He leído
Vampirella de Pepe González Nº 2.
Continúo la lectura de estos recopilatorios tras mi
anterior comentario.
Por fin he podido hincarle el diente, nunca mejor dicho, a este segundo volumen publicado por Planeta que recupera las historias protagonizadas por Vampirella en su propia serie regular, ilustradas por el dibujante español pepe González. Continúa la numeración original del anterior, pero con la salvedad de que el barcelonés comenzaría a tener problemas con las fechas de entrega, teniendo que ser sustituido en diversas ocasiones, por lo que en Planeta deciden obviar esos número, algo lógico teniendo en cuenta el título de la serie. Esto es criterio exclusivo de la editorial española, ya que debemos aclarar que el material está disponible, debido a una serie de recopilatorios publicados por Dark Horse. Aunque me hubiese gustado tener todos los números de la serie, entiendo el criterio y no me molesta en exceso, pero me parece la inclusión de un índice demasiado escueto, donde no se indica claramente la procedencia de cada historia. La revista de Warren incluía varios relatos en cada entrega, no siempre protagonizados por la vampiresa de Drakulon, por lo que cuesta mucho saber de dónde procede cada historia. De hecho, los números USA se indican sucintamente en los créditos y por la inclusión de una galería de portadas al final, incluyendo ilustraciones de la 2ª y 3ª cubierta, donde se podía ver al personaje ejercer de presentadora de la revista en algunas ocasiones, uno de los elementos que no solían faltar en el resto de publicaciones de la editorial de James Warren. La verdad es que la edición, sin ser precisamente mala, podría haber estado un poco mejor, más allá del interesante artículo de Antoni Guiral en el prólogo.
Siendo honestos, este tomo me ha defraudado un poco. La anterior entrega estuvo mucho mejor en todo los aspectos. Incluso el arte de Pepe González me pareció mucho más sorprendente en los anteriores capítulos de la serie. No obstante, el trazo del artista barcelonés sigue siendo maravilloso. Su juego de luces y sombras es espectacular, así como su capacidad para el movimientos de la figura humana, en concreto la de la mujer, dejando estampas de una belleza incomparable. pero también es cierto que los guionistas parecen ser propensos a escribir guiones donde el dibujante se pueda explayar a gusto en sus habilidades, buscando mujeres sensuales en cada aventura, en un intento por construir historias en las que la mujer tenga cierta preponderancia, sobre todo si tiene sinuosas curvas y una belleza antinatural, ya sean enemigas o aliadas, en cada páginas nos salen al paso bellísimas y esculturales mujeres, con poses sexuales nada disimuladas, incluyendo algún desnudo ocasional. En un principio no está mal, pero a medida que avanza la lectura se comienza a dejar ver un patrón recurrente, donde Vampirella es el cebo para secuestradores de todo tipo, o mujeres de su pasado regresan buscando venganza. Por lo tanto, llegados a este punto, la serie pierde gran parte del a frescura que tenía en sus inicios, en gran parte por culpa de los guionistas, cargando sobre los hombros de Pepe González el peso del atractivo de la lectura.
Por estas páginas pasan diferentes guionistas, que optan por perder una de las características que mejor funcionó en la primera etapa de la colección: la serialización de las aventuras. El punto de inflexión lo tenemos al inicio del tomo en el que Len Wein cierra de alguna forma lo que a la postre sería el último enfrentamiento directo con el caos, resolviendo una trama en torno al nieto de Pendragón. José Toutain hace lo propio en uno de los pocos relatos a color que se pueden ver en la revista y que se volverían un recurso recurrente para historias muy breves en sucesivas entregas, para dejar paso a Flaxman Loew, seudónimo del escritor británico Mike Butterworth, principal responsable de una ruptura con lo anterior, poniendo a Vampirella y Pendragón en una gira por Europa, ya sea para cobrar una herencia de un familiar oriundo de Escocia, como para ser contratados con su show de magia itinerante. A modo de relatos autoconclusivos, con un fino y casi imperceptible hilo conductor, nuestra pareja de protagonistas se las verá con todo tipo de criaturas sobrenaturales, sombre las que la muchacha de Darkulon parece ser una especie de imán. Además, esto servirá para dejar algunas moralejas en la viñeta final, así como para poner de manifiesto que la joven Vampirella es una mujer libre que se deja llevar por las pasiones de su corazón, aunque tenga una relación con Adam Van Helsing. No sé si esto es obviado de manera consciente, pero teniendo en cuenta su fecha de publicación original, cuesta creer que Vampirella no tuviera una legión de detractores, ya que sin ningún pudor mantiene distintos devaneos con todo aquel hombre guapo por el que se siente atraída. Esto a mediados de los setenta tuvo que ser una auténtica revolución, con un cómic en el que la mujer llevaba la voz cantante en aspecto sexual de una relación, aunque no perdiese parte de su ternura y romanticismo en ocasiones. Esto es quizá uno de los aspectos más interesantes de esta etapa, que se resiente de la pérdida del elenco de secundarios.
Los guiones de Flaxman Loew no son malos per se, pero si adolecen de un abuso de texto con una prosa no demasiado fluida. A esto habría que sumar su reiterativo recuerdo de la debilidad de la protagonista por la no ingestión del suero tras pasar 24 horas, lo que lo convierte en un recurso algo cansino. Por otro lado, utiliza con cierta frecuencia líneas argumentales desarrolladas en dos números americanos, sin que tengamos la sensación de estar de nuevo ante relatos cortos y sin ninguna continuidad aparente. También utiliza temáticas tan diferentes como la mitología azteca y egipcia, el espiritismo, las almas errantes, los demonios y una interesante panoplia de elementos sobrenaturales, llevándonos a lugares exóticos como la ciudad de Las mil y una noches, aprovechando al máximo el erotismo del ilustrador, los carnavales italianos, las calles de parís y un sinfín de lugares que dotan a las aventuras de Vampirella de un entorno diferenciador a sus inicios. No solo por el afán aventurero de la sensual protagonista, sino también en un intento por reflejar el mal que hay en nuestro mundo y contra el que ella pretende luchar, así como entender la condición humana, en un mundo en el que sigue siendo una extraña.
En la segunda mitad del tomo entra en escena el guionista Bill Dubay, que opta por intentar volver a las raíces del personaje, haciéndolo regresar a Nueva York, para convertirlo en sospechosa de asesinato y prófuga de la policía. También pone punto y final a la vida de uno de los secundarios más importantes, pero se ve que la idea no termino de cuajar porque la historia es completamente olvidada en el siguiente número y se decide por construir historias protagonizadas por Adam Van Helsing, Pendragón y la propia Vampirella. Al principio se mantiene cierto hilo conductor, pero poco a poco se abandona cualquier atisbo de continuidad cronología para dejarse llevar por el relato autoconclusivo en toda su plenitud, salvo en casos puntuales que alguna aventura se prolongue durante dos números. A las labores argumentales se suma en momentos puntuales Gerry Boudreau, manteniéndose en esa línea contra lo sobrenatural, en esa muestra de eterna lucha del bien contra el mal, a pesar de que la protagonista es en parte un monstruo. El principal problema es que se abusa de ciertos recursos narrativos, quedando Vampirella más como una damisela en apuros, aunque sea de manera temporal, que como una aguerrida aventurera con fuerza sobrenatural. Es rápidamente noqueada por todo tipo de truhanes y pendencieros, cayendo en una red de trata de esclavas en más de una ocasión, a través de pretextos fantásticos y terroríficos, como la leyenda de Sleepy Hollow. La mayoría de las historias empiezan o se desarrollan en una trampa en la que fácilmente caen los protagonistas, a los que se acaba uniendo Conrad Van Helsing, provocando que la lectura se resienta un poco. A pesar de los, se emplean elementos de cierta frescura, buscando el clasicismo del terror. En la fase final el esquema cambia y se desarrolla una línea argumental más larga, en la que Vampirella se debe enfrentar a la Reina Roja, que le llega a arrancar los ojos por venganza, dejándola ciega. Además entran en escena súcubos e íncubos en una intensa trama que afectará a todo los secundarios. Sin embargo, cuando realmente se estaba poniendo interesante la serie de nuevo, tenemos un giro argumental de tal calibre para solucionar los problemas de los protagonistas que del terror pasamos a la ciencia ficción en lo que parece un importante punto de inflexión para las aventuras de Vampirella, que continuaría en su revista original.
Desconozco si Pepe González continúa en la serie más allá de este punto, pero sí puedo decir que me gustó mucho más la orientación de las historias del tomo anterior y que la nueva perspectiva que se abre no me resulta demasiado atractiva. Igual tengo suerte y con la poca publicidad que ha tenido este tomo, igual ni me entero de un hipotético tercer volumen dentro de sabe Dios cuánto tiempo, porque a lo mejor acabaría picando. Pero la verdad es que en estos episodios se ha perdido parte del encanto, sobre todo cuando hechos destacables se olvidan sin demasiados reparos ni explicaciones, aunque sean tan absurdas cómo lo que podemos ver en el último cómic del recopilatorio. Esto me parece un enorme desprecio al a inteligencia del lector, da igual de la época que sea. Si realmente no querían meterse en berenjenales de cronologías o mantener una línea temporal que hubiesen optado por historias autoconclusivas, pero en cambio esa opción me parece incoherente a todos los niveles.
El otro problema es el tratamiento sobre el personaje protagonista. Parte de su esencia se va diluyendo, explotando la parte sensual y sexual en apoyo de los dibujantes. Esto en cierta forma es comprensible y esperable, pero se deja un poco de la sutileza inicial y se acaba entrando en aspectos más triviales que afectan en cierta forma a los guiones y al comportamiento de Vampirella, así como a sus mal entendidos poderes. Además ese intento de profundizar de forma tan burda e infantil en algunos aspectos de carácter existencial no hacen más que enturbiar el resultado final, donde se quiere potenciar el sexo, a veces sin demasiado trasfondo argumental, más allá del lucimiento de los artistas. Una auténtica pena, porque disfruté mucho con el primer tomo y esperaba hacerlo con este, pero en algunos momentos se me ha hecho un poco cuesta arriba, sobre todo gracias a guionistas que pretenden explotar las virtudes de los ilustradores, pero abusan del texto, lo que me parece toda una contradicción. Me pensaré muy mucho comprar el tercer tomo, aunque solo por el arte de Pepe González merece la pena, capaz de mostrar a las mujeres más bellas que pueden surgir de un lápiz. Habrá que meditarlo con la almohada...