MAUS
“El tebeo que todo lector de cómics debe tener en su biblioteca”. Con esta frase demoledora leía una recomendación de esta obra en el foro. Yo, un ávido lector siempre dispuesto a experimentar, había huido conscientemente de Maus debido a su temática y su estilo fabulado. El Holocausto nazi no es algo que me apasione especialmente, me parece que, aún con razón, el tema se ha explotado mucho en cualquier medio. Tampoco soy muy amante a los dramas, prefiero buscar temáticas que me evadan para disfrutar de mi tiempo libre. Al fin y al cabo, ya tengo bastante con los problemas diarios como para utilizar el ocio como herramienta para entristecerme. Sin embargo, aquellas palabras llegaron a lo más profundo de mi mente. No podía cerrarme en banda ante algo que de forma unánime se aclamaba como una obra maestra. Así, en medio de una batalla mental, ganó la razón y encargué el tomo recopilatorio publicado por la editorial Reservoig Books. Total, lo importante son las historias y los personajes, había que darle una oportunidad.
Si hay algo que me gusta de esta edición es que te introduce en la lectura a pecho descubierto y sin red. Me gustan mucho los artículos introductorios de las diferentes publicaciones pero, en una obra como esta, con mis reticencias y perjuicios iniciales, lo mejor era llegar virgen. Llegaba tan desubicado que hasta que no abrí el tomo no descubrí que el cómic es en blanco y negro. Y el dibujo era tan… feo. Si nos ponemos técnicos tendríamos que decir que utiliza el minimalismo y tiene un trazo anguloso inspirado en las xilografías de principio de siglo. Pero, en definitiva, la primera impresión es que visualmente no es atractivo. La cosa se ponía interesante porque, claro, mi desconocimiento de la obra era tal que quería comprobar por mí mismo si realmente Maus era para tanto. Me había despojado de mis perjuicios iniciales, había abierto mi mente para mostrarme receptivo, pero tras abrir el tomo me encontraba en un principio con un rechazo visual. Trescientas páginas sobre un tema que no me apasionaba en absoluto, lo que prometía ser una lectura densa y encima protagonizada por unos ratones más feos que Picio. No obstante, el experimento estaba en marcha y había que llegar hasta el final…
Maus, como estoy seguro que muchos sabrán ya, es una historia biográfica de Vladek Spiegelman, un judío polaco superviviente del Holocausto nazi, a pesar de haber sido recluido en Auschwitz. Art Spiegelman, su hijo, le pide que le cuente su historia para difundirla mediante un cómic. De ese modo, la narrativa alterna el pasado con el presente, provocando que el lector obtenga un dos por uno. Por un lado, estará el drama humano del pasado, mientras que por otro, tendremos la curiosa relación padre e hijo, que no se aleja demasiado a la de cualquiera cuyo progenitor ha alcanzado una edad. Además, vemos como el autor va dando forma a la propia obra. Art Spiegelman transforma a los protagonistas en animales antropomórficos: ratones para representar a los judíos (Maus significa ratón en alemán), gatos para los alemanes, cerdos para los polacos, ranas para los franceses, ciervos para los suecos y perros para los estadounidenses, así como peces para los ingleses. Aparte del evidente componente fabulístico, el empleo de esta representación colectiva enfatiza visualmente la desindividualización propiciada por el Holocausto, con la reducción del individuo a una mera identidad nacional, étnica o racial (alemanes, judíos y polacos) que determina su destino en ese contexto histórico. Como ha admitido el propio Spiegelman, esta convención se inspira, además, en una reapropiación de los dibujos animados norteamericanos, como, por ejemplo, "Tom & Jerry", muy influyentes en la cultura cinematográfica y televisiva de su niñez.
Por otro lado, hay quién piensa que puede interpretarse como una reivindicación de la autonomía del cómic, demostrando que puede abordar cualquier tema sin abandonar sus convenciones gráficas. Hay que tener en cuenta que Maus es el principal precursor de la novela gráfica. Spiegelman, procedente del cómic underground, realiza una obra que a los críticos les es imposible de catalogar. Los comic-books eran por definición un entretenimiento infantil y torpe, “libros cómicos”, eso que había hecho Spiegelman tenía que ser otra cosa. En principio, porque Maus no era una ficción, sino una memoria, que trataba sobre la mayor catástrofe de la historia del occidente moderno. Pero, además, empleaba recursos de una enorme complejidad, que daban cuenta de los debates sobre el modo de representar el horror que circulaban en la literatura y la filosofía contemporáneas. La obra rompió tantos moldes que fue laureada con multitud de premios. Quizá el que más llame la atención sea el Premio Pulitzer, ya que es el único cómic que lo ha obtenido. En definitiva, tenemos un cómic que pretende darle al medio un empujón que demuestre a la sociedad del momento que los tebeos no tienen porque ser solo para niños. Al fin y al cabo, es una herramienta para contar una historia independientemente del público al que está destinada. Esto es algo que hoy día nos puede parecer de poca importancia, pero en el pasado, los trabajadores de la industria del cómic lucharon por dignificar el medio; unos con mayor fortuna que otros, obviamente. Spiegelman utilizó Maus para comenzar a construir algo, como Eisner y otros, que provocaría que en el futuro disfrutásemos de obras como Watchmen.
Dejando a un lado las estadísticas y la importancia histórica de la obra, lo realmente importante de Maus es su historia. A pesar de mis reticencias iniciales, comencé la lectura del tomo y cuando me di cuenta llevaba cien páginas leídas. Spiegelman me había atrapado totalmente en una trama humana y sencilla, que presentaba múltiples lecturas y un sinfín de reflexiones sobre la condición humana. Sin duda alguna, la obra tiene un mensaje claro y contundente: la esperanza. Un hombre capaz de vivir una experiencia de ese tipo mediante el ingenio es capaz de inspirar a cualquiera. Se trata de un héroe de la vida que es incapaz de rendirse ante nada. Quiere vivir, lucha por ello y al final lo consigue. No obstante, esto es solo la superficie, ya que la opresión nazi sobre el pueblo judío está llena de connotaciones racistas y religiosas. Además, en una situación en la que la vida y la muerte están separadas por una fina línea, el hombre es capaz de cualquier cosa para sobrevivir. En esos precisos momentos, podemos ver como unos siguen defendiendo el valor de la familia, mientras otros se dejan llevar por las ansias de supervivencia, dispuestos a traicionar a sus congéneres por vivir un día más o por un simple mendrugo de pan duro. Bajo un prisma de naturalidad, Maus profundiza en todo eso y mucho más, analizando desde diferentes puntos de vista el mayor genocidio que ha vivido la humanidad, a través de los ojos de un superviviente. Sin demasiada crudeza, pero sin edulcorar el tema. Spiegelman encuentra un equilibrio para que la historia impacte emocionalmente sin ningún alarde y desde la simplicidad.
Posiblemente, solo con el tema central de la historia la obra ya sería merecedora de nuestra atención. Sin embargo, Maus es mucho más. La capacidad de analizar el drama humano no solo se queda en el hecho histórico, sino que alcanza la intensa relación entre padre e hijo. Vladek es un anciano que a pesar de sus achaques sigue con vida, pero su mujer se suicidó. El sentimiento de culpa lo invade. En psicología se habla del “Sentimiento del superviviente”, un trastorno de estrés postraumático que surge cuando se ha sido testigo de la muerte de seres queridos o de otras personas. Incluso cuando se ha estado involucrado en una situación en la que otros han muerto. A esto hay que sumarle toda una vida dedicada al comercio de la supervivencia y al constante escaseo de comida, lo que lo convierten en alguien muy especial al alcanzar la senectud. Esto provoca que su relación con su hijo, al igual que con su segunda esposa, alcance momentos tan reales como la vida misma. Esa cercanía con la realidad, la humanidad que impregna la obra y los niveles de profundidad que contiene la trama son el mayor valor de Maus. Nunca encajó tan bien aquella frase de: “La realidad supera cualquier ficción”.
Posiblemente, ese halo de realidad que sobrevuela la obra en cada instante sea el responsable de que te llegué a lo más profundo del alma. Hay mucha sensibilidad en Maus, con momentos realmente emotivos. Es imposible no emocionarse cuando los protagonistas consiguen salir airosos en ciertos momentos de la historia, al igual que difícilmente no podremos sentir angustia en la parte final, cuando parece que nunca van a salir de las garras de los nazis. Es un relato con una fuerza terrible, que no deja indiferente a nadie y que transmite sensaciones a cada paso de la lectura. Nadie debe extrañarse si en algún momento derrama una lágrima o esboza una sonrisilla cómplice, porque difícilmente se puede encontrar una historia en la quedes tan inmerso en ella para descubrir que el mundo de fantasía no era tal. Y es, en ese preciso instante, cuando te das cuenta que has sido hipnotizado por Maus y su inconmensurable grandeza. A partir de ahí, la obra no solo revolucionó el medio, sino que tras su lectura, el lector ha ganado una experiencia que lo cambiara para siempre.
Por último, me gustaría señalar una curiosidad que desgraciadamente se pierde con la traducción. En el original, Vladek Spiegelman utiliza un inglés idiosincrático, que revela su origen judío como hablante habitual de yiddish, no solo por su origen polaco, como afirma algún traductor. En la primera edición en español este rasgo desaparecía. Por el contrario, en la edición de Planeta DeAgostini, traducida por Roberto Rodríguez, se mantiene este rasgo característico del personaje, usando recursos propios de la lengua española que tratan de reflejar, aunque de manera exagerada, la forma original de hablar de Vladek. El personaje confunde los tiempos verbales, el uso de ser y estar, los géneros gramaticales y las preposiciones. En la versión norteamericana original las particularidades del habla de Vladek, como la de otros inmigrantes de origen judío del este de Europa, suelen limitarse a la anteposición de algunos complementos verbales, mal uso de verbos modales, etcétera, pero su inglés solo supone una desviación muy puntual y reconocible de la norma. Este aspecto se mantiene en la edición que yo he leído, que es la que está disponible actualmente, y que en cierta forma lastra un poco la lectura en ocasiones. Desde luego, traducir este tipo de cuestiones no debe de ser nada fácil.
No son pocas las veces que este foro me ha llevado a conocer y disfrutar de grandes tebeos. De hecho, eso ha propiciado en mí una evolución como lector. Además de las experiencias habituales que te da la vida, tras mi ingreso en esta comunidad no soy exactamente el mismo que cuando entré. Eso es debido en gran medida a recomendaciones como esta que, a pesar del gasto extra que suponen, nos permiten ampliar horizontes en nuestras lecturas tanto en temáticas y estilos como en otros aspectos de carácter más reflexivo. Por lo tanto, sirva este humilde texto para homenajear a este foro y sus participantes, los cuales ayudan a un servidor a complacer esas inquietudes de un lector adicto y sin remedio. No me queda más que asentir con la cabeza y confirmar que, efectivamente, Maus es el tebeo que todo lector debe tener en su estantería; y, a poder ser, en un lugar destacado.