Hoy para esta reseña me gustaría decir algo diferente. Que, visto así, es una frase que dice el reseñador pagafantas de turno para excusarse cuando va a hacer todo lo contrario. El problema es que yo he llegado a un momento en el que me da la sensación de que todas mis reseñas son iguales, y me estoy empezando a aburrir un poco. Que si hago una lista de tops de mierda, o que si leo un cómic y luego lo comento. Llega un momento en el que acabo en el hastío más absoluto. Otros hacen lo mismo sin despeinarse, pero yo, lamentablemente, no tengo tanta paciencia. Diría que voy a intentarlo pero entonces me acuerdo de Yoda y pienso que el solo hecho de intentarlo te hace quedar mal. Voy a hacerlo, coño. Dejad de reiros
Me gustaría que nos fijáramos un poco en el estilo de Jack Kirby comparando dos personajes de dos de sus series en DC: Etrigan y OMAC.
Creo que viendo estos dos personajes podemos decir cosas bastante interesantes de Jack Kirby como escritor. Para empezar, porque nos encontramos con dos temáticas totalmente diferentes en ambas series, el primero inmerso en ambientes de terror y miedo, y el segundo en un mundo futurista y semi-utópico.
Etrigan nace de una de las grandes influencias de Jack Kirby, que es la serie de El Príncipe Valiente, en lo que viene a ser un homenaje, juraría. Y OMAC, según Mark Evanier, es futo de un proyecto que Kirby tenía pensado en 1968 para traer al Capitán América al futuro. Sería muy divertida la idea de tener superhéroes que nacen por programación, ya que es una idea que pocos autores han tratado. A bote pronto se me ocurre Snyder en su etapa de Batman ¡Unos 40 años después!
Una cosa que sí comparten que me llama mucho la atención es que ambos, a la manera del Capitán Marvel, tienen un alter ego más débil, otra cara de la moneda decididamente menos superheroica que hace lo que puede para sobrevivir al día a día. Esto es muy interesante porque Jack Kirby después de abandonar Marvel hace muchos personajes que siguen teniendo una pata coja, o una transformación tan directa como esta. A mí me gusta porque les da a los personajes una faceta muy humana.
Y aun así Jason Blood y Buddy no podían ser más contrarios entre sí. Jason era un esbirro de la villana, Morgana Le Fay, transformado por culpa de Merlín en demonio. El esbirro malvado transformado en buena persona por su fusión con un demonio. Hablamos aquí de un tipo confiado, inmortal y experimentado, el reverso de Buddy, que es un pringao cualquiera trabajando en una fábrica que maltrata a sus empleados.
Buddy está en un ambiente de trabajo que sorprendentemente podría ser una versión retorcida de nuestro presente. A mí particularmente me fascina la eistencia de un cuarto en el que los empleados de la fábrica liberan sus tensiones actuando como unos jodidos bárbaros, para luego seguir el día a día con la misma fachada falsa de siempre. Porque aquí vemos como Jack Kirby en realidad es un tío bastante pesimista, o realista según se vea, que no piensa que el futuro vaya a ser una utopía perfecta sembrada de flores. No, por lo que sabemos Buddy lleva una vida triste tirando de un lado para otro, con el único consuelo de recibir el amo sumiso de una mujer que en realidad está programada para ello.
En este futuro, supuestamente los únicos mínimamente decentes son los agentes de la paz. Pero, por lo que sabemos, son gente sin escrúpulos, controladora, y excesivamente paranoica. Tal vez vea cosas donde no las hay, pero es que si Kirby concebía a sus protagonistas como personajes con muchos defectos, no dudo que dudase de la existencia del ser decente super-positivo.
Jason Blood en cambio vive como ocultista y hombre misterioso, que sin embargo no recuerda sus vidas pasadas a pesar de tenerlas todas exhibidas en cuadros de su cuarto, y que se ve obligado a soportar la maldición de su metamorfosis, que en realidad le acarrea más problemas que soluciones, en forma de niños caprichosos con demasiado poder, misiones peligrosas mandadas por el misterioso Merlín, y no poder llevar una relación normal con ningún ser humano. El caso es que Kirby, al contrario que sus contemporáneos de muchas cabeceras de terror, cabeceras de terror a las que pretende sumarse con esta serie, es muy sutil, no quiere tener redundantes escenas melodramáticas que corten el ritmo de la narración. Las pinceladas están ahí para quien quiera verlas
Una muestra de esto la tenemos con Etrigan. Etrigan no es un héroe. Su propio backstory es casi desconocido, con mucho terreno a explorar en el futuro. No importa. Etrigan es pues el superhéroe más extraño de Kirby. Sabe que Jason Blood existe, pero su existencia solo le interesa en tanto que depende de la suya. No solo disfruta con la batalla, sino que se descojona en la cara de sus enemigos mientras dispara fuego por las manos. Al contrario que Blood no le teme a nada porque ¿Qué sentido tendría? Pero hablamos de una criatura sujeta a la voluntad de Merlín
En cambio OMAC es muy diferente en este sentido. No sabe quién fue Buddy Blanck, ya que sus pautas cerebrales desaparecieron tras la transformación. Obedece a los agentes de la paz por su propia voluntad, no por programación, ya que sus poderes se escapan a las posibilidades de los terrestres. Y mientras nadie quiere ni comprende a Etrigan en su faceta demoníaca, OMAC tiene al Hermano Ojo, la computadora siempre vigilante y eterno Mcguffin/Deus Ex Machina según lo requiera la trama. Ah, y OMAC se encuentra en permanente estado de guerra, y como tal utiliza diversas armas en sus batallas, mientras que Etrigan pelea a mano desnuda contra los horrores que tiene en frente. Asi que podría decirse que OMAC es un modelo de superhéroe más raro y único, mientras que con Etrigan en manos de otros autores no sería difícil subvertir sus valores morales. Lo curioso es que en el mundo de OMAC la gente no tiene personalidad, solo se define por sus gustos personales… algo parecido a lo que pasa hoy en día.
Otro detalle: Etrigan tiene un final más o menos cerrado, mientras que OMAC tiene uno de los finales más conclusivos, extraños y anticlimáticos de todos los que existen
Los dos han tenido dispar suerte editorial, pues OMAC ha continuado su publicación a través de diferentes miniseries a manos de gente como John Byrne o Bruce Jones, mientras que Etrigan después de ser recuperado por Alan Moore en La Cosa del Pantano ha disfrutado de miniseries, uno o dos volúmenes de larga duración con alguna etapa famosa, y plena integración en la continuidad normal, con cameo en Sandman incluido. ¿Será porque nos gusta más deleitarnos con lo oscuro de nuestra alma (uy que pijo ha sonado eso) o porque no confiamos en el futuro extraño de OMAC? No puede ser por la cresta. La cresta mola
El caso es que con esto me gusta ver lo que puede hacer Jack Kirby como guionista. Porque ambos personajes se basan, en cierta manera, en el Capitán Marvel original, el que se transformaba en superhéroe con gritar “¡Shazam!”. Comparten con Billy Patson el hecho de requerir una transformación para alcanzar otro estadio de su ser, con diferencias bien visibles: la metamorfosis de Etrigan es horrenda (y no siempre va a requerir la ya conocida frasecita) mientras que OMAC es una transformación permanente, abandonada su humanidad en una sociedad fría que te da a tus padres por contrato, lo cual es un poco terrorífico si te paras a pensarlo. Kirby retuerce el mito de Shazam, consciente o inconscientemente, para convertirlo en otra cosa. No es que Kirby tenga mala leche, sencillamente se deja de paternalismos y trata la vida como un viaje por el que hay que sufrir donde nadie te va a dar nada gratis. Es esta actitud la que define a todos sus superhéroes de los años 70 (y 80), y puede que sea la razón por la que aun hoy en día hay cierto rechazo a su obra.
El caso: los superhéroes de Jack Kirby no son héroes de mandíbula perfecta, sino tíos imperfectos, con limitaciones, y obsesiones crecientes. Seres humanos, vaya.