Vamos con el #12
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Llegamos al final. Si el #11 es el punto álgido de todo lo ocurrido hasta ahora y donde se dejó todo el pescado vendido, nos faltaba lo que ya auguraba la viñeta final del número anterior.
Hm. Hm. Hm. Hm. Hurm.
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Este #12 nos lleva al final inevitable. Para que todas las piezas encajen, éste ha de ser el final. Porque todo está claro, el motivo, la mano ejecutora y el culpable en la sombra.
Y aunque todo este resuelto en el número anterior, lo que me ha fascinado es que este número es absolutamente imprescindible. No ya por lo acontecido en él, que puede ser totalmente previsible,
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sino por la forma de contarlo. Lenta, muy lentamente. Con Fornés marcando un ritmo reposado. Como el latido calmado de alguien que sabe lo que ha de hacer y cómo hacerlo. No hace falta correr.
Siempre marcando el ritmo de lectura. Fíjate en los detalles, parece decirnos. No tengas prisa por pasar página. Luego acelerará cuando así lo crea oportuno. Y volverá a ralentizar el pulso de nuevo, siempre desde una calma tensa, preocupante.Una página para quitarse la gabardina. Desordenada. Otra página para ponerse la gabardina. Simétrica. No hay prisa. Tómate tu tiempo. Hurm.
En resumen, una obra sobresaliente que no recomendaría a alguien que busque aquí una trama superheroica llena de acción, porque no es lo que va a encontrar.
Lo que sí va a encontrar es un cómic político, infecto, un lugar donde se engendran fakes y teorías conspirativas con desparpajo, donde prima el fascismo, el Comediante es el ejemplo a seguir y donde la desconfianza en la veracidad del poder, genera conspiranoias tales como invasiones alienígenas de calamares que dan como fruto personas radicalizadas como Laura o Myerson.
La verdad es que Tom King lo ha dejado todo muy bien atado. No encuentro flecos mal cosidos, ni costuras deshilvanadas. Un final perfecto con el que Tom King, como en la magnífica portada de esta grapa, deja la puerta abierta a varias posibilidades y no voy a ser yo quien la cierre.
Que así está perfecto.