Os cuento otra anécdota, aunque no llega al nivel de mi librero acosador.
En una ciudad, que me cae relativamente cerca, hay una tienda de cómics. Hace 15-20 años yo no solía visitar esta ciudad y, por tanto, tampoco la tienda. Pero un par de veces que fui por entonces me llamó la atención el servicio. Os explico.
Lo primero, es que en la entrada tiene un arco que detecta si llevas encima un comic de la tienda... y esto es posible porque a los propios cómics les ponen pegatinas, que llevan un código y tal (lo siento por la vaga explicación, pero no tengo idea de cómo funciona). Esto supone que te puedes llevar a casa un ejemplar con una pegatina. Si bien yo no soy el más tiquisimis del mundo, me incomoda un poco ver eso ahí, y me puedo imaginar a muchos compradores horrorizados por esto.
Lo segundo, es que los ejemplares que están en las estanterías son solo para mirarlos. Es decir, tú miras un ejemplar de Batman o de Spiderman... y cuando lo tienes claro, se lo tienes que decir a la señora y ella se mete en el almacén y busca un ejemplar de esos cómics. Entonces, debes perder un poco de tiempo esperando a que ella vaya a buscarlo, no puedes equivocarte pidiendo algo que no toca... Es un follón. No sé, imaginad que miráis unos cómics, echáis las cuentas pero resulta que lo habéis calculado mal y cuestan un poco más... pues hale, a decir que este sí o que este no. O se pueden dar otras situaciones, como pedirle un Spiderman de hace cinco meses, que ya no lo tienen expuesto, y la mujer te lo tiene que buscar.
Por último, la propietaria de esta tienda no tiene mucha idea de cómics. Es una mujer que montó este negocio por sugerencia de su hijo, que es el que realmente entiende del tema, y lo que le pidas a ella... te da el mismo que te podría dar un albañil o un vendedor de seguros.
Lo sorprendente del caso es que esta tienda, pese a este servicio un poco peculiar, sigue ahí. Y mira que han salido otras, pero no han conseguido tumbarla. En una de esas otras tiendas sí que fui un comprador habitual durante estos últimos tiempos, al menos hasta que cerró allá por 2018. El librero me decía de coña "joder, todos los lectores de la ciudad se quejan de esa tienda... pero ahí está, la tía no cae". Y también me comentaba que esa señora había encontrado un pequeño filón: resulta que todas las bibliotecas municipales de la provincia que querían adquirir cómics... se los compraban a ella.