He leído Coleccionable Ultimate Nº 62: Ultimate Spiderman Nº 29: la muerte de Spiderman: Prólogo.
A pesar del título de esta entrega, nos encontramos más que con un prólogo con una especie de punto de inflexión en la vida de esta versión alternativa de Peter Parker. Haciendo honor a la verdad, la historia bien podría llevar otro encabezamiento, porque desde luego en la trama no hay ni un solo atisbo del inminente fin de nada. Más bien todo lo contrario. La sensación que extraigo tras la lectura es que asistimos a unos momentos que parecen invitarnos a presenciar un nuevo paso en la evolución del personaje. El regreso de Gwen, su entrenamiento oficial como superhéroe, su reconciliación con Mary Jane, o incluso su interesante conversación con J. Jonah Jameson solo parecen indicar que se inicia una nueva vida para el personaje en todos los aspectos de la misma.
Bendis continúa con su estilo habitual en una colección donde la ida personal de Peter tiene mayor peso que la superheroica. Todo este conglomerado de tramas permanece en un primer plano, mientras una subtrama va creciendo hasta pasar a primera línea. Una en la que la Gata Negra y Mysterio tienen un papel muy importante, ya que está en juego la soberanía del mundo criminal de Nueva York. Curiosamente, esto estará íntimamente ligado a un artefacto muy poderoso, que lleva implícito cierto guiño a su homólogo del Universo Marvel tradicional. Aunque su historia tiene claras diferencias y en cierta forma parece una idea surgida de la mente de alguien como Starlin, en lugar del guionista de Cleveland. Sea como sea, la serie mantiene el nivel, aunque sigo pensando que el título es un poco engañoso, porque me cuesta ver aquí el prólogo de un momento tan determinante en la trayectoria del Trepamuros definitivo. Quizá sería más adecuado decir que tenemos otro día más en la vida de un joven que sigue creciendo y evolucionando, como lo hiciera el Peter Parker de Stan Lee y sus sucesores. A lo mejor, con la lectura del próximo tomo cambio de opinión, quién sabe.
Cabe destacar la multitud de guiños que introduce Bendis en estos números. Bueno, en realidad, David Lafuente posiblemente incluya más guiños que el guionista en una escena a doble página en la cual vemos todas las armaduras de Iron Man. Una de ellas es el carismático miembro del Supergrupo de Jan y Efepé. Incluso tenemos a Bender, el inmortalizado personaje de la serie de televisión Futurama, creada por Matt Groening. Me pregunto si su inclusión no estará motivada por la afición de robot a los casinos, las furcias y, sobre todo, al alcohol. Pero quizá quede eclipsado por la palabra tigre puesta en los labios de la adolescente señorita Watson, capaz de transportarnos a la época dorada del personaje. Prácticamente abre las puertas a otro universo paralelo. Nunca dejará de sorprenderme la habilidad referencial de Bendis en esta colección y su incapacidad a la hora de tratar con respeto el pasado del Universo Marvel, a pesar de haberse convertido en uno de los “arquitectos” del mismo con la llegada del nuevo siglo.
En el apartado gráfico tenemos un baile de dibujantes que rompe la regla no escrita de esta colección: la cohesión estética. David Lafuente sigue presente, aunque su arte pierde gran parte de su fuerza al dejarse de lado la comedia de situación que hemos presenciado en anteriores tomos. Obviamente está ahí, Bendis no olvida a ninguno de los protagonistas del plantel de secundarios y los sigue desarrollando, pero el tono de las tramas se suaviza en busca de un aire indeterminado que diferencia este arco de sus antecesores. Los diálogos ingeniosos siguen ahí también, al igual que las escenas cómicas, pero se ha rebajado a algo puramente testimonial. En estos cinco números, el guionista busca más el drama humano que persigue a un superhéroe de las características de Spiderman, por lo que el estilo de Lafuente no acaba de encajar del todo bien. Con las aportaciones de Sara Pichelli ocurre tres cuartos de lo mismo. Además, las representaciones de ambos dibujantes chocan entre sí, perdiéndose aún más si cabe esa solidez estética que siempre ha enarbolado esta cabecera desde sus inicios. Una lástima, porque creo que ambos realizan un trabajo solvente, pero posiblemente no sean los más adecuados para el tono que imprime Bendis en esta historia.
Finalmente, tenemos a Chris Samnee, un dibujante que a mí me encanta, pero que representa otro contrapunto gráfico más a un tomo ya de por sí bastante variopinto. Tengo que reconocer que esa MJ semejante al estilo del maestro Romita me gusta mucho, sin embargo, cuesta reconocer al resto de participantes en el número final. Resulta raro ver como una de las características principales de la serie muere tras la marcha de Bagley, a quien siempre se le echará de menos en el que podríamos considerar uno de sus trabajos más importantes de la última década. Aunque todo parece indicar que volverá en el próximo tomo para lo que presuponemos que será el fin de una era; el punto y aparte en la vida de un icono de la cultura pop como Spiderman. Un final definitivo y sin puertas giratorias, acorde con el nombre del universo de ficción en el que se publica. Desde luego, no podría ser más curiosa la analogía que se marca el autor; ni más acertada.