He leído el tomo 3 de
Saga.
"A la hora de jugar, algunos padres siempre dejan ganar a sus hijos, pero los míos no eran así. No creo que fuesen especialmente competitivos; solo querían enseñarme una valiosa lección. En esta vida, lo más importante es aprender a perder."
Sinceramente, nunca pensé que ver a
Hazel caminando me supusiera tal cúmulo de sensaciones. Todas paternales. Todas felices. Porque aparte de noches de insomnio, desayunos impredecibles y la falta de intimidad hasta a la hora de ir a cagar, también están esos momentos inolvidables como cuando dijo papá, la vez que se quedó dormida encima de tu comic de Sandman (mírala, qué angelito) o cuando dio su primer paso. "Esa es mi niña". Inolvidable esa imagen tan evocadora con una madre resplandeciente y feliz a su lado
Es imposible no sentirse identificado con las cosas que les pasan, normal. A fin de cuentas, aunque todo esté ambientado en el espacio, en planetas imaginarios y en naves espaciales de madera, lo cierto es que sus sentimientos son los mismos que los nuestros. A fin de cuentas. y aunque nos vendan
Saga como una odisea fantástica de aventuras interespaciales, que también, lo cierto es que trata de la familia, de ser padres y de lidiar con los problemas diarios de convivencia con tu pareja. en definitiva y como dice la intro de la contraportada, "de sobrevivir con tu hija en brazos".
Y de enterrar a tus muertos, de saber que por ley de vida verás morir a tus padres y lo superarás. Mas difícil será superar sobrevivir a tu pareja, si tienes esa suerte (o desgracia). Impagable el sentimiento de pérdida de
Marko, lo sencillo y bien narrado por
Vaughan, la sordera emocional que produce el vano intento de búsqueda de paz que incluso te impide oír los llantos nocturnos de tu hijo.
Y de olvidar amores imposibles, El sentimiento de vacío tras la ruptura, el hueco a rellenar, seguir con la vida porque es lo que la sociedad te reclama mientras su espíritu sigue a tu lado. Continuar con tu existencia, reparando tu corazón a base de cometer errores, de masticar odio o de reinventar esos buenos momentos del pasado. Y de cometer errores, los mismos en los que todos nosotros hemos incurrido. La frase inapropiada, el malentendido vergonzoso, la torpeza bienintencionada. Equivocarte y aprender de ello. Ya sea dando un beso en el momento más inoportuno o rechazándolo cuando más lo necesitas. Qué facilidad por cierto, para que
Fiona Staples plasme ese sentimiento con una maestría absoluta. Qué facilidad para mostrarnos todo eso sin necesidad de una sola frase:
y es que
Fiona tiene un talento enorme. Hay otro momento, muy tierno, que me niego a que se me pase por alto.
Sophie está hablando consigo misma, como lo hacen los niños infinidad de veces. Está describiéndose: "Me llamo Sophie. Tengo 6 años y puedo andar mucho rato a la pata coja, mi color favorito es..." y hay un momento en que la tristeza embarga el dibujo, y en la siguiente viñeta (fruto de lo importantes que son las personas de las que nos rodeamos) se pasa a una alegría pacificadora y serena. Y eso nos lo muestra Staples en una plancha genial
Y claro, luego está el genio de
Vaughan que consigue ponernos los pelos como escarpias con la frase mas efectiva en el momento oportuno. Se dedica a ir sembrando aquí y allá. Y mientras nos narra una velada con la familia, con charlas, juegos y lecturas de cuentos a la enana, nos va robando sonrisas, carcajadas y también alguna lagrimita inesperada. Qué puto maestro el
Vaughan capaz de resumirlo todo en una frase, toda la pena y toda la superación. "Creo que deberías subir a ver a Marco. Se está riendo". Dios, hay que aguantar esa lágrima, joder. Aunque sea tierna.
Y mientras, nos va contando batallas en planetas hostiles , la odisea hasta llegar a El Faro, los problemas en algún planeta alucinógeno, o que cuando no queda nadie, como si fueran nombres tachados en una libreta, siempre queda la familia. Y cómo las personas nos cambian. Las personas a quien amamos nos cambian. Verdades como puños que a veces tienen que recordarnos, como en esa conversación entre el escritor y la madre de Marko. O ver a
Alana protegiendo a su hija mientras con la otra mano sostiene un arma más grande que ella.
Un gran tomo, otro más, de una gran serie. Y ahora a seguir leyendo. Muy poco a poco. Que esto nos tiene que durar.