He leído Kick-Ass 3.
No me puedo creer que nadie haya comentado este tomo aún…
Con este volumen llegamos al final del camino de esta aventura que nos plantea Mark Millar, la cual ha pretendido en todo momento llevar los superhéroe al mundo real desde un prisma ligeramente diferente. Dave, enfundado en su traje y bajo el sobrenombre de Kick-Ass, no es un héroe al uso, es más bien un friki que pretende hacer algo importante en la vida, viéndose influenciado por los tebeos con los que ha crecido. Siempre en busca de esa postura molona, aquella frase impactante o el irrefrenable sentido del deber, pero al fin y al cabo con más voluntad que otra cosa. Su alianza con Hit-Girl supuso un gran repulsivo en su carrera contra el mal, pero tras la anterior entrega de la serie su compañera está en la cárcel y solo queda un grupo de inadaptados incapaces de hacer nada realmente grande, acorde con el nombre del grupo: Justicia Eterna. A pesar de todo, el equipo deberá afrontar la complicada tarea de seguir ayudando a los demás y comenzar a elaborar un plan que les permita sacar a Hit-Girl de su encarcelamiento.
Con este punto de partida, Millar inicia la miniserie crepuscular de un héroe callejero que tendrá que afrontar su mayor reto: madurar. En definitiva, eso es lo que realmente parece querernos transmitir el escritor. La historia comienza con un claro punto y seguido para, a continuación, tomar un camino por el que el joven protagonista crece y evoluciona. Termina el instituto, comienza la universidad, conoce a una chica con la que comparte aficiones e inicia una relación estable. Todas y cada una de las fases que cualquier joven ha vivido a lo largo de su vida se ven reflejadas en el personaje de Dave. Para ello, Millar utiliza muy bien el constante guiño al mundo del cómic, sobre todo en la figura de Batman o Spiderman, dos grande iconos de la cultura pop. Aunque también hunde sus raíces en lo más profundo del lado oscuro del aficionado, en todos los aspectos imaginables. Desde luego, no se puede negar que Kick-Ass es, sobre todo, una oda al frikismo en estado puro; una forma bastante fiel de representar al aficionado en un tebeo, a veces en busca de una realidad, en otras ocasiones, en un intento de establecer una pequeña crítica a las diversas aficiones que rodean al arquetipo del friki.
El autor tampoco pierde la oportunidad en hacer toda la propaganda posible sobre sus diferentes obras del Millarworld. Nunca está de más una cuña publicitaria…
Pero si hay algo realmente destacable de esta miniserie es la forma en la que la historia muta a medida que avanza la trama. En sus primeros compases tiene ese aire de continuidad, después se inicia una etapa de evolución y maduración de los protagonistas, concluyendo con fin de fiesta que reúne a la pareja estrella de la serie para demostrar una vez más, que estos superhéroes son capaces de hacer justicia. De ese modo, las subtramas que se han ido desarrollando llegan a una eclosión con tintes de blockbuster al más puro estilo de Millar. Y es en ese momento, cuando el lector se da cuenta que realmente la lectura ha merecido la pena.
Aunque debo reconocer que Millar no es el autor más apropiado para sesudas reflexiones sobre el género, ni para complejas analogías entre su obra y la realidad. Hay que reconocer que en esta obra consigue gran parte de ese objetivo, pese a que no pierde la esencia de su estilo y su manera cinematográfica de hacer tebeos en ningún momento. Podríamos decir que la historia acaba al mismo nivel que empezó ocho años antes, con un tomo tan entretenido como interesante cuyo final no es más que el constante bucle en el que la vida sumerge al ser humano. Por supuesto, para conocer el desenlace, deberéis esperar al final de los créditos como en cualquier film de Marvel Studios que se precie.
Por último, habría que destacar el trabajo de un exultante John Romita Jr., el cual demuestra que no ha perdido del todo sus habilidades. Tampoco me parece despreciable el entintado de Tom palmer y le coloreado de Dean White. Entre todos forman un equipo artístico muy sólido capaz de representar esa realidad del cómic en su máxima expresión. Sin duda, de lo mejorcito que podemos ver en este mundo creativo personificado en Millar.
Ahora, poneos cómodos y prepárense para patear por última vez a los malos, porque los verdaderos héroes también se retiran. Ya conocéis el dicho: una retirada a tiempo es una victoria.