Bueno, Harry es un arquetipo bastante común, que ya les viene del Salvaje Oeste, de ajusticiar sin juicio, jurado ni defensa. Personaje fascista que arregla las cosas de un modo no ortodoxo, validado dentro de un estado democrático como el americano, que promueve no solo la total libertad del individuo para tomarse la justicia por su mano, sino que pone un arma en ella. Esa figura tan típicamente americana, se ve hoy en películas como Taken o The Equalizer hoy día (tampoco es casualidad que los villanos casi siempre sean extranjeros, rusos, alemanes, gente de Europa del Este), y antes hizo su agosto en actores como Eastwood, Bronson o Seagal. Quedaba muy bien eso de ajusticiar a un asesino de niños, más malo que la jibia, y ser lo más expeditivo, tajante e implacable posible. Al espectador le servían para desahogarse y fantasear con ese "si a tal cabrón lo cogiera yo, le daba dos tiros en la nuca". Todas estas pelis encantan a Trump y Abascal, por cierto.
A mí estos tíos duros que dan por fin su merecido a los criminales y malhechores que abusan del hombre de a pie y las pobres viejecitas, me gustan en su justa medida, tienen su punto, aunque prefiero que no los ensalcen, y que los pongan como un problema más, no como héroes. Por eso supongo me gusta tanto El Castigador, otro personaje completamente reprobable, pero en este caso uno "que no hace el bien", ni restituye el orden, ni gaitas, sino que hace las cosas por motivos completamente egoístas y que tiene un sentido de la moralidad bastante distorsionado (no a lo Mantlo, pero sí a lo Ennis).
En el caso de Alex también tenemos un estado y unos personajes que son para dar de comer aparte, pero a los que se trata desde un punto de vista sórdido, oscuro y desamparado, no hay división de buenos contra malos o de "mal necesario". Lo que sí te deja es un profundo desasosiego y la creencia de que el mundo es intrínsecamente malo.
Estoy 100% de acuerdo con todo lo aquí expuesto. Creo que el modelo que encarna Clint Eastwood en esta película está lejos de ser admirable. Otra cosa es que este tipo de personajes gusten precisamente por su falta de escrúpulos y su moral relajada, que es lo que los hace atractivos. Sin ir más lejos, Alex DeLarge es un villano realmente fascinante, y mil veces más interesante que el protagonista de cualquier película de Frank Capra.
No obstante, a mí
Harry el sucio no me parece una gran película. Sus valores cinematográficos me parecen más bien escasos, y no encuentro perspectiva posible en la que se pueda comparar con las películas de Kubrick, Peckinpah o Bogdanovich aquí citadas. Y mira que Don Siegel era una gran director (ese mismo año hizo
El seductor, también con Eastwood, que me parece muchísimo más sugerente y llena de matices; y no olvidemos que es el director de
La invasión de los ladrones de cuerpos, tal vez la cima de la ciencia ficción de la época dorada), pero esta vez trabajó con mimbres más bien toscos, y con un guion que no da más de sí.
Hm, hm, hm, hm.
No sé yo... es que el mensaje SÍ tiene que ver con la calidad de la película, a mi entender (con la sensibilidad del espectador al menos). Yo los prefiero cuanto más ambiguos y grises mejor.
Uff, este tema da para que corran ríos de tinta. Yo personalmente intento sustraerme en la medida de lo posible del mensaje de la película a la hora de juzgar su calidad. Creo que lo verdaderamente importante es si el autor ha encontrado la vía formal idónea para transmitir sus ideas, con independencia de que coincidan o no con las mías.
Algunas de las mejores películas de la historia tienen un mensaje cuando menos cuestionable (si no directamente deleznable):
El nacimiento de una nación de D.W. Griffith,
El acorazado Potemkin de Eisenstein,
Metrópolis de Fritz Lang,
Soy Cuba de Kalatozov... o casos extremos como
El triunfo de la voluntad de Riefenstahl.
Yo también prefiero la escala de grises, siempre. Y las preguntas a las respuestas. Pero, sobre todo en el cine clásico, me cuesta mucho no atender más a la forma que al fondo.
Por eso mismo, hablando de westerns, a mí me gusta más Peckinpah o Leone que Ford, que era muy "Wayne" él mismo (y quería ser vaya), en la rectitud y autoridad de sus héroes. Ese rollo "cowboy-bueno, indio-malo" no me va nada (o americano-buenerrimo, nazi-demoniaco).
Ya digo, gente como Peckinpah, mano de santo. Cruz de Hierro o Pat Garret a tope
Tengo las mismas preferencias que tú (
Pat Garrett y Billy the Kid es mi western favorito de todos los tiempos), pero no comparto esa visión del cine de Ford. Es verdad que su cine primigenio solía mostrar esa visión simplificada de la realidad, en la que los indios eran muy malos y los cowboys muy buenos; ahí está
La diligencia como ejemplo. Pero su cine se fue depurando y matizando con el tiempo, hasta llegar a esa obra maestra absoluta que es
Centauros del desierto. En ella, no hay personaje más oscuro, perverso y lleno de rencor que su protagonista, un John Wayne cuyo odio hacia los indios que raptaron
a su hija a su sobrina termina provocando que acabe solo y desamparado, porque es la única conclusión posible al modo de vida que ha elegido. Su personaje de Ethan Edwards me parece de los más complejos de la historia del western. Unos años después llegaría
El hombre que mató a Liberty Valance que también es una maravilla, y una de las precursoras de lo que se dio en llamar western crepuscular.
Por cierto, ya que hablabais de Bogdanovich, para mí su mejor película, no tan conocida como las que haría en los 70, es
El héroe anda suelto, una propuesta metacinematográfica en la que un ya anciano Boris Karloff, interpretándose a sí mismo, reflexiona sobre la transición a un nuevo paradigma de cine de terror, en el que lo sobrenatural ya no asusta a nadie y deja paso a un cine realista, descarnado, donde el verdadero miedo proviene del vecino de al lado que esconde una escopeta bajo la cama, y no del castillo encantado de turno. Fue un título tremendamente influyente y allanó el camino a
La matanza de Texas,
Halloween y todo el boom del slasher posterior, básicamente. Una delicia.