Alias, de Bendis y Gaydos.Admito que tengo cierta debilidad por los personajes femeninos en los comics. Quizás es porque he crecido rodeado de mujeres, o a lo mejor se debe a que símplemente me resulta sencillo empatizar con ellas.
Sea lo que sea, el caso es que esa debilidad existe y siempre ha existido, de la Kitty Pryde de Claremont o la Sue Storm de Byrne a la Carol Danvers que está (re)construyendo Kelly Sue DeConnick en Capitana Marvel o la Darla Deering que nos están regalando Fraction y Allred en su deliciosa y divertidísima Fundación Futuro.
Y por ahí pasan muchas postales imborrables desde aquellas tardes de tebeo y bocata hasta la actualidad: el terror de una Kitty sóla en Nochebuena, la fragilidad de Pícara plantada frente a una puerta, el desamparo en el rostro de Paige Guthrie en La Era de Apocalipsis, la sensación de triunfo de Illyana al invocar por primera vez su espada-alma, la humillación en los ojos de Karen Page en el Daredevil de Nocenti, todas y cada una de las lágrimas de la pequeña Darla durante esa misma etapa, el entusiasmo de una Mary Jane adolescente en una charla cómplice o la fuerza emocional de la Mary Jane adulta que nos regaló Straczynski. Y eso sólo en Marvel, ojo, que si recuerdo a Delirio hablando de su propia locura me sigue pareciendo uno de los momentos más conmovedores que me he encontrado en un tebeo.
(Quizás lo oportuno sería que me hubiese extendido un poco hablando de cómo la mujer ha ido evolucionando desde su papel como chica del héroe o directamente como elemento decorativo hasta llegar a, por ejemplo, Elektra. Pero por suerte, no es necesario. No cuando podemos recurrir al
estupendérrimo artículo de Oskarosa sobre el tema en la web Excelsior. Además, siendo sincero, no creo que me hubiese salido ni la mitad de bueno. Así que agradezco el haber podido evitar el ridículo por comparación).
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Voy a ir directo al grano y sin ambages: Alias me parece una maravilla, tanto a nivel conceptual como en su ejecución. Me lo parecía cuando me animé a leerla hace unos años, me lo sigue pareciendo ahora y muy mal tendrían que ir las cosas para que no me lo siguiera pareciendo con el paso del tiempo. Me fascina la historia que cuenta, me fascina lo bien que le va el dibujo a la obra, me fascina como esa retrocontinuidad de la que tanto se abusa de un tiempo a esta parte aquí, y sin que sirva de precedente, está utilizada de forma honrada e inteligente, me fascina lo bien que encaja el estilo de Bendis, ya sabeis, cabezas parlantes al estilo cinematográfico, diálogos sincopados y el famoso
decompressive storytelling que tantas líneas ha llenado en foros de Internet y que a Alias le va como un guante. Pero, por encima de todo, me fascina Jessica Jones.
A lo largo de la obra, veremos a una ex-superheroina al cargo de su propia agencia de investigación (sí, creo que se puede llamar así), veremos los casos que tiene que investigar, la gente con la que se tendrá que relacionar, conoceremos su origen e iremos desentrañando el misterio de los hechos que la llevaron a abandonar esa vida soñada de capas y antifaces.
Y aunque la premisa pueda parecer más o menos interesante, y ya lo creo que lo es, en el fondo no resulta ser sino un enorme macguffin.
Hay superpoderes, sí. Y hay investigación. Y hay una historia de origen. Y cameos de superhéroes. Y hay un misterio en torno a la protagonista que se va resolviendo poco a poco. Y todos esos elementos están utilizados con un gusto impecable. De verdad que sí.
Pero Alias no va de eso. No es una historia de superhéroes, ni de detectives, ni siquiera de misterio.
Alias es Jessica, su búsqueda personal de un lugar en el mundo y su lucha contra un pasado que necesita superar para empezar a vivir.
Si antes hablaba de las mujeres en Marvel, lo que hace especial a Jessica es la honestidad con la que está caracterizada. En un género en el que los personajes se prestan a la idealización, ella no podría ser más humana, más imperfectamente real. Incluso cuando lo más fácil sería caer en el tópico, ni siquiera se exagera su carácter autodestructivo: el personaje se va enterrando bajo el alcohol y el sexo culpable, claro que sí, pero no tanto al estilo poético del perdedor literario de barra, cama y culpa como de el de la autocompasión en la que podríamos caer cualquiera de nosotros al darnos cuenta de que la vida nos ha estafado y que hemos tocado fondo. Difícilmente nos cruzaremos en el camino de uno de esos personajes femeninos que pueblan el universo comiqueril y que he admitido que tanto me atraen. No, en la vida real no hay sitio para Hulka, ni Tormenta, ni demás personajes creados para estimular la imaginación masculina y representar sus propias fantasías. Pero el mundo está lleno de mujeres como Jess, cada una con su propio hatillo de decepciones, cicatrices emocionales y secretos inconfesables.
Como colofón, decir que tras el final de la serie, por lo que a mí respecta Jessica fue sustituida por un autómata en cuya inteligencia artificial se introdujeron cincuenta años de tópicos y se la convirtió en protagonista en The Pulse y en secundaria de lujo en Los Nuevos Vengadores. Y oye, fue un personaje divertido y cumplidor, con la frase cínica y molona siempre a punto.
Pero a la verdadera Jessica, la que me me enamoró número a número y me ganó para los restos, nunca la he vuelto a ver.
Ni falta que hace.