He re-leído
¿Dónde quedaron los buenos tiempos? de Jim y Alex Tefenkgi. Editado por ECC en cartoné con 160 páginas y un precio de 16,95€
"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante."
Asi comienza el famoso poema de
Gil de Biedma que tantos hemos llevado en nuestros apuntes de la vida antes de cumplir la veintena. Pero es tarde, mucho más tarde, cuando esa certeza te abofetea sin remilgos.
"Sabíamos que un día tendríamos que convertirnos en adultos. Nadie nos dijo que ocurriría tan rápido" parece apostillar
Jim en la contraportada de este comic que no puede recomendarse a todo el mundo. No digo que esté especialmente indicado para treintañeros, incluso para los que sobrepasan los cuarenta, pero yo sólo se lo recomendaría a gente que haya vivido, a gente a la que la vida, o también la muerte, los haya golpeado. No digo que con 18 años no se pueda tener un bagaje vital como para entender la obra, pero sí creo que es más fácil identificarse con la obra habiendo cumplido y sobrepasado los treinta como es mi caso, ya que un título tan descorazonador como este, sólo puede entenderse desde cierta conexión con los protagonistas, ya sea por esos detalles cotidianos que nos pasan a diario y que son sólo nuestros y que nos va soltando
Jim como perlitas escondidas, o por los mas notorios y claros, como el tener una hija de la edad de la del protagonista, haber pensado en follarte a una compi del curro, o por ser víctima de la precariedad laboral actual.
Yo, personalmente, me he sentido muy identificado en un pasaje en el que a pesar de que a los hombres a veces nos gusta jactarnos frente a las mujeres de que también sabemos llorar y regodearnos en nuestra tristeza, hay otras en que esas lágrimas son para compartir con tus amigos más cercanos y bien aprovisionados de drogas, sean legales o no (me entenderéis mejor si leéis el cómic que creo no he sabido expresarme bien). Asi que un muy acertado
Alex Tefenkgi dibujante francés que desconocía hasta leer este comic, nos deja fuera de la casa donde se reunen estos amigos para "llorar a su manera" mientras nosotros, curiosos lectores, nos quedamos en el rellano de la escalera, viendo la luz que se filtra por debajo de la puerta, y sin inmiscuirnos en esa intimidad de cuatro amigos reunidos, y que todos hemos vivido alguna vez.
Es una historia muy intensa, no melodramática, cargada de muchas de esas absurdeces del día a día que apenas si percibimos, protagonizada por unos tipos con treinta y muchos y que se dan cuenta de que muchos de esos sueños de juventud no van a poder cumplirlos. Y es un hecho dramático que no voy a spoilear el que les hace plantearse todas esas dudas existenciales. Como dice el guionista, es entonces "cuando empezamos a hablar con nosotros mismos para intentar aceptarlo". Se plantean su futuro, y piensan en qué cojones están haciendo con su vida y por supuesto anhelan esos "buenos tiempos" cargados de ideales y promesas de futuro. No puedo estar más de acuerdo con este argumento de
Jim, a fin de cuentas, las esperanzas y anhelos de los veinte años, cuando nos comíamos el mundo, han quedado finalmente en poco, en muy poco o en nada.
Todo ese existencialismo se refleja en el comic y en la idea de hasta qué punto los hechos del pasado condicionan nuestro presente y futuro. Hay un instante de sólo dos viñetas que me hicieron reflexionar sobre esto:
Hugo observa unas fotos de "los buenos tiempos" en un album, son unos amigos en una tapia, pantalones cortos, verano... Mientras vives esos momentos no te das cuenta de lo feliz que eres. Vives el momento. Sólo al recordarlo, ves que ese día que hicísteis la foto, uno como tantos otros días de aquel verano, fue y es muy importante en tu vida. Y eso te hace sonreir nostágico. No volverás a vivir aquel recuerdo, pero el cerebro se encargará de recordártelo y hacerlo más especial y único.
Es por ello, y sé que estoy divagando, que en este foro siempre digo cuando alguien se plantea vender sus grapas que compró cuando era un "nano", para comprar el próximo tochal que recopilará los números que fuiste comprando mes a mes, que no lo haga. Compra el tochal pero no malvendas tus grapas. Por mucho que paguen estarán malvendidas, porque el recuerdo ¡tu recuerdo! no tiene precio. La nostalgia te hará volver a ellas. Y eso mismo le ocurre a
Jean-Marc en el comic con otro "trasto-recuerdo". A fin de cuentas, estos recuerdos tangibles son nuestro puente y atajo a la infancia y la juventud.
Con todo, y a pesar de que los treinta, sean momentos en los que se nos van cerrando puertas, e incluso algunas dejamos que se nos cierren por pura desidia, la obra te deja un buen sabor de boca. Es muy optimista, no peca de oscura y tristona, sino que tiene mucha luz, y aunque te arranque alguna lagrimita, no serán de tristeza, sino de ternura o nostalgia. O porque un padre haría cualquier cosa por que su hija viera un cielo estrellado.