He leído
Casey Ruggles Vol. 2.
Retomo la lectura de la serie tras
anterior comentario.
Con este volumen concluyo la etapa recopilada hasta el momento por Manuel Caldas. En esta ocasión, debido a que la tira dominical y la diaria narrarían dos tramas independientes, tenemos un tomo que recoge únicamente las tiras diarias de Casey, en un formato muy similar al que viene haciendo Caldas en este tipo de ediciones. Es decir, tres tiras diarias por página, lo cual da como resultado una interesante narrativa muy similar a la del comic-book americano. A mí es un aspecto que a día de hoy me sigue sorprendido mucho, porque todo encaja bastante bien, a pesar de que en su día se publicaban solo tres viñetas diarias. también debo decir que la trama avanza a pesar del poco espacio, y que nunca terminaré de entender quién era capaz de seguir una historia así con esa cadencia, quedando beneficiada por mucho la experiencia lectora en este tipo de recopilatorios.
El dibujo de Warren Tufts no es de un carácter tan realista como en la plancha dominical, pero a pesar de la ausencia del color, el artista lo cubre con su narrativa y con un sólido dibujo que adapta a este tipo de formato. Tiene un trazo que a mí me recuerda mucho a los grandes clásicos del cómic de Marvel, por ejemplo. A nivel gráfico me está gustando mucho, aunque admito que he visto otros autores mucho más virtuosos que Tufts, pero me sigue pareciendo que lo hace bastante bien. En el plano argumental, hay un cambio bastante drástico, ya que se pierden todos los secundarios que habíamos conocido hasta el momento, centrando las historias en un Casey errante de pueblo en pueblo acompañado de su fiel caballo Cheyene. Aunque más adelante, se le une Danny, un niño al que ayuda a salir de un lío en el que estaba metido. También se deja atrás el melodrama y el romanticismo, de manera que Tufts decide centrarse en el aspecto más aventurero de la serie, partiendo de un esquema propio de un serial radiofónico, donde impera el suspense, y en algunos casos incluso cierto toque fantástico. Además, también se deja atrás la historia-río, por lo que en este tomo tenemos 5 aventuras completas, en lo que casi podríamos denominar arcos argumentales. Esto beneficia mucho a la lectura, porque no nos quedamos colgados hasta la publicación de un hipotético tercer volumen, que supongo que saldrá tarde o temprano.
A mí me ha gustado mucho este bloque, porque creo que ofrece ante todo una lectura muy entretenida y dinámica. Pierde algo de sofisticación, eso es cierto, pero estamos ante un trabajo muy sólido y que a pesar de tener más de sesenta años a sus espaldas se lee con mucha soltura y avidez. Este es otro aspecto en el que suelen sorprender muchas tiras de prensa, y esta no es diferente, lo bien que han aguantado el paso del tiempo, ofreciendo aún hoy un rato de entretenimiento agradable, que nos permite acercarnos al
western desde una perspectiva más clásica, menos realista quizá, por estar algo edulcorada, pero perfectamente válida. También me ha sorprendido un poco que Tufts emplee el recurso narrativo del villano enmascarado, cuya identidad es el eje de algunas aventuras, con un esquema propio de las novelas de detectives, y que me ha recordado bastante a lo que podemos ver en Ken Parker o clásicos españoles como el Capitán Trueno o el Jabato. De hecho, tengo la sensación que el trabajo de Víctor Mora bebe mucho de este tipo de historias y de las propias tiras de prensa o del estilo de Tufts, incluso.
Si bien es cierto que le autor emplea en muchos casos ciertas referencias a ubicaciones y escenarios reales, tal y como se explica detalladamente en un interesante prólogo, estas historias son prácticamente pura aventura. Quizá el único erro a la continuidad es el arranque de esta etapa, con un minero muerto, la acusación sobre Casey, que se le plantea una contratación como escolta de un cargamento de oro hasta que tiene que huir del pueblo ante un posible linchamiento de un delito que no cometió. A partir de ahí, comienza una línea argumental muy distinta, donde todo lo demás queda totalmente olvidado, facilitando asín una etapa sin demasiadas ataduras y un personaje que se cuelga el traje de héroe, intentando ayudar o enmendar ciertas injusticias. Curiosamente, este volumen empieza y termina con dos villanos enmascarados. El primero es Black Barney, un asesino que incluso avisa de sus crímenes dejando notas, mientras que el segundo es el Susurrador, protagonista de una trama mucho mejor elaborada en la que está en juego la destrucción de un pueblo debido a intereses contrapuestos entre mineros y madereros. En líneas generales, todas las historias están bien, y son entretenidas, pero sí es cierto que si comparamos la primera y la última, a pesar de tener un patrón muy similar, podemos ver la evolución de Tufts como guionista. En la primera aventura, además, tenemos la ruptura brusca con la continuidad del primer volumen, así como algunos aspectos del desarrollo de la trama que no terminan de encajar como la presentación y Beaver Barnes, que a la vuelta de pocas viñetas ya es un amigo de toda la vida de Casey. Sin embrago, con el Susurrador, Tufts muestra una significativa mejora, aunque su capacidad para dosificar el misterio y la prácticamente ausencia de un elenco de secundarios nos lleve a una resolución más o menos evidente. Con todo, ha estado bastante bien.
A pesar de la ruptura con la continuidad, en una de las líneas argumentales tenemos el regreso de Pancho y Pecos, una pareja que intenta lucrarse mediante la delincuencia, pero son más bien un contrapunto humorístico. "Aquila" es quizá el relato más extraño, ya que nos narra como Casey investiga las muertes de unos hombres a manos de lo que parece ser una bestia mitad hombre y mitad águila, que demás es venerado por los indios. La verdadera sorpresa llega cuando resulta que se trata de
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También tendremos la búsqueda de una mina de oro, muy al estilo de "Terry y los Piratas", pero sin la frescura y originalidad de Milton Cannif. En definitiva un conjunto de historias muy entretenidas que nos llevan hacia una nueva aventura en el
Far West, una realizada por Warren Tufts.