He leído Asa, el Ejecutor.
Se trata de un manga clásico, publicado originalmente en la década de los setenta de forma serializada y que hace ya bastantes años Planeta publicó en 10 tomos, emulando su edición homónima en Japón. Los guiones corren a cargo de Kazuo Koike, y el dibujo es obra de Goseki Kojima, el mismo tándem que dio vida a "Lobo solitario y su cachorro". De hecho, el personaje principal de esta serie es un secundario de la otra, incluso es posible que se pueda considerar una especie de spin-off, aunque se pueden leer perfectamente de forma aislada, ya que no hay ninguna referencia ni nada que las vincule, a excepción del propio Asa.
Estamos ante un clásico del manga que gira en torno a Asaemon Yamada, el probador de katanas de sogún. Su trabajo le lleva a probar las espadas con todo tipo de materiales, incluso con cuerpos sin vida o con seres vivos. También a petición del comisario, es llamado para las ejecuciones, lo que lo convertirá en un famosos y prestigioso ejecutor. La serie tiene una estructura distinta a la habitual, ya que se compone de episodios autoconclusivos y totalmente autónomo. Si bien es cierto que hay una cronología, empezando por el momento en el que Asa hereda el puesto de su padre, así como la presencia intermitente de ciertos secundarios que llegan a adquirir un gran protagonismo en la fase final, su planteamiento es más como episodios aislados que cuentan una historia. En ocasiones son hazañas del propio Asa, otras son historias de los reos, y en otras tantas son aspectos cotidianos del Japón feudal. Hay una gran dosis de violencia y decapitaciones, así como mucho erotismo, pero todo forma parte de un complejo entramado en el que los autores realizan un fotograma histórico que nos permite conocer en profundidad a la sociedad de la época y sus costumbres. Es un auténtico drama social en el que se pone en tela en muchas ocasiones las diferencias de clases, el machismo o la importancia de la figura del samurái. Uno de los aspectos más interesantes sin duda es la forma en la que profundiza en el código de este tipo de guerrero oriental, regido por el bushido, y que presenta unas fuertes convicciones morales, así como su distinguido rol en una sociedad feudal.
Su característica episódica nos permite contar historias que tienen mucho valor en sí mismas. Cabe destacar como los autores internan al lector en la parte más profunda de las artes marciales. Gracias a ello tenemos importantes reflexiones sobre la vida y la muerte, quizá el eje central de la colección, algo obvio por su propio título y su protagonista. Me ha parecido sumamente interesante como se presenta el papel de ejecutor en aquella época. Aunque es cierto que Asa tiene cierto estigma social, también es un hombre honorable y respetado, cuyos consejos son escuchados y seguidos por muchos de los secundarios. A pesar de ser un samurái sin dueño seguirá estrictamente su código como tal, además de intentar entender a aquellos que ejecuta. Tanto es así, que muchas historias, más allá de la escena de horror y sangre de la decapitación, giran en torno al drama humano de los convictos y lo complicada de su situación. También habrá asesinos despiadados y auténticos villanos a lo que Asa se enfrenta como un auténtico héroe, pero realmente serán más anecdóticas que otra cosa, ya que el núcleo de la serie trata sobre importantes reflexiones existenciales sobre la vida y la muerte.
A mí me ha gustado mucho, y me parece una lectura bastante interesante en muchos aspectos. Desde el retrato social hasta la didáctica forma en la que nos acerca al Japón feudal. Es increíble ver como a través de situaciones e historias los autores intentan transmitir una enseñanza reflexiva de la vida, al más puro estilo de los maestros orientales. Incluso diría que si estás con el estado anímico apropiado te puede llegar muy hondas ciertas reflexiones. No sé, quizá en este momento personal mío es una lectura que me ha calado especialmente en ese aspecto. No obstante, creo que es una lectura muy recomendable, que a pesar del tiempo transcurrido no ha perdido la frescura propia de los grandes clásicos.
Por último, quizá el aspecto más negativo sea la parte gráfica. Sinceramente, a pesar de su calidad general, a mí el dibujo me ha parecido algo tosco y bastante irregular. En contraposición, tiene una narrativa magnífica que gana especial relevancia en aquellos relatos donde apenas hay diálogos. Admito que a mí me gusta más un estilo más detallado y definido que el que muestra Kojima aquí. Pero también reconozco que consigue fusionarse muy bien con la ambientación y el tono de las historias, por lo que acaba convirtiéndose en otra pieza clave para que la obra funcione tan bien. En definitiva, una magnífica obra que pone de manifiesto lo delgada que es la línea que separa la vida de la muerte.