Cuentan
las crónicas que allá por 1961, Stan Lee era el hombre más harto del mundo. Él, que había disfrutado en Timely Comics del auge y caída del cómic, malgastaba su talento escribiendo tonterías. Él, que quería ser Stanley Lieber, el reputado escritor, tenía que conformarse siendo Stan Lee, el tío que ponía su arte al servicio de la moda del momento. Y estaba a punto, a puntito de mandarlo todo al cuerno y buscarse un trabajo de verdad.
Fue un día en un campo de golf el que cambiaría las reglas del juego. Entre hoyo y hoyo, Jack Liebowitz, presidente de DC Comics, contaría a su homólogo marvelita lo bien que habían funcionado los primeros números de la JLA, una colección que reunía a las estrellas más fulgurantes de la editorial. Martin Goodman, el más pequeño de trece hermanos, había aprendido desde muy jovencito a buscarse la vida y se dio cuenta rápidamente de que había ahí un negocio en ciernes. Y le encargó a Stan Lee, el hombre más harto del mundo, que escribiese tebeos de superhéroes.
Para el bueno de Stan eso no difería mucho de los encargos de cómics románticos o del oeste, pero en este caso decidió escuchar el consejo de su esposa y escribir lo que le diese la gana. La Era Marvel estaba a la vuelta de la esquina.
Clásicos Marvel (X): Los 4 Fantásticos y La Trilogía de Galactus, de Stan Lee y Jack Kirby.El primer número de Los 4 Fantásticos era un tebeo arquetípico de superhéroes y, al mismo tiempo, era diferente. Empezaba presentando la trama y un flashback nos narraba cómo cuatro personas habían adquirido capacidades sorprendentes. Unas páginas después, habían salvado Nueva York de la invasión de los moradores del subsuelo. En los números siguientes se seguiría demostrando que no eran ni por asomo unos superhéroes al uso, a diferencia de los iconos deceítas como Superman, Batman o Wonder Woman. Los 4 Fantásticos salvaban al mundo, claro, y lo hacían cada número, pero su humanidad les distanciaba mucho de parecer dioses o justicieros.
Stan Lee se había asociado con el talentoso Jack Kirby, antigua estrella de la editorial que había cocreado entre otros al Capitán América en los años 40, y mes a mes iban sacando adelante un tebeo tan ingenuo e infantil como por entonces debía ser una publicación dirigida al ingenuo público infantil de la época. Con magníficos conceptos, eso sí, asomando entre las batallas contra enemigos absurdos y caricaturescos.
Sinceramente, ignoro qué llegó antes: tal vez Stan Lee decidió que había que llegar a un público mayor del habitual, o puede que fuese el hecho de que los adolescentes conectaran con el tebeo lo que obligó a sus autores a reformular la forma de contar las historias, pero el caso es que los cómics Marvel comenzaron a volverse más sofisticados, menos inocentes. En las universidades americanas se leían las cada vez menos ingenuas andanzas de Thor, de Los Vengadores o de Spiderman, y por supuesto de Los 4F, que por aquel entonces ya era un serial de sci-fi superheróica en el que cualquier idea, por alocada que fuese, tenía un desarrollo que la hacía funcionar a la perfección y en que iban surgiendo ideas que marcarían a fuego a la editorial durante décadas.
Y a medida que esas historias ganaban en madurez, los personajes crecían: Reed Richards, el científico que lideraba el grupo, se mostraba como un explorador de lo imposible cuyos poderes eran algo absolutamente secundario; Sue Storm daba un paso más allá en su faceta de "chica del héroe" mostrando una atracción por el príncipe Namor, recuperado de los tiempos de Timely; Ben Grimm, trasunto del propio Kirby, se había convertido en un buenazo con mal genio atrapado en un cuerpo pétreo que le hacía parecer un mostruo; y Johnny Storm... bueno, Johnny Storm era el chaval impertinente que nos recordaba que los tebeos están dirigidos fundamentalmente a chavales (sean impertinentes o no).
La colección seguía siendo un producto de consumo rápido, diversión de usar y tirar en una veintena de páginas, pero era muy fácil engancharse a esos personajes: teníamos la tensión romántica de un Reed enamorado de Susan y de una Susan debatiéndose entre el hombre al que amaba y el "chico malo" que le había puesto su mundo patas arriba, o el sentimiento de culpa de Reed por haber propiciado que su mejor amigo acabase convertido en un hombre de piedra, o la dinámica cercana al
slapstick de La Cosa y La Antorcha Humana. Además, las historias eran cada vez más imaginativas y presentaban conceptos más elaborados, y los villanos eran menos absurdos y más interesantes.
Es probable que cualquiera que se regale el gustazo de leer el Omnigold
Los 4 Fantásticos: La Edad Dorada sea capaz de percibir la grandeza de esa etapa de una colección que, por aquel entonces, ya se había desatado como un derroche de inventiva: en un número podías descubrir a Los Inhumanos y al siguiente encontrarte con Pantera Negra en Wakanda, todo ello sin que te diese tiempo a respirar. Entre todas esas historias que hacen honor a ese apelativo de "Los Mejores Cómics del Mundo" que acompañaba a la serie desde sus inicios destaca sobremanera La Llegada de Galactus, tres números que respondían a ese "más difícil todavía" en el que se habían enfrascado Lee y Kirby: la amenaza definitiva sobre La Tierra llegaba en forma de ser cuasidivino cuyo apetito sólo podía saciarse devorando mundos y Los 4 Fantásticos, aún asumiendo que el fin estaba cerca, se enfrascaban en un viaje a través de su propia mitología para encontrar una solución imposible para detener ese inevitable apocalipsis.
Por si ese fuera poco, en la ecuación se introducía a un personaje, Estela Plateada, que a pesar de su ridículo diseño (un alienígena en calzoncillos que surcaba los cielos a lomos de una tabla de surf) se mostraba majestuoso en los lápices de Kirby. Lo brillante y trágico del concepto de un hombre que salvaba su planeta sacrificándose a un destino tan dramático como el de buscar mundos para que su amo calmase su hambre acabaría convirtiendo al surfista plateado en el personaje favorito de Stan.
Finalmente, y no sin ayuda (el Deus Ex Machina es de los que hacen época) Los 4F salvarían el mundo, dejándonos para el recuerdo una historia contada en sesenta páginas escasas que contenían más épica y buenas ideas que series enteras.
Tras alcanzar esa cima, la colección continuaría su fértil trayectoria (ahí quedan historias como "Ese Hombre, Ese Monstruo" tan sólo un mes después de la Trilogía de Galactus, o el engaño por medio del cual El Doctor Muerte, que hacía tiempo que había dejado de ser el mamarracho megalómano con armadura de los primeros números para evolucionar a algo mucho más interesante, obtenía el poder cósmico de Estela Plateada, o el viaje a La Zona Negativa para salvar a Sue -ya Richards- y su hijo nonato) hasta que las discrepancias sobre la cuota de mérito de Jack Kirby le llevaron a dejar Marvel Comics y, por extensión, Los 4 Fantásticos. Atrás quedaban un centenar de números, un
tour de force creativo que había no sólo dignificado, sino expandido el género hasta límites insospechados. Pero sobre todo quedaba atrás una época extraordinaria en la que cualquier cosa podía pasar, una etapa que simbolizaría con el paso del tiempo todo aquello a lo que Marvel, "La Casa de las Ideas", podía llegar a aspirar.
Porque incluso cuando las ideas escasean, siempre nos quedará recordar a Stan y Jack.
Tal es su grandeza.
Excelsior.
Pd: Dedicado a Adamvell y su familia. Enhorabuena, compañero.