He leído
Balada para Sophie de Filipe Melo y Juan Cavia.
- "Monsieur Dubois, ¿estaba enamorado de ella?"
- "No sé si lo estaba o no, ¿qué hay de bueno en saberlo ahora?"Esa portada dice mucho. El ébano y marfil del teclado caprichoso siluetean un rostro de barbilla afilada y mechón rebelde. Todo dibujado como si fuese un fantasma de humo, por el cigarro encendido de un viejo en pijama y batín. Parece levitar a un palmo del suelo con los sonidos que no podemos percibir.
El argumento gira en torno a un célebre pianista, ya en su vejez, contando la historia de su vida a una "periodista" desde que comenzó muy jovencito hasta que se retiró de la vida pública y de su alter ego por así decirlo, otro pianista portentoso y con un don innato. Esa relación en la que uno es el "villano" y el otro "el poeta del piano", es la que conforma la parte troncal del relato. Lo acompañan además los éxitos profesionales, los colegueos con las drogas y los amores imposibles.
Y por supuesto, la música. Chopin impregnándolo todo con su aura. Pueden sentirse las notas golpeando las viñetas, llenando la sala. Hay un pasaje, en la primera intervención pública de ambos, en un concurso de piano, siendo aún unos niños, en la que texto e imágenes nos van narrando el comienzo de una interpretación, y puedes sentir la música fluyendo y dispersándose entre los asistentes. En las viñetas no hay siquiera notas flotando, pero se perciben. Incluso puedes sentir ese silencio tenso antes de siquiera empezar a tocar, cuando los dedos del músico parecen ondular indecisos sobre las teclas, parando el tiempo antes de romper el silencio cuando desciendan sobre el piano.
Veremos crecer a ese niño, vivir la guerra en la Francia ocupada por los nazis, la postguerra y el hambre cotidiano, su éxito convirtiéndose en una estrella. Vale, perfecto, pero no es eso lo que realmente nos cuentan, sino las decisiones que va tomando en ese camino, los errores, la fuerza que da en que crean en ti, el odio acumulado, el peso de la culpa. Esa carga que le impedirá ver los aciertos. Todo contado en un tono apto para todo tipo de público. No duele ni el hambre, ni la guerra ni la enfermedad. El dolor es otro.
Y eso lo saben plasmar muy bien tanto Melo como Cavia, haciendo una lectura muy ágil, lo suficientemente fluida como para no parar de leer hasta llegar al final. Pero amigo, menudo final, esa última página esa floritura final con la que adornan la armonía es SUBLIME. Tuve que aguantar las lágrimas. Muy, muy impactante a nivel emocional.
Sobre los autores: Resulta que Melo es también compositor y pianista, de hecho, al final de la obra aparece una partitura de una pieza suya y hace un trabajo exquisito, lo mismo que Juan Cavia, que tiene algunas planchas que son pura poesía sin destilar, con páginas de un colorido visual impresionante y un dibujo algo monigotizado, bueno, esa no es la palabra adecuada, pero es que no la encuentro, y que, quien me lo iba a decir, le va muy bien a la obra, porque dota a los rostros de los personajes de una gran emotividad, cargándolos de expresividad. Logra meter su toque de realismo mágico sin que chirríe en un "slice of life" como éste, sabe dibujar una escena de sexo como si fuera, y de hecho así lo es, el mejor polvo de su vida
nos muestra en un arrebato lo que significa un abrazo (no puedo poner la foto, demasiado spoiler) y nos regala ejemplos de cómo se deben encoger y agrandar viñetas y acercar o alejar cuerpos en un lenguaje narrativo perfecto
Si alguien se aventura con esta obra que Norma editó hace apenas un mes, que sea en estas fechas. De verdad, es ideal para ver, leer y "escuchar" en navidades. Rodeado de los seres queridos, en una casa feliz que consiga destruir esa amalgama de recuerdos convertidos en fantasmas que pueblan la casa de nuestro protagonista.