He leído
One Piece Nº 78.
Retomo la lectura de esta colección tras mi
anterior comentario.
Creo que hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un tomo de esta colección. Oda ha conseguido mantener un nivel muy alto a lo largo de gran parte de la serie, pero esta saga en concreto a mí se me ha hecho especialmente larga y se ha visto lastrada en algunos momentos por la inmensa cantidad de personajes que han intervenido. Entiendo que el autor ha necesitado mucho espacio para desarrollar una compleja trama, con diferentes líneas argumentales, que nos lleve hasta este momento, de forma que asistamos con toda la épica necesaria a un momento tan importante de la carrera de Luffy por alcanzar el One Piece. Si en anteriores entregas hacía hincapié en el drama y la coralidad, diría que en esta parte predomina la épica y, sobre todo, la tensión de un ritmo trepidante que nos acerca al final de la saga, que si no concluye aquí, está a la vuelta de la esquina. Al final, a pesar de mis quejas y mis críticas, Oda no solo me ha convencido, sino que ha conseguido que me abstraiga del mundo y me sumerja en la lectura, totalmente enganchado hasta la última página. ¡Adoro esta serie!
Comenzamos con el enfrentamiento final entre Kyros y Diamante, el cual se produce en el campo de girasoles, con una Nico Robin que debe quedar más o menos al margen. El enfrentamiento está muy bien, pero cabe destacar el desenlace de la trágica historia entre el padre y una hija, que tras 20 largos años encuentran la justicia, o incluso podríamos hablar de venganza. El otro punto de interés se sitúa en la perseguida fábrica de Smile, en la que Frankie y los Tomtatta dan buena cuenta de ella. Uno de los objetivos de la misión parece cumplirse al fin, aunque a lo largo del tomo veremos como el tema se alarga un poco más. Estoy empezando a pensar que a Oda le cuesta mucho dar por finalizado algo… Aún así, me llama la atención que parece que en esta saga los enemigos podrían no solo ser derrotados, sino que más de uno podría morir en el combate. El caso de Diamante es el primero, pero no será el único. Supongo que más tarde se desvelará que solo han quedado inconscientes. No obstante, veo al autor especialmente violento en esta saga; quién sabe…
El siguiente combate que llega a su final es el de Don Pica contra Zoro. Me ha gustado el desenlace, con un Zoro exultante y con un ataque final realmente asombroso, todo hay que decirlo, pero este enfrentamiento ha adolecido de un alargamiento exagerado, teniendo en cuenta el contrincante y sus habilidades. No voy a negar que tiene su aquel, pero pienso que sin tantos frentes abiertos esto se podía haber despachado en varios capítulos, repartidos en un par de tomos como mucho. Pero el duelo de la piedra contra el acero no solo nos deja ver algunas técnicas nuevas del espadachín, así como la muestra de inteligencia y estrategia en el combate, dando pequeñas muestras de su evolución en la lucha. También nos deja claro que domina la fuerza vital y tenemos un pequeño flashback de su entrenamiento con Mihawk para demostrarlo. Yo echo en falta un poco de información de esa época en la que estuvieron separados y parece que por fin Oda va a satisfacer un poco a los lectores en ese aspecto.
Por cierto, aunque todo está muy centralizado en los importantes combates que se están produciendo, tenemos un cabo suelto con Sabo, el hermano de Luffy, al que por un momento pensé que veríamos en primera líen en esta fase final, pero parece tener otra misión de la que aún no sabemos nada. Esto parece implicar a Burguess, el miembro de la banda de Barba negra que se encuentra en Dressrosa, pero todo queda sumido en el suspense habitual al que nos tiene acostumbrado el autor.
Y por fin nos centramos en Luffy que, tras derrotar a Bellamy, centra su foco de atención en DoFlamingo. Aunque haciendo honor a la verdad, veremos un combate en el que predomina la colaboración entre Luffy y Trafalgar Law, que hasta el momento solo me generaba desconfianza, pero que con su actuación en varios capítulos se ha ganado mi confianza. Igual me equivoco después, al fin y al cabo son piratas, pero creo que esta alianza forja unos lazos difíciles de deshacer. Luffy tiene ese carisma que lo hace tan especial y del que ya ha hecho gala en otras ocasiones. La presencia de Trébol me ha parecido un estorbo total, siendo uno de los enemigos que menos me ha gustado de toda la saga. No sé, ni sus poderes, ni el giro final del personaje me terminan de convencer. Está dentro del punto estrambótico de esta aventura, que ha sido prácticamente una constante. De todas formas, durante el combate hablan de tipos de fruta demoníacas, lo cual me desconcierta un poco, porque Luffy no entiende como a Trébol no le afectan sus ataques. Y, después, contra DoFlamingo, ocurre algo similar. Lo de las frutas ya lo explicaron una vez, pero debería estar más a mano si van a sacarlo a relucir constantemente, con la mala memoria que yo tengo.
A mí lo que de verdad me ha sorprendido ha sido la forma en la que Law utiliza sus poderes. No sé yo si Luffy podría derrotarle, porque me parece bastante poderoso. Su implicación personal en el asunto de Mingo creo que lo hace en cierta manera vulnerable, a pesar de que tiene técnicas tan interesantes como la inmortalidad o la fuente de la juventud, algo que persigue su oponente. Pero si hay lago realmente destacable es que por fin vemos a Luffy en todo su esplendor, utilizando además la “Cuarta marcha”, una técnica que se revela como un empleo asombroso de sus habilidades, también fruto del entrenamiento durante lo que vamos a empezar a denominar como los “años perdidos”. Al principio hay que reconocer que daba la sensación de ser algo ridículo, pero poco a poco se va viendo que nada más lejos de la realidad. Hay momento de la pelea verdaderamente chulos e impactantes. El nivel de poder de Luffy ha aumentado muchísimo. Bueno, eso es algo que se ve desde el momento en el que lo vemos utilizar la fuerza vital de un rey, una habilidad que también es capaz de utilizar DoFlamingo, por lo que el combate aumenta su interés por momentos. Cabe destacar otro pequeño flashback en el que vemos el origen de la familia que forman los lugartenientes y Mingo, considerado casi un dios por aquello de ser un dragón celestial, al cual le vieron mucho potencial desde niño, aunque lo orientaran hacia el mal y la locura, construyendo al hombre en que se ha convertido. No deja de ser curioso que alguien que posee los poderes de hilo y que ha intentado siempre dominar a los demás como marionetas, no deja de ser un constructo de terceros que lo moldean para servirle. Desde luego tiene su reflexión el tema.
Si bien es cierto que me he quejado de la narrativa confusa del autor en algunos momentos, en esta gran pelea volvemos a ver a Oda especialmente inspirado. Uno de los mejores aspectos es la transmisión de la emoción del momento, apretando el acelerador y dotando a esta parte de un ritmo trepidante capaz de dejarte sin aliento. En unos momentos parece que Luffy está ante un enemigo que difícilmente va a derrotar. Por otro lado, está la jaula que encierra a la isla y que comienza a cerrarse con un plazo límite. Una vez más, volvemos a esa coralidad tan habitual de la saga, pero vamos cerrando frentes y la banda parece ir reagrupándose por fin. No obstante, el tiempo apremia y la sensación agónica casi traspasa las páginas. Ahora solo queda esperar al siguiente tomo para ver si realmente el combate ha terminado…