He leído
Pax Romana.
Se trata de una miniserie de cuatro números, escrita y dibujada por Jonathan Hickman, publicada en la editorial Image entre 2007 y 2008. En su momento la dejé pasar, más por el propio autor que por la premisa, pero debido al excelente
artículo de mi buen amigo
adamvell en el Coffe Bean, decidí darle una oportunidad por si realmente me estaba perdiendo algo tan interesante como los lectores proclamaban. Una vez completada su lectura, creo que la mejor frase que define mi valoración final es: la primera intención es la que vale.
No voy a decir que es un mal tebeo, porque realmente no lo pienso, ni creo que lo sea, pero tampoco puedo decir que sea todo lo bueno que debería ser. De hecho, tampoco tengo muy claro si se debería calificar de tebeo un producto que parece ser más un relato corto ilustrado que otra cosa. Esto en sí mismo no me parece malo, me gusta que los autores arriesguen e intenten innovar en el medio, claro que sí. El principal problema es que Hickman no tiene el talento suficiente para realizar un trabajo como este y podamos considerarlo de notable. Mi sensación es que su apoyo en la ilustración no es más que una táctica para evitar que la obra sea aún más densa de lo qué es, añadiendo descripciones y todo lo necesario para novelar una historia de este tipo. Tampoco la densidad es algo malo per se, solo cuando el autor se escuda en ella para no desarrollar debidamente una trama y los personajes que la protagonizan. Digamos que lo que gana en innovación, tanto con esa estructura narrativa tan diferente, acompañada de una paleta de colores monocromáticos muy interesante, lo pierde a la hora del desarrollo de la historia y de los personajes. Si bien es cierto que hay diferentes planteamiento que si consigue desarrollar hasta el punto de llevar al lector a una compleja reflexión a través de una dura crítica a la humanidad, su ego y sus capacidades manipuladoras, al igual que no se corta un pelo en plantar cara a la Iglesia y al resto de religiones, la política y la constante búsqueda de una utopía social que incluso conociendo los acontecimientos la humanidad es imposible de encontrar. Además, tenemos interesantes debates filosóficos, morales e ideológicos que dejan constancia de la densidad de la obra y de cuanto arriesga el autor al sacar a relucir estos temas a pecho descubierto y sin red. Para mí, lo más interesante de toda la miniserie.
El problema es que la obra no tiene alma. Su incapacidad de transmitir emociones es debido a la forma de narrativa elegida por el autor. Los recargados textos en sí mismo no son precisamente el mayor error, sino la forma en la que la trama avanza de forma confusa y con saltos temporales no demasiado claros. A todo ello habría que añadir el nulo desarrollo de los personajes, los cuales son meras descripciones en una ficha, otro recurso narrativo que lastra demasiado la fluidez de la lectura. Es imposible conectar con el sosías de Nick Furia, ni con ninguno de sus hombres, ni prácticamente con nadie que participe en la historia, porque son meras comparsas de una apabullante sucesión de conceptos de corte social, político, religioso, incluso filosóficos. Perfectamente plasmados esos sí, pero más propios de un libro histórico o una enciclopedia que de una trama de un relato de ficción. Habrá que piense que el estilo encaja con la premisa. Y no le faltará razón, pero sacrifica demasiado para plasmar ese rigor histórico, aunque sea ficticio. Bajo mi punto de vista, Hickman ha dejado que la densidad y los conceptos que pretende esbozar hayan ocultado todo el hilo argumental y la pequeña porción del relato que pueda ofrecer una lectura adictiva y fluida. En ese aspecto, me parece una obra fallida, la cual no me permite conectar con ella de ninguna de las maneras, a pesar de que tanto la premisa como el trasfondo me parecen muy interesantes. No solo me parece válido qué cuenta, sino que cómo lo cuenta también es una parte importante y aquí se ha obviado demasiado en pos de mostrar un arte que, dicho sea de paso, tampoco es que me parezca gran cosa. Vamos, que se dedique mejor a escribir guiones, porque el dibujo y la narración gráfica no me parecen gran cosa, la verdad.
En definitiva, Pax Romana parte de una serie de ideas muy interesantes, con momentos que invitan a cierta reflexión profunda sobre el ser humano y su inherente capacidad para controlarlo todo, hasta la misma historia, pero adolece de un desarrollo soso, aburrido y demasiado confuso en ocasiones. Ni siquiera se para un momento a desarrollar el nacimiento de un descubrimiento tan importante como el viaje en el tiempo, todo su empeño se centra en otras cuestiones, perdiendo la línea narrativa más básica y contando solo aquello que le interesa de forma tramposa y torpe. Es una pena, porque me apetecía conocer de primera mano la historia e iba predispuesto a que me gustase, pero no ha podido ser. De hecho, me he tenido que leer el tomo en dos partes, porque a la primera me fue totalmente imposible, se me atragantaba. En cierta forma lo agradezco, porque en el desenlace hay un par de cuestiones que me han gustado, con algún giro interesante en la línea de crítica hacia el ser humano, pero que no ha sido suficiente para conseguir que valoración general mejore demasiado. Quizá ayer me pareció un tomo con el que no llegué a conectar en absoluto, mientras que tras concluir la lectura me deja más con sentimientos encontrados, acercando un poco más las apreciaciones positivas a las negativas, sin llevar a equilibrarlas. Iba a darle una oportunidad a “El Informativo Nocturno”, pero creo que voy a pasar. El Hickman independiente me convence aún menos que el que vemos en Marvel, siendo capaz de mostrar tan pronto su mejor faceta como la peor posible; prefiero dejarlo en pax.