He leído
El rancho maldito.
Bueno, sin prisa, pero sin pausa, prosigo mi lectura de la colección, que vuelve a publicar una antología de relatos, en lugar de una historia larga. En esta ocasión, tenemos a varios autores que se van turnando para presentar cuatro historias protagonizadas por Luke. En mi opinión, están entretenidas y poco más, aunque reconozco que algunos gags muy concretos me han hecho reír un poco, pero en comparación con los anteriores volúmenes, diría que ha descendido un poco la calidad. Aún así, quiero recalcar que la serie sigue siendo muy divertida y merece la pena leerla. Creo que tras la muerte de Goscinny sigue mereciendo mucho la pena, la verdad.
Comenzamos con la historia que da título a este tomo
"El rancho maldito", escrita por Claude Guyloïs. El debut de este guionista narra una curiosa historia llena de guiños, pero hay tantos que realmente distrae al lector de lo que realmente importa: la historia. No voy a negar que hay varias referencias muy bien hiladas, pero creo que se abusa demasiado de un recurso que no debería ser el centro de atención. Tenemos un pequeño pueblo donde la proliferación de prospecciones de petroleo provoca que el aire se vuelva irrespirable, por lo que todos sus habitantes se muden de allí. Entre ellos se encuentra Miss Bluemarkert, un entrañable anciana que tiene como mascotas a tres bisontes. Esto le provocará algunos problemillas en su viaje y, sobre todo, a la hora de encontrar un nuevo hogar. Al llegar a Smithville,
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Creo que no hace falta incidir en los guiños, porque creo que están perfectamente claros. Además, hay escenas típicas como la de la armadura que se mueve sola, aunque ese adorno sea más propio de una mansión victoriana que de un rancho del oeste. Tampoco pinta nada realmente Groucho Marx y creo que Miss Bluemarkert también es alguien conocido, pero no sabría decir quién. Un relato que no deja de tener su punto, pero que me parece un inicio poco prometedor el de este guionista.
A continuación tenemos
"La buenaventura", escrito por X. Fauché y J. Léturgie, que de alguna forma encaja con el anterior, ya que Luke debe volver a demostrar que lo sobrenatural y lo paranormal no están presentes. Teniendo en cuenta el trabajo anterior de ambos autores, me ha sorprendido ver que en las distancias cortas realicen un guión tan flojo. Luke llega a un pueblo en el que todos parecen seguir a pie juntillas los consejos de una vidente,
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Hay momentos destacables, pero demasiado floja para mi gusto.
Después nos encontramos con
"La estatua", que pretende narrar el verdadero origen de los rostros de la montaña Rushmore. Y atentos a los turistas nipones, que nos descubren la orientalidad de ciertos presidentes de Estados Unidos.
La historia narra como hace mucho tiempo, Luke restableció el orden en un pueblo cercano y las autoridades decidieron homenajearlo con una estatua.
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Claude Guyloïs está un poco más inspirado que en la primera historia, pero sigue faltándose algo de chispa. Además, vuelve a recurrir al constante guiño. El del nombre del artista es evidente, aunque físicamente diría que es Dalí. También está la presencia de fondo de la estatua de la libertad, o el propio monte Rushmore. Sadiquito y los Dalton, son refritos del pasado en un relato que podría haber dado mucho más de sí.
Finalmente, tenemos
"El canal", escrito por X. Fauché y J. Léturgie, que me ha parecido mucho más acertado en el apartado del humor y la elección de la trama. Sin embargo, el desarrollo lo he encontrado algo pobre. Luke se encuentra con Clement Ellsworth,
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Cabe destacar la proliferación del humor a través del gag constante. Sin grandes alardes, desde la simplicidad, consigue mejores resultados que en la primera historia corta de ambos autores. Por otro lado, se utiliza un hecho histórico, como es la fabricación de este tipo de canales, por lo que se retoma uno de los aspectos más interesantes de esta colección: la parodia del western y todo lo sucedido en la época histórica del género.
Para terminar, tenemos algunos puntos de interés en la evolución de los personajes. Luke a dejado de fumar de manera definitiva, por lo que se ve. Jolly Jumper está plenamente integrado en los diálogos, aunque se puede dejar a la libre interpretación en lagunas ocasiones, en otras es evidente que existe ese diálogo. Ya comenté en su momento que esto no es algo que me acabe de convencer. Si bien es cierto que los animales sirven de herramienta para mostrar la ironía de las situaciones, con esta interactuación se pierde un poco de fuerza. Y en el apartado gráfico tenemos una novedad, aunque Morris continúa al pie del cañón, tiene la ayuda de Michel Janvier. Esto me plantea una reflexión: quizá el dibujante está mayor y de ahí que cada vez haya más antologías y menos historias largas. Sea como sea, espero que en el siguiente volumen, recuperemos la calidad de las anteriores entregas.
I’m a poor lonesome cowboy, far away from home…