SUPERLÓPEZ
La vida como lector está llena de sensaciones. Cualquier apasionado a la lectura coincidirá conmigo en que a lo largo de su vida se ha encontrado obras que lo han dejado marcado, sobre todo durante su infancia. Yo recuerdo con especial relevancia algunas que me estremecieron, como la primera vez que leí Misery, gracias al maestro del terror Stephen King, o algunas que me han hecho incluso llorar. Cuando una lectura consigue traspasar las viñetas, haciendo cómplice al lector, es debido a la magia de la misma y a su poder hipnótico, incluyendo esa cualidad tan importante que es hacernos pasar un rato ameno y divertido. Posiblemente, uno de los géneros más complicados sea el humor. Porque, haciendo honor a la verdad, hacer reír no es fácil. Por mucho que maestros de la historieta como Ibáñez o Goscinny lo hayan conseguido durante décadas, dando la sensación de que el humor es una herramienta sencilla para crear historias que nos muestran una nueva perspectiva de los momentos cotidianos, incluso añadiendo una crítica social o cierto trasfondo que incite a la reflexión. En esa combinación de nostalgia y comicidad se encuentra uno de los personajes que marco mi infancia: Superlópez.
El Superman patrio por antonomasia nació en 1973 de la mano del dibujante español Juan López Fernández, más conocido como Jan. El autor leonés de nacimiento y barcelonés de adopción tuvo una turbulenta juventud que lo llevó a emigrar a Cuba durante un periodo de tiempo. Diez años después, volvería a nuestro país para trabajar en las revistas Gaceta Junior y Strong, hasta que en el mencionado 1973 recibiría un encargo de Antonio Martín para realizar una parodia del Hombre de Acero, que se publicaría en una pequeña editorial barcelonesa llamada Euredit. La idea consistía en desarrollar unas tiras cómicas en formato apaisado de 48 páginas y en blanco y negro, la cual mostraba unos chistes cortos y mudos. Para suplir estas restricciones creativas, el autor recurrió a todo tipo de recursos gráficos, como bocadillos de pensamiento, signos cinéticos o acentuación de las expresiones, con los que logró gran expresividad en sus dibujos.
En 1974, ingresa en la plantilla de la editorial Bruguera y participa en la creación de personajes como Dorotea y Felipe Gafe. Posteriormente, se encarga de la Colección Cole-Cole, con guiones de Francisco Pérez Navarro, que adoptaría el seudónimo de Efepé. Este binomio creativo sería muy importante poco después, ya que ambos acabarían ligados a Superlópez y nos deleitarían con grandes historias que marcarían una nueva forma de satirizar el género. El propio Jan afirmaba que la aportación de Navarro, un gran conocedor del mundo de los superhéroes, contribuyó a que los guiones tuvieran mayor calidad y fueran, según sus propias palabras, menos bobos.
De la pluma de Efepé surgieron “Las aventuras de Superlópez”, una trama inicial en la que se parodia al Superman de DC Comics, con numerosas referencias al original. Lejos de detenerse en ello, en los siguientes álbumes se continuó con esa línea, introduciendo a multitud de héroes y villanos de los comic-books de superhéroes estadounidenses. De esta forma, surgió el Supergrupo, una sátira descarnada a grupos de superhéroes tan reconocibles como los Vengadores, los 4 Fantásticos, Patrulla-X o los Defensores, donde cada integrante de la alineación representa a un personaje reconocible de estas formaciones pertenecientes al Universo Marvel. Esta etapa la recuerdo con especial cariño, ya que en mi infancia disfruté de ella mil veces. A pesar de mi poco conocimiento de los héroes de la Casa de las Ideas, me lo pasaba genial con esa versión humorística. Ahí podemos encontrar momentos muy divertidos como la visita al banco de superhéroes o el enfrentamiento a una mezcla entre Ultrón y el Super Adaptoide muy divertido. La esencia del género estaba muy presente, pero en clave de humor, ofreciendo la posibilidad de ver a los superhéroes desde otra perspectiva; una tremendamente divertida. No sé cuantas veces habré leído esas historias, pero aún a día de hoy consiguen arrancarme una sonrisa.
No obstante, la incursión de Jan en Bruguera no estuvo exenta de vicisitudes, ya que en un momento determinado incluso llegó a perder los derechos del personaje. Un ejemplo perfecto de lo difícil que puede a llegar a ser la vida de un autor en nuestro país, a pesar de que su creación cosechara un éxito que solo superarían los famosos agentes de la TIA creados por el maestro Ibáñez. Sin embargo, más allá de la triste anécdota del complejo entramado editorial de nuestro país, fue durante su estancia en ella cuando el personaje comenzó a evolucionar como tal. Además de ampliar la longitud de sus aventuras, que acabarían recayendo en la recordada con cariño colección Olé, que más tarde pertenecería al Grupo Zeta, tras ser absorbida la compañía por Ediciones B, quién se encarga de publicar actualmente al personaje, la cual iniciaría una recopilación en volúmenes de tapa dura en la colección Super Humor. También se comenzarían a incluir un elenco de secundarios que no solo enriquecían las historias, sino que reflejaban fielmente esa versión humorística de los originales. Luisa Lanas y Jaime González son los más reconocibles y entrañables para mí. Tras la evolución de su entorno, se hizo lo propio con la historia del pasado, contando su origen y creando a villanos a su altura.
A pesar de que el personaje nacía como una parodia de uno de los iconos de DC, se acabó convirtiendo en un vehículo con el que Jan abordó multitud de temas. Mientras que en las primeras entregas predomina ese componente paródico, con un humor disparatado, posteriormente, la serie adquiere una mayor profundidad, con la intención de crear varios niveles de lectura o incluir una mayor carga social. También se abordarían temas de actualidad, así como se trabajaría en la recreación de entornos realistas, fruto del carácter observador y detallista de su creador, junto a su empeño por una minuciosa documentación. Esto se produce en 1980, cuando tras diversas circunstancias personales y algunos retrasos en las entregas de los guiones de Efepé, Jan decide tomar las riendas, desligando a Superlópez de la trama superheroica iniciada con el Supergrupo. Así, abordó temáticas tan variadas como la ciencia ficción (Los alienígenas, La caja de Pandora), la fantasía (El señor de los chupetes), la serie negra (La semana más larga) o el mundo del cine (La gran superproducción).
En “Los alienígenas” también se produjo un cambio sustancial en la estética del personaje, debido a su condición inicial de parodia, el traje de Superlópez se asemejaba al de Superman, de tal forma que el emblema original de su pecho ocasionó problemas entre DC Comics y Bruguera. La editorial estadounidense, que también distribuía en aquellos momentos la serie de Superman en España a través de Bruguera, alegó que había una posibilidad de perder ventas ante aquello que le parecía que se trataba de un plagio y, aunque no hubo problemas legales, DC Comics ejerció presiones que impidieron la publicación del personaje en otros países como Francia o Bélgica. También presionó a Bruguera para que dejara de utilizar al Supergrupo. El asunto del logo era algo que no le importaba a Jan, por lo que, finalmente, tras alcanzar un compromiso entre las editoriales, la S se modificó por otra con un trazo mucho más simple.
Entre 1981 y 1983 el ritmo de publicación de la colección disminuyó, debido a que la editorial Bruguera pidió a sus dibujantes nuevos personajes con los que relanzar su revista infantil Pulgarcito. Jan continuó, a pesar de ello, ideando historietas de Superlópez para Bruguera hasta que la editorial quebró, lo que causó que “La gran superproducción” quedara a medio publicar en la nueva revista Superlópez.
La quiebra de la editorial barcelonesa obligó a Jan a detener la creación de nuevas aventuras del superhéroe hasta 1987, cuando Ediciones B asumió los fondos y licencias de Bruguera, y con ello los derechos de Superlópez. Al mismo tiempo, creó la cabecera titulada Superlópez que se mantuvo durante cuatro años. En 1990, el personaje se incorporó fugazmente a la revista Yo y Yo para acabar recalando al año siguiente en Mortadelo. La publicación por entregas de las aventuras del personaje cesó finalmente en 1996. Desde entonces, Ediciones B ha publicado las nuevas aventuras del personaje, además de diferentes reediciones de las anteriores, en sus colecciones Fans (anteriormente Olé), Super Humor y Magos del Humor. Por otra parte, en 2013, con motivo del 40 aniversario de la creación del personaje, Jan colaboró de nuevo con Efepé para la realización de un álbum en el que regresaba a escena el Supergrupo. Una historia que devolvía al personaje a sus orígenes y con la que los fans que leímos la etapa de ambos autores en nuestra infancia hemos podido disfrutar enormemente.
Por otro lado, Superlópez, como un icono reconocible del cómic patrio, se ha publicado en otras revistas como la colección Gran Festival Del Cómic de Ediciones Bruch, el suplemento Gente Menuda del diario ABC, El Periódico de Catalunya o el diario El Mundo. Durante este período de Ediciones B hay que resaltar el descenso en el número de páginas de cada álbum, debido a imperativos editoriales. A causa de esta limitación de formato, Jan tuvo que cambiar el ritmo y complejidad de sus historias. A pesar de todo, en comparación con su etapa en Bruguera, el autor ha expresado sentirse con mayor libertad creativa, gozando de la confianza de la editorial.
De la etapa en solitario de Jan no he leído todo lo que me gustaría, aunque espero remediarlo más pronto que tarde, pero recuerdo con mucho cariño la historia de “Los alienígenas”, en la que un ser del espacio exterior venía encerrado en una catalítica para, a continuación, convertirse en el doble de diferentes personajes secundarios de la historia en una trama divertidísima. Es curioso, que sin saberlo asistía al primer paso evolutivo del personaje y la colección, tras dejar de lado la parodia superheroica.
A pesar del éxito cosechado por el personaje y el autor, siempre he tenido la sensación de que nunca ha sido suficiente. El lector de superhéroes se afana en seguir con firmeza todo lo que procede del otro lado del charco y no es capaz de valorar en su justa medida un producto nacional que ofrecía una nueva y refrescante perspectiva al género, utilizando como herramienta el humor ácido e inteligente. Para mí es uno de los grandes de nuestro país, que ha alcanzado el estatus de icono, y me acompañó en innumerables tardes de diversión, acercándome de una manera muy especial a un mundo que comenzaba a despertar un gran interés en mí y que con el tiempo conocería con mayor amplitud. Así que, mientras se toman el café en la terraza, pueden que vean algo en el cielo. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es… ¡Superlópez! No desperdicies la oportunidad de conocer a un genuino superhéroe español; ya no se hacen como antes.