He leído Coleccionable La Espada Salvaje de Conan Nº 28.
Seguimos con la etapa de Michael Fleisher, en la que se nos presenta una serie de historias bastante irregulares en todos los aspectos, tanto argumentalmente como gráficamente. Estamos ante un puñado de relatos entretenidos, pero en los que se suele apreciar la sensación de argumentos alargados para mantener la paginación habitual del a revista, así como la particular aportación del autor al Universo Hyborio, que cada vez se aleja más y más del canon marcado por Roy Thomas, que tenía una fuerte base literaria y un afán por completar huecos en la obra de Howard. Al final, todo queda reducido a un conjunto de historias de fantasía heroica que tienen a incluir una serie de elementos básicos, repitiendo la fórmula hasta la saciedad. Por otro lado, la edición continúa dejándonos perlas en la traducción como expresiones tan contemporáneas como "¿Qué coño?", "tontos del culo" o "la mar de contento", por citar algunas que me vienen a la mente, que no terminan de sacarme de la lectura, pero chocan una barbaridad en medio del uso de un lenguaje más propio del medievo con palabras como meretriz, alcoba y otras similares. Pero, bueno, está claro que esto ya es una batalla perdida y que nadie parece darle una mayor importancia.
Comenzamos esta entrega con "El demonio de las sombras", una historia dividida en dos partes, posiblemente de forma fortuita, porque da la sensación que originalmente fue concebida para publicarse en un solo número del magacín, pero acabó dividida en dos de una forma un poco abrupta. Tenemos el regreso de Bor'aqh Sharaq, tras su aparición en el número 75 de la revista, donde se le daba por muerto, pero realmente estaba de parranda. Como ya dije en su día cuando comenté le tomo 25, este pirata se convierte en un villano recurrente, aunque me llama la atención que se resuma en dos ocasiones lo sucedido en su anterior aparición, desde la perspectiva de Conan y desde la de Sharaq, pero Fleisher no se molesta en explicarnos como demonios salió con vida del encuentro con el ser de los doce ojos. Parece como si la cuestión fuese rescatar el villano sin más. Más allá de eso, tenemos una continuación directa, viendo como Conan hace aquello que prometía al final de la mencionada historia del 75, afirmando que iba a vender las joyas en Messantia. Al menos hay que reconocer que el guionista respetaba ese aspecto de la cronología que él mismo estaba forjando. A partir de ahí se saca de la manga un enrevesado guion en el que varios quieren saber el paradero de las joyas que ha vendido, un trama que no es olvidada del todo, pero que su remate es un poco pobre, porque el coleccionista que envía a los asesinos parece conformarse con no saber del paradero de estos. De todas formas, creo que esto no acaba aquí, por lo que puede que tenga alguna continuidad aparte del pirata, que en algún momento se convierte en un recurso algo pesado e insistente.
Las tramas de Fleisher tiene el problema de no presentar una solidez suficiente. Sharaq se reencuentra con su odiado enemigo por una serie de azarosos eventos que me parecen más un cúmulo de casualidades que otra cosa. Además, el viaje del cimmerio se ve retrasado por eventualidades enfrentamientos con gigantes ciclópeos y oportunos cangrejos gigantes, como si llegar al desenlace de la historia fuese algo que hay que retrasar todo lo posible, para finalmente rematar con un intercambio en el sacrificio que salvará al mundo. En fin, una historia entretenida, pero ejecutada de una manera un poco torpe. El apartado gráfico salva un poco los muebles, pero solo un poco, con la presencia de Alfredo Alcalá, que pese a ser un gran dibujante, muestra muchas carencias y se echa en falta la mano el lápiz de Buscema aunque solo sea abocetando. No obstante, esas técnicas de dibujo, con un buen domino de las luces y las sombras, perfectas para la edición e blanco y negro dan un poco de empaque al resultado final, que no deja de ser una historia mediocre del género, sin demasiados elementos destacables.
Después tenemos un pequeño relato de seis páginas, "Cazadores y presas", cuyo título no deja margen a la interpretación y que por si acaso el propio Conan apostilla en la escena final. Lo pero de todo, aunque el relato no es muy allá que digamos, es que ne esta edición se han olvidado de incluirlo en el índice, y como originalmente los autores solo fueron acreditados en el índice, pues queda ahí en medio en tierra de nadie y sin indexar. Alan Zelenetz es el guionista, que juega un poco con el concepto de fábula en una historia de la juventud de Conan. Lo peor sin duda es el dibujo de Mary Wilshire, una artista que destacó más en Crazy Magazine o el cómic undenrground que en cualquier otro trabajo de Marvel. Su estilo no solo no pega nada, sino que es demasiado sucio y a mí no me parece adecuado para el tono de la historia. Los textos transmiten una cosa y los rostros otras. Un complemento para rellenar páginas que incluso Planeta parece haber pasado por alto en su índice, eso lo dice todo, creo.
"El demonio oscuro de Raba-Than" sigue una línea muy similar, con la salvedad de que el dibujo de Mal Mayerik se apercibe algo deslucido, seguramente por la calidad de las reproducciones originales. Tampoco está al nivel de los mejores trabajos del artista, que sí muestra unas viñetas recargadas, pero se pierden muchos detalles. La historia nos lleva a un momento de la juventud del cimmerio, cuando ejercía como ladrón y roba a un noble parte de sus riquezas así como a su mujer. Después se ve envuelto en una trama de un monstruo maldito, similar al yeti, pero que nos deja uno de esos giros sorprendentes muy propios del género del terror, más que de la fantasía. Aunque ne realidad es una buena combinación de ambas, lo cual da cierto sentido a la presencia de Mayerik. También hay que reconocer que está mucho mejor estructurada que la anterior, a pesar de que se cuelan aspectos que siguen transmitiendo el alargamiento innecesario del argumento, como la presencia de esa extraña tribu de montañeses, con una cultura que choca un poco con las convicciones del protagonista, pero que respeta más para seguir con vida que otra cosa.
Finalizamos con "La hija del rey Dios", donde Fleisher regresa a uno de los temas más habituales en las aventuras del cimmerio: el rescate de princesas de malignos hechiceros. Yo creo que el escritor no puede utilizar más tópicos en sus argumentos. Lo peor de todo es que tras 47 páginas la historia concluye con un cliffhanger en toda regla, donde parece que por fin veremos la pelea entre el bárbaro y el mago. En esta ocasión contamos con la presencia de Gil Kane, entintado por Nestor redondo y Danny Bulanadi, lo que ofrece un resultado final un poco extraño, porque cada entintador imprime su propio estilo a los lápices del dibujante, aunque se deja entrever el trazo de Kane en muchos aspectos como los rostros, el pelo, entre algunos de los rasgos más característicos de este fenomenal dibujante, que a mí particularmente me parece que donde más destaca es en su movimiento del cuerpo humano y su composición de páginas, con una perspectiva en narrativa que combina muy bien la espectacularidad con la eficiencia narrativa. Más allá de eso, destacar que la historia está segmentada en capítulos, lo que nos lleva a su vez a un esquema argumental demasiado evidente, casi como si estuviese concebida para ser publicada por entregas. También me parece remarcable comentar que volvemos a la etapa del cimmerio como dirigente de los afghulíes, aunque parece más una excusa para proveer al personaje de un nutrido ejército con el que combatir que otra cosa. Por no hablar del capítulo dedicado a detener un ataque a un poblado, donde creo que se abusa de la sensiblería con respecto a la niñez del protagonista. Conan alguien noble y se rige por un estricto código de conducta, pero nunca ha mostrado síntomas de una especie de trauma infantil por ataques a su Cimmeria natal. Fleisher creo que se sale un poco de lo preestablecido, y no para bien precisamente. Parece que llegamos a una época un poco floja de la colección, espero que no dure demasiado y retomemos un poco al menos la sensación de lectura entretenida y con argumentos más sólidos.