Parece que en esta ocasión me he adelantado con respecto a los lectores habituales de esta serie. De una tacada me he leído los números 10 y 11, otros dos ejemplos de cómics de gran calidad. En el primero de ellos tenemos al Juguetero como protagonista, que crea una serie de figuras articuladas de Superman para realizar robos en los hogares de Metropolis. A diferencia de otras entregas, me ha parecido un tebeo superheroico al uso, sin dobles lecturas ni demasiada profundidad, lo cual no es necesariamente malo, porque sí me ha resultado una lectura sumamente entretenida. Además, para mí, el principal punto fuerte es la motivación del villano, que no es otra que la venganza, intentando no solo derrotar al hombre de acero, sino también hacer que su reputación sufra en el proceso. También me ha parecido un argumento muy original. Quizá ya se ha empleado en otras historias o cómics, seguramente, pero aplicado a nuestro protagonista me ha parecido muy novedosa e interesante. Como siempre suelo indicar, desde la simplicidad, esta serie consigue tratar conceptos muy interesantes, pero sobre todo presentar un trabajo muy sólido mes a mes.
El segundo número ya entra dentro de la categoría de maravilla. Una vez más, McCloud demuestra que tiene ideas interesantes que contar y que sabe perfectamente como hacerlo. A pesar de que estamos ante la primera parte de lo que parece ser una saga en dos números, o puede que más, este primer capítulo ya tiene un entidad suficiente para catalogarlo de uno de esos cómics que roza la excelencia. La primera parte se centra en un Superman que parece estar trabajando a medio gas y que sus poderes no parecen estar a plena potencia, lo que genera cierto descontento con sus actuaciones, sobre todo a Lois, que acaba tachándolo de vago. Pero esto es realmente anecdótico, porque el guionista aprovecha esta premisa para sacar a relucir un interesante debate sobre el papel del superhéroe en el mundo. Es decir, un héroe, aunque después se da un explicación plausible a los actos de Superman, no debe estar para salvar a la Humanidad de sus problemas cotidianos, sino para ayudarles en momentos que sin la presencia de alguien con sus poderes podría suponer un desastre o la pérdida de vidas. Obviamente, todo tiene sus matices y es un tema que nos llevaría a un amplio debate, pero McCloud pone sobre la mesa la actitud egoista del ser humano, despreocupado ante la simple posibilidad de que sea Superman quién lo salve de cualquier peligro.
Ante esta situación, veremos el rechazo hacia el ídolo, la caída de un dios o cualquier concepto similar, saliendo a relucir la faceta más egoista del ser humano. En la segunda parte la historia da un giro total cuando descubrimos que
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Ante este descubrimiento, veremos el lado contrario del ser humano, que ahora se vuelca para ser él
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Y si antes teníamos una reflexión del papel del héroe en el mundo, abordando temas reales, ahora tenemos una definición perfecta de lo que supone un héroe, que posiblemente ahora tenga que ceder su papel a otros para que lo salven a él.
En muy pocas páginas, McCloud realiza un ejercicio narrativo brutal, donde se tratan varios temas realmente interesantes y que afectan históricamente al género, pero además con distintas capas d lectura. Y eso es otra genialidad en mi opinión, porque es un tebeo que puede leer un niño y disfrutar con él perfectamente, pero es evidente que desde un prisma más adulto la lectura ofrece otros tintes distintos, mucho más profundos y reflexivos. Sinceramente, yo esperaba pasármelo bien leyendo esta serie, pero no esperaba en absoluto encontrarme una historias tan buenas a estos niveles. Me he quedado con muchas ganas de ver la resolución de la trama, que espero que está la altura de este número, aunque lo tiene muy complicado, me temo. En menos de un año de colección, me da la sensación que este título podría estar incluso por encima de la serie hermana de Batman, pese a que también es bastante buena. ¡Y encima en grapa económica! Esto es digno de alabar, sin duda alguna...