Acabé la lectura cuando escribí lo último, que se juntó una noche de insomnio y esto que se lee solo.
Nos enteramos que la nieve no está relacionada, al menos no directamente, con los experimentos nucleares, sino que es el inicio de una invasión. Y muy efectiva, he de decir. Si en vez de nieve blanca hubiera sido polvo morado, hubiera muerto mucha menos gente, que se hubiera encerrado en casa al verlo.
Una invasión, de la que ni siquiera sabemos la apariencia de los invasores, pues lo que le pensábamos que eran los invasores, parecen ser unas marionetas teledirigidas por los verdaderos invasores, que aún permanecen ocultos. Y todo esto lo sabemos por Fava, que lo sabe todo demasiado, diría yo.
Juan y Fava, separados de Elena y Martita, y enrolados en el ejercito, no les queda otra que luchar. Sobretodo al pobre Juan, que le encasquetan la vanguardia, como carne de cañón. Si se llamará John, otro gallo le cantaría, pero siendo Juan, no le queda otra.
Tras la nieve, se enfrentan a los cañones de luz y las nubes que hacen que pierdan la razón. Muy chula está última y muy bien dibujada, que por momentos ya no sabes qué es realidad y qué locura.
Ah, y los argentinos y el fútbol. Cuando empiezan a morir, Juan los primero que piensa es en los jugadores de la selección. Y el punto elegido donde hacerse fuertes frente a la invasión no podía ser otro que la cancha del River plate, el Monumental. 67 años y no han cambiado un ápice.