Completamente invierno nos dice el otoño.
Conocí el poema antes de cumplir los 18. Fue en una feria del libro en Madrid en la que mi arrogancia adolescente exigió a Mario Benedetti que me firmara el libro en un poema concreto. Él, con su gesto de abuelo bonachón y permisivo me concedió la gracia.
Pero fue luego, cuando entre Galeanos y Valentes imprudentes, apareció el libro. "Completamente Viernes" afirmaba el título. Hacía calor y el sol aún no sabia de muertes.
"Pero si es domingo", dijo Silvia entre risas. "Completamente invierno", añade ahora mi teclado.
Enterrar a nuestros muertos. Cada uno a su manera, ya sea cargando sobre tus hombros la madera inerte en un último paseo sin palabras, o recuperando la pala que algunos sepultureros tienen a bien dejar a mano, por si algún asistente saca fuerzas para dar unas paladas desamparadas. No sobra con la pena, esa que llega mucho antes que las lágrimas. Hay que acompañarla del símbolo.
Luis Garcia Montero recuperó un poema para enterrar con un delicado rito, a su compañera, a su Almu. La escritora y el poeta. Los amantes perpetuos.
Y así, en este martes, completamente teñido de viernes, 20 años después, enterrado en la memoria y henchido de muerte, el poema se hace eterno.