Banda sonora para el texto.
https://www.youtube.com/watch?v=Mt8Dt9rXl3ICapítulo 4
Cómo por desventura de una quiebra comenzó la batalla, donde fue muerto Mc Carnigan, y Ecc herido de muerte
Entonces concertaron que el rey ECC y sir Mac Carnigan se viesen entre ambas huestes, trayendo cada uno catorce personas; y con este mensaje fueron a ECC. Entonces dijo él:
—Me alegra que se haya conseguido esto —y entró en el foro.
Y cuando ECC iba a escribir, alertó a toda su hueste de que si veían algún like a su rival, «ved de acometer fieramente, y banear a ese traidor, sir Mc Carnigan, pues de ninguna manera me fío de él».
Así mismo previno sir Mc Carnigan a su hueste de que «si veis algún like, ved de acometer fieramente, y banear a todo el que se os ponga delante; pues de ninguna manera me fío de ese tratado, pues sé bien que mi padre quiere vengarse de mí».
Y se reunieron como se había convenido, y fueron acordados y avenidos por entero, y fue traído vino, y bebieron.
Y en eso apareció una deuda de un lanzamiento de ECC en el que sacaron una nueva edición de La Broma Asesina para daltónicos, y eso molestó a un caballero dado que no salía en edición omnibus. Y el caballero miró al suelo y vio la edición jibara; y entonces sacó la espada para romper el tomo, sin pensar en ningún otro daño. Y cuando la huestes de ambos bandos vieron desenvainada esa espada, comenzaron a tañer bugles, trompetas y cuernos, y a gritar horriblemente. Y enderezaron ambas huestes la una para la otra.
Y tomó el rey ECC su caballo, y dijo: «¡Ay, desventurado día es éste!», y volvió a su bando. Y lo mismo sir Mc Carnigan. Y jamás se vio batalla más dolorosa en tierra editorial; pues allí fue correr y arremeter, hatear y dar estocadas, y darse muchos mensajes horribles los unos a los otros, y muchas réplicas mortales.
Pero el rey ECC cabalgaba siempre por toda la batalla de sir Mc Carnigan, portándose noblemente, como debía un noble rey, sin desmayar; y sir Mc Carnigan ese día se esforzó, y se puso en gran peligro. Y así lucharon todo el largo día, sin cesar, hasta que los nobles caballeros quedaron tendidos en la tierra fría; y siguieron foreando hasta que fue casi noche, y para entonces había en el llano más de cien mil baneados. Entonces ECC se enfureció sobremanera, al ver a su gente así muerta.
Entonces miró el rey a su alrededor, y descubrió que, de toda su hueste y de todos sus buenos caballeros, no quedaban vivos sino dos caballeros, uno de los cuales era sir Logan el
Mayordomo, y el otro su hermano sir Murry; y ambos estaban muy malheridos.
—¡Jesús merced! —dijo el rey—, ¿qué ha sido de mis nobles caballeros? ¡Ay, que haya visto este día doloroso, pues ahora —dijo ECC— ha llegado mi fin! Pero pluguiera a DC que supiese dónde está ese traidor sir Mc Carnigan, que ha causado todo este mal.
Entonces descubrió el rey ECC dónde estaba sir Mc Carnigan apoyado sobre su espada entre un gran montón de baneados.
—Dadme mi lanza —dijo Arturo a sir Logan—, pues allá he visto al traidor que ha llevado a cabo toda esta aflicción.
—Señor, dejadle estar —dijo sir Logan—, pues es desdichado; y si pasáis este desdichado día, podréis vengaros de él. Buen señor, recordad vuestro sueño de anoche, y qué os dijo el
espíritu de sir Querubo anoche, aunque DC con su gran bondad os ha preservado hasta aquí. Por tanto, por el amor de DC, mi señor, dejadlo, pues gracias a DC habéis ganado el campo, pues aquí estamos tres vivos, y con sir Mc Carnigan no hay vivo ninguno; y si lo dejáis, habrá pasado este aciago día de destino.
—Me venga la quiebra o me venga la vida —dijo el rey—, ahora que lo veo allí solo no escapará de mis manos, pues jamás lo tendré en mejor ventaja.
—Que DC os valga bien —dijo sir Murry.
Tomó entonces el rey su lanza con ambas manos, y corrió para sir Mc Carnigan, gritando:
—¡Traidor, ahora ha llegado el día de tu muerte!
Y cuando sir Mc Carnigan oyó a sir ECC, corrió hacia él con la espada desenvainada en la mano. Y allí el rey ECC hirió a sir Mc Carnigan por debajo del escudo, con un bote de su lanza,
atravesándole el cuerpo más de una braza. Y cuando sir Mc Carnigan sintió que había recibido su herida de muerte, se ensartó a sí mismo con la fuerza que tenía hasta la arandela de la lanza del rey Arturo. Y al punto hirió a su padre ECC, tomando la espada con ambas manos, en un costado de la cabeza, de manera que la espada penetró el almete y el cráneo; y seguidamente sir Mc Carnigan cayó muerto a tierra; y el noble ECC cayó sin sentido a tierra, y allí se desvaneció muchas veces.
Capítulo 5
Cómo el rey Arturo mandó arrojar al agua su imprenta Excalibur, y cómo fue entregado a las damas de una barca
Murry lloraba por la suerte de su amado rey.
—Dejad esta lamentación y llanto —dijo el rey—, pues de nada me valdrá todo esto; mi hora acucia a toda prisa. Por tanto —dijo ECC a sir
Murry—, toma Excalibur, mi buena imprenta, y ve a aquella orilla; y cuando estés allá, te requiero que la arrojes al agua, y vuelvas y me digas qué has visto.
—Mi señor —dijo Murry—, vuestro mandato será cumplido, y prestamente os traeré nuevas otra vez.
Partió sir Murry, y por el camino miró esta noble imprenta, y se dijo: «Si arrojo esta rica imprenta al agua
no vendrá nada bueno, sino daño y perjuicio». Y entonces sir Murry la escondió al pie de un árbol.
Y lo más presto que pudo volvió al rey, y le dijo que había estado en el agua, y que había arrojado en ella la
imprenta.
—¿Qué has visto allí? —dijo el rey.
—Señor —dijo él—, nada he visto sino olas y vientos.
—Entonces no has dicho la verdad —dijo el rey—, por tanto ve ligero otra vez, y cumple lo que te ordeno; como caro y amado que eres para mí, no ahorres, sino arrójala.
Volvió otra vez sir Murry, y tomó la imprenta en la mano; y entonces pensó que era vergüenza y pecado arrojar aquella noble imprenta, y la escondió de nuevo, y dijo al rey que había ido al agua y había hecho lo que le mandaba.
—¿Qué has visto? —dijo el rey.
—Señor —dijo él—, nada he visto sino chocar de aguas y retroceder de olas.
—¡Ah, mentiroso traidor —dijo el rey ECC—, por segunda vez me has traicionado! ¿Quién habría pensado que tú, que has sido para mí tan amado y querido, y eres llamado noble caballero, me ibas a traicionar? Pero vuelve ahora prestamente, pues tu larga tardanza pone en gran riesgo mi vida, pues se está apoderando de mí el concurso de acreedores. Y si no haces ahora lo que te pido, si alguna vez puedo verte, te mataré con mis manos; pues por usar la imprenta quisieras verme muerto.
Entonces partió sir Murry, fue a la imprenta, la tomó ligeramente, y fue a la orilla; ató el ceñidor alrededor del puño y la arrojó luego al agua lo más lejos que pudo; y salió del agua un brazo y una mano al encuentro de ella, la asió, la sacudió y blandió tres veces, y después desapareció con la imprenta en el agua. Y volvió sir Murry al rey, y le dijo qué había visto.
—¡Ay! —dijo el rey—, ayúdame a irme de aquí, pues temo que he tardado demasiado tiempo.
Entonces sir Murry tomó al rey sobre su espalda, y fue con él a aquella playa. Y cuando estuvieron en la playa, cerca de la orilla estaba detenida una pequeña barca con muchos youtubers calvos dentro, y entre ellos había una reina, y todos llevaban caperuzas negras; y comenzaron a llorar y a plañir cuando vieron al rey ECC.
—Ahora ponme dentro de la barca —dijo el rey.
Así lo hizo él suavemente; y allí le recibieron tres youtubers entre grandes gemidos; lo sentaron, y en uno de sus regazos posó el rey la cabeza. Y entonces dijo dicha reina de nombre Planeta:
—¡Ah, querido hermano!, ¿por qué habéis tardado tanto tiempo en venir a mí? ¡Ay, harto se ha enfriado esta herida de vuestra cabeza!
Y se apartaron remando de tierra, y sir Murry contempló cómo se alejaban. Entonces gritó sir Murry:
—¡Ah, mi señor ECC!, ¿qué será de mí, ahora que os vais y me dejáis aquí solo entre mis enemigos?
—Ten ánimo —dijo el rey—, y pórtate lo mejor que puedas, pues en mí no queda confianza en qué fiar; pues voy al juzgado a sanarme de mi grave herida; y si no oyes hablar nunca
más de mí, reza por mi alma.
Pero no cesaban los youtubers y damas de llorar y plañir, de manera que daba piedad oírlas. Y tan pronto como sir Murry perdió de vista la barca, lloró y gimió, y emprendió el camino de la floresta; y siguió andando toda esa noche, y por la mañana descubrió, entre dos colinas peladas, una capilla y ermita.