He leído Miracleman de Neil Gaiman y Mark Buckingham nº 1.
Hoy ha tocado rebuscar un poco en mi pila de pendientes y me he decidido a leer por fin este tomo que publicó Panini hace ya un tiempo, teniendo en cuenta que la posible continuación de Gaiman se retrasa más y más. Tengo que reconocer, que tenía mucha curiosidad por ver que nos quería contar el guionista británico, principalmente porque la obra de Moore me parece tan redonda, que continuarla lo veía innecesario. Siendo honesto, prácticamente igual que la ampliación del Universo Watchmen. No obstante, decidí darle una oportunidad, posiblemente por la presencia de Gaiman y por la más que evidente sintonía entre ambos autores.
Según parece, Gaiman tiene, o tenía, pensado realizar una etapa que se dividiese en tres ciclos: La Edad de oro, que es el que incluye este volumen, la Edad de Plata, y La Edad Oscura. Curiosamente, coincide un poco con lo que planteó Kurt Busiek en Astro City, y creo firmemente que sigue esa pauta de homenajear en el título a lo que podríamos considerar la génesis y evolución del género de los superhéroes en los cómics a través del propio desarrollo comercial de la industria. Aunque creo que es evidente que Gaiman pretende recoger el guante sobre el planteamiento de Moore en una obra y un personaje que ejemplifica la evolución del género que debía ser, pero que nadie se atrevió a contar, y hay bastantes retazos sobre ellos, pienso que el escritor dirige más su atención sobre el mundo que le rodea al superhéroe, que sobre la figura en sí misma de Miracleman. De hecho, uno de los aspectos que más me ha sorprendido es que Miracleman es prácticamente un secundario en su propia serie, manteniéndose en un segundo plano, mientras toman relevancia las personas que viven en este mundo utópico que servía para dar el comienzo a la Edad de Oro, y con el que se cerraba la etapa de Moore. De nuevo, tenemos ciertos paralelismos con el trabajo de Busiek, aunque Gaiman va mucho más allá, explorando muchos aspectos interesantes y utilizando una narrativa que emplea diferentes métodos de metalenguaje. Por un momento he llegado a pensar que esta es una obra con cierto sello a lo Morrison, y creo que en cierta forma no voy muy desencaminado, porque tiene muchos elementos propios de las obras del escocés, llegando a ser un poco críptica en ciertos momentos. También cabe destacar el trabajo de Buckingham, al que no he sido capaz de reconocer en ningún momento, ya que el artista cambia de estilo y técnica constántemente, demostrando ser un dibujante camaleónico como pocos. Transmite la sensación, al menos a un neófito en arte como yo, que cada relato es obra de un artista diferente, pero salvo que yo esté en un error es todo obra suya. Es increíble como en una pocas páginas es capaz de mostrar tanta versatilidad, adaptándose perfectamente al estilo y tono de cada historia. Me ha sorprendido mucho y esto provoca que a partir de ahora lo valore de una forma diferente. No sé si será el mejor trabajo que ha hecho, pero si no lo es, está muy cerca de ello. Después de esto, es complicado superarse a sí mismo.
Uno de los aspectos que más me ha sorprendido es la estructura de la etapa, que comienza con una serie de historias protagonizadas por personajes desconocidos, sin relación aparente y que parecen no estar interconectadas, pero esto cambia radicalmente en las páginas finales, donde todo lo que hemos leído va cobrando un poco de forma. En esta Edad de Oro, básicamente, Gaiman lo que pretende es explorar un mundo en el que Miracleman se ha convertido en dios, transformando al mundo de manera que las vidas de las personas corrientes han cambiado en diferentes aspectos. Algunos bastante mundanos, otros de cierta relevancia, pero todo se reduce a ese impacto en la persona a pie de calle y como ha evolucionado todo lo que le rodea, presumiblemente hacia un mundo mejor para todos, sin pobreza, hambre o guerra. De ese modo, comenzamos con una relato desde la perspectiva religiosa, cuando ese nuevo dios se ha convertido en alguien inaccesible, sentado en su Olimpo particular mientras aquellos que desean algo deben superar un largo ascenso de escalinatas para contactar con él y hacerle las peticiones que deseen. Esta historia es sumamente interesante desde el punto de las diferentes capas de lectura que desprende, cargadas también de cierto simbolismo. Ese largo camino es prácticamente un rito iniciático, que puede llevarte a la locura, estar impulsado por deseos egoístas o altruistas, incluso por el odio más profundo, pero es una prueba que no siempre se supera y cuyos resultados no siempre son los esperados. Un perfecta alegoría a lo que sería ser practicante de una religión y tener una fe ciega en algo. Quizá lo que menos me convence es la actitud altiva de Miracleman hacia uno de los personajes, mostrando también que los dioses pueden ser injustos e insensibles. Lo dicho, una auténtica alegoría a la religión, que parece transmitirnos que tengamos nuestra fe depositada en un dios real y tangible o en uno idealizado y basado en la fe y lo intangible no tiene porque ser la mejor solución a nuestros problemas. Y es que, al final, todo se reduce a que el superhéroe puede convertirse en un dios, pero también es falible, manteniendo así esa faceta de humanidad de la que se le suele desprender debido a su inmenso poder.
Aunque debo admitir que Gaiman está a un gran nivel en prácticamente todos los relatos, este me ha parecido especialmente interesante y el que más se acerca a ser la continuación directa de la etapa de Moore en muchos aspectos. Después, las siguientes historias buscan en mayor o menor medida explorar ese mundo utópico que surge tras lo sucedido al final de la etapa de Moore. Un hombre que tiene que cargar con la sensación de culpa de haberse librado de la muerte cuando ocurrió el desastre de Londres. El encargado de mantener unos molinos que mantiene una relación con Miraclewoman, lo cual lo llega a obsesionarse con la belleza hasta tal punto que ninguna mujer lo satisface plenamente. Un relato, por cierto, cargado de un mensaje social hacia la belleza interior, y denunciando muchos aspectos de una sociedad superficial. Una crítica que da igual los años que hayan pasado, sigue estando tan vigente hoy como hace 25 años. Quizá otro de los aspectos interesantes de la etapa, que son historias atemporales, que buscan en muchas ocasiones la reflexión sobre la condición humana, por lo que no han envejecido ni un ápice desde su publicación. De hecho, si nadie mira los créditos, bien puede pensar que son tebeos realizados el año pasado mismo. No solo por el trasfondo, sino por la narrativa y la forma de contar algo de carácter profundo y universal, dejando la sensación de ser tebeos que trascienden a su época, adelantados a su tiempo y que son el paradigma perfecto de lo que uno puede llegar a considerar obra maestra. Sea como sea, lo que sí tengo claro es que son historias que están a otro nivel, utilizando como herramienta el género de súpers, para demostrar que no tiene porque ser un género agotado y sin ideas, y que se pueden hacer con él cosas muy interesantes, algo que también defiende Moore, por cierto.
Asimismo, Gaiman explora el impacto que provoca en la sociedad el primer villano de la etapa de Moore, que no voy a desvelar, por si alguien aún no la ha leído. De ese modo, se pone de manifiesto que si Dios tiene sus seguidores, el Diablo, o su versión para este mundo, también los tiene, creando para ello un movimiento social y una tendencia estilista concreta. Por otra parte, tendremos el particular viaje al Infierno, en contraposición del Olimpo de Miracleman. Un lugar oscuro en el que brilla con luz propia Andy Warhol, o una versión animada artificialmente, que servirá un poco de hilo conductor en esta historia algo psicodélica sobre cual podría ser el destino de un villano de cómic como Emil Gargunza. Admito que me cuesta pillar todo el simbolismo y lo que plantea Gaiman, en la que quizá sea un argumento más críptico de esta etapa. Después pasaremos al mundo real, o algo parecido, ya tendremos la historia de una familia que al no poder tener hijos, recibió una inseminación artificial con el semen de Miracleman, lo que da lugar a una serie de niños con poderes muy similares a Winter, la hija del superhéroe. Pero lo más interesante de todo es como Gaiman utilizan el cuento que le cuenta su madre a su hijo antes de dormir para revelarnos que ha sido de Winter tras la etapa de Moore, viajando a mundos imposibles y teniendo un importante papel los Warpsmiths. Finalmente, Gaiman le dedica un relato a los espías, quizá en una especie de alegoría sobre aquellas personas que a pesar de vivir en un mundo perfecto, no pueden evitar sentir desconfianza y vivir insatisfechos. Para ello, el guionista utiliza como vehículo conductor a la figura de los espías, con una protagonista que vive en un mundo creado para los espías, donde cualquier elemento del escenario que e la vida puede tener múltiples significados. La historia como concepto es muy interesante, recordando un poco al Show de Truman o Matrix, que viene a explorar esa posibilidad de que vivimos en mundos dentro de otros mundos. Como si la vida fuese un escenario supervisado por alguien a la que si te acercas demasiado le puedes ver el envés de la trama. Creo que no cuenta nada nuevo, pero está muy bien contado y es bastante interesante el enfoque que tiene.
Todo esto nos lleva hacia un carnaval, o lo que es lo mismo a una nueva faceta de este mundo como puede ser algo tan trivial como sus festividades. Aquí Gaiman nos recuerda que esto es un tebeo de superhéroes y no duda en colarnos guiños y apariciones de personajes de Marvel y DC, algunos como cierto mensaje subliminal, sobre todo si vemos a Nigthwing como un anciano sentado en una silla de ruedas y a Starfire con obesidad mórbida. Con Spiderman y el Capitán Britania es mucho más benévolo el autor. De todas formas, este relato sirve para cohesionar todo lo leído hasta el momento, estableciendo un punto de reunión entre los diferentes protagonistas que hemos ido conociendo y ofreciendo una vez más ese mensaje de cambio y, por qué no, la posibilidad de que el hombre alcance lo más parecido a la inmortal. Un mensaje de esperanza que se apuntilla en cierta forma con la fase final del tomo en ese relato mudo que es "Recuperación". Esperanza y cambios los mensajes de Gaiman a un mundo que está necesitado de ambas cosas hoy y siempre.
Por último, comentar que la edición sigue un poco la línea de los otros tomos dedicados a recuperar Miracleman, aunque sin tanto excesos. Quizá habría que indicar lo que a mi modo de ver es un pequeño error, como es poner un resumen de los planes de Gaiman para su etapa, pero nadie se molesta en traducirlos. Está bien que se tache lo que podría suponer un spoiler sobre algo que aún no se ha publicado y tiene visos de publicarse, pero al menos todo lo demás se podría haber traducido, teniendo en cuenta que esto es una edición española de los cómics, dirigido a un público español o hispanoparlante, vaya. El resto de extras es interesante, sin llegar a los abusos, sirviendo también para ver parte del gran trabajo del dibujante, así como las portadas y las variantes tan de moda en la actualidad. En definitiva, un obra muy interesante, aunque reconozco que me quedo con la etapa de Moore. De todas formas, Gaiman ha sido un digno sucesor, y lo que parecía algo innecesario se ha convertido en algo muy interesante y de una calidad muy superior a la mayoría de tebeos del género que podamos leer. Diría que este es el Gaiman de Sandman, o lo que es lo mismo, el escritor en su mejor faceta. No sé si se podría decir que es un tomo imprescindible, pero desde luego que sí es muy recomendable. Ojalá algún día veamos su continuación si los litigios y los problemas legales lo permiten.