The Amazing Spider-Man #31, #32 y #33.
LA SAGA DEL PLANEADOR MAESTRO
Por fin hemos llegado al cénit de la primera etapa de Spiderman, con Lee y Ditko como equipo creativo. Hablamos del arco en tres números llamado «¡Si éste es mi destino…!» (título también del primer número), más conocido como «La saga del Planeador Maestro» (en honor al villano de la función, cuya identidad no se desvela hasta el segundo episodio). Esta historia se vertebra en torno a una carrera contrarreloj de Spiderman para salvar la vida de Tía May, aunque por el camino ocurrirán muchas otras cosas dignas de mención.
The Amazing Spider-Man #31. ¡Si éste es mi destino…!Ya desde el comienzo podemos advertir que estamos ante un número especial, en el que presenciaremos eventos muy significativos. En el plano personal, asistimos al comienzo de una nueva etapa en la vida de Peter Parker: su llegada a la universidad. Atrás quedan sus años de instituto (¡qué rápido ha pasado el tiempo!) y, gracias a una beca por sus buenos resultados académicos, Peter puede matricularse en la Universidad Empire State. Allí se topará, para su disgusto, con un viejo conocido, el
bully de Flash Thompson, que a estas alturas, pese a todo, ya es casi de la familia. Pero también habrá caras nuevas, ya que en este número hacen su primera aparición dos personajes que serán extremadamente importantes en la vida de Peter: Harry Osborn y Gwen Stacy. Esta viñeta de la página 8 resulta, por ello, un momento mítico:
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Al principio, Harry congeniará muy bien con Flash, aunque sabemos que es Peter de quien se hará íntimo amigo en el futuro. En cambio, Gwen sí que sentirá desde el primer momento una atracción irresistible por Peter, debido a su inteligencia, su buena presencia y, sobre todo, su aire misterioso y reservado. El problema —y este es uno de los conflictos fundamentales de este número— es que Peter está tan preocupado por el reciente ingreso de Tía May en el hospital (debido a sus mareos frecuentes) que no tiene la cabeza para socializar con nadie. Se pasa las horas abstraído, cerrándose en banda a cualquier interacción con sus nuevos compañeros de clase. Esto creará en los demás la percepción de que Peter es un engreído que no se digna a juntarse con nadie, cuando en realidad el pobre está pasando una muy mala racha. De hecho, Gwen —que es dibujada por Ditko como una chica de belleza espectacular, con un aire a Veronica Lake—, se sorprende de que Peter sea el primer hombre en su entorno que no intenta tirarle los tejos. Pese a todo, no creamos que Peter ha pasado página por completo de su pasado amoroso, ya que Betty Brant no quiere aceptar la propuesta de matrimonio de Ned Leeds hasta que no averigüe cuál es el secreto que guarda Peter y que, según cree ella (con mucha razón), ha sido la clave del distanciamiento entre ambos.
Pero, aunque este número dedica mucho espacio a narrar los avatares de Peter en su reciente ingreso en la universidad, no sería un cómic de Spiderman sin una trama superheroica de fondo. Y es que, en paralelo a su periplo universitario, un misterioso criminal llamado por sus secuaces «Planeador maestro», del que desconocemos su verdadera identidad (aunque sabemos, por sus palabras, que se ha enfrentado previamente al arácnido), está preparando un gran golpe desde una base submarina secreta. Cabe señalar que la ambientación y el tono de la historia nos recuerdan hasta cierto punto a viejas películas de James Bond como
Operación Trueno (curiosamente, del mismo año que este cómic: 1965), con villanos uniformados, peleas acuáticas y artefactos de alta tecnología (como la máscara que inventa Peter para no respirar el gas tóxico).
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En esta ocasión, nuestro amistoso vecino arácnido cuenta con la ayuda de Frederick Foswell, quien, trabajando como reportero del Daily Bugle bajo la identidad alternativa de Parche, husmea en los bajos fondos en busca de una noticia de envergadura. Al descubrir lo que se está cociendo, acudirá a Spiderman para darle el soplo. El número acaba con una escaramuza en el muelle en la que Spidey consigue evitar el robo que estaban organizando los subalternos del Planeador (quienes, por cierto, logran escapar), tras lo cual nos enteramos de las verdaderas intenciones del misterioso villano: descubrir los secretos ocultos de la radiación atómica para así poder gobernar el mundo. Y aún queda hueco para un
cliffhanger final cuando vemos a los médicos que atienden a Tía May comentar que a la pobre anciana no le queda mucho tiempo.
The Amazing Spider-Man #32. ¡Un hombre furioso!El elocuente título del siguiente número, «¡Un hombre furioso!», no es en absoluto baladí. Del mismo modo que la cólera de Aquiles es el punto de partida de
La Ilíada —es un lugar común que sin un héroe encolerizado, ya se llame Aquiles, Roldán o el Cid, no hay epopeya—, aquí la ira de Peter funciona como motor de este episodio. Y es que no hay emoción que impulse con más tenacidad al héroe en la batalla que la furia guerrera. Lee y Ditko, conscientes de que la fórmula narrativa habitual (según la cual el héroe es derrotado en el primer encuentro con el villano, pero sale victorioso en el segundo) no causaría el impacto debido en este capítulo, decidieron llevar al arácnido al límite. Lo harían enfurecer hasta tal punto que en ningún momento habría enemigo que le pudiera hacer frente, ni bloque de hierro forjado que no pudiera levantar. Había un motivo de peso para ello: el Planeador Maestro había puesto en peligro la vida de Tía May, y solo la acción de nuestro protagonista podría salvar la situación.
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El episodio se inicia con la revelación de la identidad del Planeador Maestro: no sorprende, si atendemos a las pistas que han ido dejando en el número anterior, que se trate del Dr. Octopus, cuyo objetivo último es dominar la radiación. En paralelo, los médicos le comunican a Peter que la causa de la enfermedad de Tía May es una partícula radiactiva que han detectado en su sangre. El joven, recordando la transfusión que le hizo a su tía tiempo atrás (ver
The Amazing Spider-Man #10), se siente profundamente culpable. Peter ya falló a Tío Ben, y no podría soportar ahora la muerte de Tía May sobre sus espaldas. La mera idea le lleva al primer acceso de ira, a consecuencia del cual romperá el mobiliario a su alrededor; una reacción muy inusual en él. Para curar a su tía, Peter decide acudir a un viejo conocido, el Dr. Connors, a quien conocimos en
The Amazing Spider-Man #6 como Lagarto (y que ahora ya está curado y reformado). Éste le explica que una dosis del Suero ISO-36 es lo único que puede salvar a su tía, y, sin tiempo que perder, hace un pedido a la Costa Oeste. Pero Octopus se entera de que ese cargamento viene en camino y, sabiendo que también le serviría para sus investigaciones, decide robarlo. Cuando Spiderman se entera de que han interceptado el frasco, montará en la más destructiva cólera que hayamos presenciado hasta la fecha, y arrasará la ciudad en busca de los secuaces de Octopus.
Finalmente, en un callejón descubre una trampilla que da acceso a la base secreta, y el episodio culmina con una pelea cuerpo a cuerpo entre el pulpo y la araña, en la que el primero asume la imposibilidad de ganar ante un enemigo que, alimentado por la furia expansiva, ve incrementada su fuerza de forma descomunal. El combate apenas tiene una extensión de cuatro páginas, pero sirve de enlace a la escena más célebre de la saga: aquella en la que, con la base cayéndose a pedazos y Octopus desaparecido en combate, Spiderman queda atrapado bajo un armatoste de hierro forjado, experimentando el miedo de morir ahogado en esa cámara que, por una grieta surgida en el techo, se va inundando a un ritmo creciente.
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Este número supone un cambio de tono significativo respecto al anterior, ya que dejamos de lado toda la subtrama universitaria y nos centramos en la pelea del arácnido contra el Planeador Maestro. Sin embargo, eso no quiere decir que el plano privado quede relegado en favor de la épica superheroica, ya que son los acontecimientos del primer ámbito los que sirven de acicate para el desarrollo de la segunda. Es decir: sin un Peter enfurecido ante la posibilidad de perder a Tía May, la pelea de Spiderman contra su archienemigo no habría tenido los matices, ni la hondura dramática ni el espectacular desarrollo narrativo que observamos en este episodio. Por otra parte, en el transcurso del capítulo Lee y Ditko aún encuentran espacio para que Peter se muestre deliberadamente rudo con Betty Brant, con el propósito de que la chica se olvide de él de una vez por todas.
Por último, conviene poner de relieve que en este número Spiderman se ha convertido poco menos que en un «ejército de un solo hombre», que lucha egoístamente por su propio interés (ejerciendo a título particular, no por un bien común) y que lleva sus acciones hasta las últimas consecuencias. Peter no arriesga su vida de forma desinteresada, como habitualmente, en beneficio de la sociedad en la que vive, sino para salvar a un ser querido, porque eso le reporta un beneficio personal. Por tanto, no se trata tanto de un acto superheroico como de un sacrificio racional, como el que haría cualquier padre por su hijo. Es así como Spiderman se erige en este número como una personificación clara del ideal objetivista de Ayn Rand, filosofía con la que Steve Ditko tenía una enorme fijación en aquella época.
The Amazing Spider-Man #33. ¡El capítulo final!La portada más icónica de toda la etapa —que muestra a un Spiderman atrapado entre hierros a punto de morir ahogado— sirve como presentación al episodio final de la Saga del Planeador Maestro, aunque al Planeador (Octopus) ya no lo volveremos a ver en todo el episodio. Las primeras cinco páginas, sumamente míticas, están dedicadas al esfuerzo titánico de Spiderman por liberarse de la mole metálica que lo atrapa; aunque se siente muy fatigado después del combate con Octopus, el recuerdo de Tía May y Tío Ben le insuflan las fuerzas necesarias para levantar a pulso el amasijo y huir del lugar, no sin antes recuperar el frasco con el suero salvador. En el camino de vuelta tendrá que luchar contra un buen puñado de secuaces, pero a estas alturas no supone mayor obstáculo para el arácnido.
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Una vez de vuelta con el Dr. Connors, podrán comprobar la efectividad del suero, que rápidamente es llevado al hospital para inyectárselo a Tía May (quien en esos momentos se encuentra crítica). Mientras salen los resultados, Spiderman aprovecha para sacar unas cuantas fotos de la detención de la banda de Octopus por parte de la policía, que luego conseguirá vender a Jameson por un buen precio.
Entretanto, también hay espacio para rematar la relación entre Betty y Peter, pues cuando la chica lo ve lleno de magulladuras, joven fotógrafo le deja caer que son gajes del oficio y que no piensa renunciar a ese estilo de vida, lo que hace que ella recuerde el trágico destino que corrió su hermano y decida que no quiere volver a pasar por una situación similar en relación a un ser querido. El episodio acaba, en fin, como no podía ser de otra forma: con la rápida mejoría de Tía May tras la aplicación del suero, y Peter satisfecho de no haberle fallado.
Valoración globalAsí, concluimos el análisis el primer arco argumental en tres partes de la historia de Spiderman, una saga que es un hito del cómic por derecho propio. Motivos hay sobrados: la buena planificación del guion (que desarrolla la vida privada y la faceta superheroica de Spiderman en un perfecto equilibrio, imbricando ambos planos y haciéndolos depender mutuamente de forma creíble y orgánica), el exotismo de la trama y la ambientación, el formidable pulso narrativo en secuencias antológicas (como la inundación de la cámara en la que Spiderman queda atrapado), la hábil gestión de la intriga (ante la identidad del Planeador, ante la posibilidad de llegar a tiempo para salvar a Tía May…), la llegada de nuevos personajes que serán clave en el devenir de la serie (Harry, Gwen), e incluso el descubrimiento de nuevas facetas en la personalidad de Peter que no conocíamos hasta el momento.
Todo esto sin olvidarnos, por supuesto, del excelente dibujo de Steve Ditko, que a estas alturas de la serie ha alcanzado un nivel soberbio de precisión, de eficacia en la transmisión de ideas y de fluidez narrativa, valiéndose ocasionalmente de soluciones creativas que rompen con la monotonía de las habituales secuencias de viñetas pequeñas. Es el caso del momento en que Peter llega a la Universidad, cuyas interminables gestiones quedan representadas en una viñeta coral que refleja muy bien el caos de esos primeros días.
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Y, por encima de todo, destaca su labor en la secuencia clímax antes mencionada —la de la liberación del arácnido del amasijo de hierro—, que empieza con viñetas pequeñas (en las que nos sentimos tan asfixiados como Spidey) para continuar con viñetas que van ampliando su tamaño progresivamente (reflejando así la creciente sensación de libertad del personaje), hasta llegar a una liberadora
splash page en la que se desembaraza por completo de la maquinaria. Una escena realmente brillante en su planificación, cuyo dinamismo visual le imprime un carácter casi cinematográfico.
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En definitiva, un hito por derecho propio en la historia del cómic superheroico.