He leído
Providence Nº 3.
Retomo la lectura de la serie tras mi
comentario.
Ha pasado mucho tiempo, pero por fin he podido ponerme con el último acto de esta magnífica obra que nos ha dejado Alan Moore, sobre la figura de H.P. Lovecraft y toda su obra. Sin lugar a dudas, una obra maestra del cómic que trata múltiples temas con una importante densidad. Como ya comenté en anteriores volúmenes esta es una obra muy exigente, que cuenta distintas capas de lectura y que aborda asuntos como la filosofía, el ocultismo o la física cuántica. Todo enlazado a través de un tema central que gira en torno a la posibilidad de que la realidad que vivimos y los sueños formen parte de dos mundos que convergen entre sí. De ese modo, la imaginación plasmada en la literatura no es fantasía, sino más bien un a realidad a la que no llegamos de comprender. La obra de Lovecraft sería una especie de llave a ese mundo, para el que el nuestro forma parte de un sueño, propiciando así cierta influencia a lo largo de los años en otros autores y obras, lo que permitiría que finalmente se fusionase, o más bien que la realidad onírica tomase el relevo sobre la realidad en la que existimos. A esto habría que añadir el planteamiento, algo filosófico, de los paralelismos entre la influencia de la religión y la ficción como conceptos intelectuales capaces de cambiar el mundo, así como un interesante apunte sobre la no linealidad del tiempo, sino más bien como algo cíclico. Esto viene especialmente tratado en la narrativa de las últimas páginas del tomo, donde vemos como los autores cierran el círculo que iniciaron en Neonomicon, de manera que todo acaba donde empezó esta interesante obra.
Hablamos, sin duda, de una obra muy compleja, no apta par cualquier público independientemente de que conozca o no la obra de Lovecraft, ya que Moore va mucho más allá de eso. No obstante, es cierto que se mantiene el tono referencial sobre todo en esa fase final del viaje de Robert Blake por Nueva Inglaterra, que concluye en Providence, donde conocerá al propio Lovecraft. De ese modo, Moore realiza en parte una especie de repaso de la biografía del autor, mientras de manera simultánea nos introduce en sesudas conversaciones sobre los misterios de la escritura y el papel del escritor dentro de la que posteriormente sería conocida como la cultura pulp. Además, tendremos multitud de referencias, incluso varios cameos, de los grandes escritores pulps de la época, incluidos Robert E. Howard y Edgar Rice Burroughs, poniendo de manifiesto una vez más la influencia de Lovecraft en muchos de los escritores del momento, así como otros posteriores. Además, Moore emplea un dato real, como fue la amplia correspondencia postal que Lovecraft tuvo con otros escritores, incluyendo Edgar Allan Poe, que también estará presente en fase, sobre todo por su importancia en el género de la poesía.
El viaje de Black llegará a su final de forma abrupta cuando se abre ante sus ojos la cruda realidad, algo que realmente lo vuelve loco. De ese modo, tenemos un brillante capítulo en el que vemos como su vida se sume en un horror continúo, siendo imposible diferenciar el mundo real del onírico, en constante fusión tras poner en marcha sus revelaciones, y también a la posterior profusión de los escritos de Lovecraft tras su separación. Así comience el inicio del fin, en el que Moore juega con la flexibilidad temporal,, añadiendo muchos guiños a aspectos de la biografía y la obra de Lovecraft, así como a su influencia en los escritores señalados y otros muchos que se van mencionando, incluso su albacea literario. Finalmente, los autores desarrollan un desenlace que toma como referencia parte de lo narrado en Neonomicon, para dar punto y final a esta obra en lo que podría definirse como el cumplimiento de una profecía anunciada de la cual Lovecraft fue su profeta. Un final brillante, que nos lleva por una atmósfera sobrecogedora, en un pequeño paseo por un mundo plagado de horrores que se se fusiona con la realidad que conocemos. Un final que muy bien podría ser un nuevo principio.