Antiguamente era dios, la iglesia o la monarquía, los regímenes totalitarios, un poder superior, conservador y restrictivo, los que censuraban y quemaban.
Hoy son los espectadores y lectores "progresistas" los que piden cancelaciones, censuras, despidos y multas a cualquier forma de arte que pueda considerarse excluyente, subversiva o fuera del canon.
Un poco más gilipollas sí que somos.