo la rueda en funcionamiento.
Una Liga de la Justicia llevada un poco más allá, claro. Pero eso ya lo había advertido.
Doce números, tres arcos, Ellis desatado, Hitch alejándose un poco más de esa vitola de mal imitador de Alan Davis, el cómic como
blockbuster pero también como algo más, yo enamorado hasta las trancas de Jenny Sparks y en medio de toda esa vorágine, el género de los supers reformulándose por medio de un tebeo de una editorial independiente.
Y con las campanadas del año nuevo, se acabó.
A toro pasado, hay que admitir que lo de Mark Millar tuvo mucho mérito. Agarrar esa colección y continuar lo que habían empezado Ellis y Hitch era, como poco, una osadía. Y el caso es que podría haber sido mucho peor (de hecho, más tarde lo fue).
Tras una docena de números memorables, llegó Millar con ese estilo hiperbólico que tantas veces me pone de los nervios y que aquí, sin embargo, funcionaba. El tebeo continuó manteniendo su estructura de arcos cerrados, Quitely se esforzó en que echáramos en falta lo menos posible a Hitch y las historias seguían siendo tremendamente ambiciosas. Seguía siendo ese "
blockbuster con algo más". Tal vez con algo menos que antes, pero con algo más al fin y al cabo. Millar politizó el cómic a lo bestia, enfrentando al grupo a los poderes fácticos de un mundo que no podría aceptar una autoridad superior en ningún caso y convirtiendo al grupo titular de la cabecera en
celebrities de primer orden. No es que sea lo más original del mundo, pero como ya he dicho, funcionaba.
Y mientras se ahondaba un poco más en los personajes y en ese día a día de un mundo que tenía que lidiar con un grupo de héroes dispuesto a todo con tal de protegerlo desde un enfoque más o menos realista (todo lo realista que pueda ser que un grupo de metahumanos giren alrededor de la Tierra en una nave espacial con forma de morro de perro a la espera de nuevos problemas que solucionar), Millar iba tomando notas: cuando dejó la colección, exportó algunos de sus conceptos a The Ultimates, la colección que pondría patas arriba Marvel y nos empezaría a hacer soñar con poder ver en los cines una película de Los Vengadores que nos hiciera saltar de nuestras butacas.
The Authority, por su parte, comenzaría a ser una serie de superhéroes vulgar, con los mismos personajes y resultona en algunos momentos, vale, pero sin esa garra, sin esa ambición que la hacía ser siempre "un poco más".
Y se fue apagando poco a poco.
Quince años después de aquel primer número en el que ni siquiera me fijé, los cómics de supers han cambiado. Las historias se escriben en función del tomo recopilatorio e impera cierto tono cinematográfico en las historias. Muchos nuevos lectores se han incorporado con esta nueva forma de hacer tebeos, muchos viejos lectores han abandonado o siguen leyendo a regañadientes y algunos hemos aceptado el cambio como algo inevitable. Y quince años después, The Authority sigue siendo un tebeo que sabe a nuevo, la evolución natural de los héroes en un mundo que necesita un nuevo tipo de héroes, un... algo más. Y, en efecto, el primer gran cómic de superhéroes del siglo XXI.
Aunque algunos no nos enteráramos de ello.
"Ésta es una transmisión prioritaria a través del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, para todas las frecuencias, comerciales y privadas, en todos los idiomas. Habla Jenny Sparks en nombre de The Authority.
No estáis solos".