El Asco, una enfermedad MorrisonianaRealidades superpuestas (Multiverso, Los 7 Soldados de la Victoria, Flex Mentallo, Joe el Bárbaro, La Patrulla Condenada, Animal Man...), personajes que ocupan la realidad existencial de otras no-personas y a la que toman por loco (Flex Mentallo, La Patrulla Condenada, Happy...), transgresión del género de superhéroes (cualquier cómic de Morrison nos vale), uso del cómic como realidad interdimensional (Flex Mentallo, Multiverso...), uso de las drogas como expansión mística de conciencia elevada (Animal Man, Flex Mentallo), y la nunca suficientemente bien señalada inclusión de unos pequeños microorganismos que dirigen nuestras vidas diciéndonos qué hacer (New X-Men, Multiverso, 7 Soldados...).
Morrison solo ha escrito un cómic en su vida.
Se llama AnimalManPatrullaCondenadaFlexMentalloElAscoJoeelBárbaroMultiversoSoldadosdelaVictoria. Y eso solo porque todavía no he leído Los Invisibles, una de las pocas piezas del autor que me falta por leer.
De hecho, ideas tan arraigadas como la colonia vírica superinteligente que toma el control del ser humano, e invade los organismos y las realidades como si fuera una infección, es una idea tan común en Morrison, que casi se diría que obsesiona al buen calvo. Desde Mr. Sublime y sus U-Men que se niegan a "respirar el aire de este mundo corrupto" con sus peceras por cabeza,hasta la infección de microorganismos invasores a través de las propias páginas del tebeo maldito en Multiverso, o estas patrullas de limpieza de La Mano, que limpian el "retrete de la humanidad".
Morrison repite una y otra vez el mismo cómic, como si a cada intento incluyera una realidad dentro de otra, como una compleja red universal de muñecas rusas, una
matrioska infinita, que cada vez se va haciendo más grande, y más grande, y más grande... hasta devorar todo el porno, la inmundicia, los asesinatos, los parricidios, las violaciones, las enfermedades mentales y venéreas fruto de dedicarse a follar el cerebro de unos y otros sin protección ni pantalla.
¿Que le queda por contar al de Glasgow? Sinceramente, nada.
Ha dedicado su vida a perfeccionar esta única historia a la que amamanta como personaje real (ya sea como Greg Feely o como dramaturgo en Animal Man), pero a la que no se decide a destetar para que pueda crecer por sí misma lejos de la órbita personal de su creador, atrapada en un constante bucle masturbatorio, lleno de lugares comunes y repeticiones.
¿Sigue teniendo calidad? Sí, más que el 90% de guionistas del cómic.
El problema es que hasta un maestro debe reciclarse con el tiempo. Por supuesto, el problema no es The Filth, en 2002, sino el conjunto de su obra. La repetición en círculos como un espirógrafo embarcado en un viaje de LSD, experimentando con un subuniverso de partículas psicodélicas que machacan una y otra vez las mismas teclas. En esas, podemos estar seguro de que encontraremos hipérboles sexuales, toneladas de tabúes destrozados, metanarrativa iconoclasta, estética punk, skin o psicodélica, un enfoque desagradable, apoyado en un dibujo con tendencia a la estética del feísmo, y mucho gore, sea en sexo, violencia, o una mezcla de ambas.
¿Es El Asco una buena receta?
Sí, igual que siempre. Es la misma pastilla de paracetamol que no termina de disolverse. Posiblemente el efecto sea el mismo que de costumbre, o para ser más exacto; la pastilla no ha perdido fuerza, es el sistema inmunológico el que ya ha llegado a costumbrarse al estupor, el impacto y el afán de epatar. La repulsa ya ni siquiera es funcional; es asumida. Sabemos que venimos a pasarlo mal, a que nos desagraden, a que apaguen el mundo un poco más. El problema, es que nuestros ojos han empezado a acostumbrarse a la oscuridad, y donde antes veíamos crítica, ahora empezamos a ver frivolidad, como si la misma denuncia se hubiera contaminado de aquello que critica.
Finalmente, en lo narrativo encontramos un viaje que se queda a medio camino. Sí, hay talento, ingenio y agudeza, pero no frescura, ni un mensaje real, ni una composición coherente. Hay más una necesidad de conservar la estética que de cuidar el fondo. Y la idea mental, se escurre por el sumidero del cerebro, demasiado aletargado ya como para seguir viendo luces de colores.
El Asco, en definitiva, me coloca ya en el precipicio de la disyuntiva Morrisoniana a la que todos debemos llegar tarde o temprano: preguntarme si hay alguna diferencia entre releer alguna de mis obras favoritas del calvo o leer una nueva.