“YO MATÉ A ADOLF HITLER” DE JASON
“Este puto vecino es un coñazo…” ¡BANG! “¿Me vas a suspender con un 4,5?” ¡BANG! “Ese tipo no piensa devolverme el cómic que le presté” ¡BANG!
En la sociedad retratada por
Jason en
“Yo maté a Adolf Hitler” esto es el pan de cada día. Y con “esto” quiero decir “quitar de en medio a quién sea, por el motivo que sea y sin sufrir las consecuencias por ello”. En un mundo en el que ser asesino a sueldo fuese un oficio tan legal y común como el de panadero o charcutero, Jason no duda en afirmar que este resultaría un negocio de lo más próspero. Largas colas de clientes esperando para encargar su asesinato a la carta se amontonan en las oficinas de los profesionales dedicados al bello arte del tiro en la nuca (o donde pille). Y los días transcurren así entre asesinatos por encargo rutinarios y la monotonía de la muerte inducida de forma rápida y sin adornos. En cualquier esquina, en cualquier momento ¡BANG! Y a por el siguiente encargo.
En este contexto nos metemos en la piel de nuestro anodino protagonista. Un asesino a sueldo anónimo sin nada reseñable que le defina y que parece la versión opuesta del asesino profesional cargado de romanticismo tan clásico del género negro. En su lugar, lo que tenemos es a un hombre gris, totalmente alienado y hastiado de una profesión que ejerce con el piloto automático activado. Sin amigos, recién acabada la relación con su pareja y tras sobrevivir de milagro al “principal gaje de su oficio”, nuestro prota recibe un encargo más que peculiar: viajar al pasado para matar al mismísimo Adolf Hitler y así cambiar la historia de la humanidad (para mejor, se supone). Si esto sale bien, ganará tanta pasta que podrá pre jubilarse y dejar así atrás para siempre esa vida suya que tanto aborrece. Eso sí, el plan debe funcionar a la perfección a la primera ya que la máquina que permite el salto temporal solo puede ser usada una vez cada 50 años. Sin embargo…
Con esos pocos elementos en el guión y con un uso perfecto del lenguaje del cómic, Jason realiza una auténtica obra maestra del arte secuencial en solo 48 páginas. Una historia genial que transita entre el drama, la acción, el género negro, la ciencia ficción, la comedia… y que, como es marca de la casa, es mucho más que lo que parece a primera vista. Todo lo que parecía importante en un principio, deja de serlo al final, en un desenlace que cierra de forma totalmente redonda una historia para el recuerdo, el sentimiento y la reflexión. Porque tras toda esta parafernalia de asesinos que pagan sus impuestos y viajes temporales para matar al Fürher, se esconde una aguda disertación sobre la naturaleza humana, el amor, el odio, la capacidad de perdonar, de olvidar… Todo ello, insisto, en tan solo 48 páginas.
Y si genial es lo narrado, no menos lo es el modo en que es narrado. A este uso ya comentado del
Mcguffin (en este caso, usar la ficción y el pastiche de géneros como gancho para la narración de algo “más grande que la vida”) habría que sumar otros tres recursos siempre presentes en las obras de este personalísimo artista noruego:
El primero de ellos es el
hieratismo o
inexpresividad característico en sus personajes. Si los ojos son la principal fuente expresiva humana, lo primero que hace Jason es “vaciarlos” en el sentido literal (es decir, en el dibujo en sí) y simbólico (ya que los ojos sin dibujar quedan vacíos de toda expresión). No hay pupilas ni iris definidos en sus personajes, sino un gran vacío blanco e inexpresivo. A esto hay que sumarle que ninguno de ellos ríe o llora ni expresa nada más allá de algún esfuerzo o sorpresa ocasional. Lo que se consigue con ello: que el lector vuelque sus propias emociones en la obra y ponga en ella lo que los personajes no ponen.
El segundo es el uso constante de los
silencios y la
parquedad de palabras. Este es un recurso que, combinado con el anterior, logra crear una atmósfera ciertamente triste, pesimista y cínica muy en sintonía con el espíritu nórdico del que, sin duda, forma parte Jason. No es que no haya lugar para emociones bonitas o positivas, pero desde luego estas se muestran de un modo crudo y directo, para nada edulcorado en un intento de búsqueda de la sonrisa o lágrima fácil. Por otro lado, esta manera de trabajar haciendo obras cuasi mudas permite a Jason narrar y expresar casi todo con imágenes, dejando que el lector cierre la mayor parte de los mensajes, chistes y moralejas de la historia. Jason no trata al lector como un impedido mental y exprime los medios que el cómic pone en sus manos para divertirnos, hacernos sentir e incluso pensar de una forma activa y no meramente pasiva.
Y por último, destacar el uso magistral de las
elipsis temporales y el
cerrado que hace Jason tanto en esta, como en el resto de sus obras. Como bien nos enseñó Scott McCloud en “Entender el cómic”, el cerrado es la gramática básica del arte secuencial. El espacio entre viñetas es rellenado mentalmente por el lector para dar movimiento y dotar de vida a las secuencias narradas en un cómic. El lector es el que “cierra” las acciones descritas en las viñetas haciéndolas parte de una secuencia. Es decir, sin la mirada (lectura) del lector, las viñetas son solo ilustraciones estáticas. Con la mirada (lectura) del lector, estas viñetas se convierten en parte de una secuencia que dicho lector completa mentalmente, llegando a visualizar hasta lo no representado en el espacio entre viñetas. En los cómics de Jason, en el paso de una viñeta a otra puede haber transcurrido un instante, minutos, horas o años. Es el lector el que interpreta la elipsis temporal simplemente con la imagen que ve y su contraposición con las imágenes anteriores y/o posteriores. Esto permite a Jason crear chistes visuales de lo más sutiles e ingeniosos y transmitir mensajes que el lector debe captar por sí mismo, pero siempre de un modo muy planificado y bien representado en la página, sin quedarnos con la sensación de “no haber pillado la broma” en ningún momento.
Por mi parte, no puedo más que recomendar la lectura de
“Yo maté a Adolf Hitler” (ganador del Premio Eisner 2008, elegido como uno de los mejores libros de 2007 por Publishers Weekly y nominado a los premios Esenciales del Festival de Angoulême 2007) recurriendo a ese socorrido tópico de no tener palabras para expresar lo grande que es dicha experiencia. Puedo contar con los dedos de una mano los cómics que pondría a la misma altura de esta obra de Jason y lo digo literalmente, sin exagerar lo más mínimo. He perdido la cuenta ya de las veces que lo he regalado y jamás ha decepcionado a nadie, fuesen los receptores lectores habituales de cómic o no. No es un cómic barato, cierto. Pagar la friolera de 12 euros por 48 páginas parece mal negocio de primeras, máxime cuando este tío resulta que apenas escribe textos y sus cómics se leen en un suspiro. Pero si lo que valoramos es la relación calidad/precio, la cosa cambia y mucho. Porque cómics como este hay pocos, por no decir ninguno, y bajo esta óptica “Yo maté…” pasa a ser una auténtica ganga, una oportunidad que no deberíais dejar pasar por nada del mundo. A fin de cuentas, la sonrisa que esbozaréis tras su maravillosa última página es algo que vale infinitamente más que el precio marcado por la editorial.
Más JasonSi tras hacer esta lectura vuestras ansias de Jason no han quedado colmadas (cosa que sería de lo más normal), tenéis más obras de este autor que merecen muchísimo la pena. Yo diría que todas sus obras la merecen sin excepción, pero por hacer una selección afín al título aquí reseñado destacaría las siguientes:
(NOTA: Todos los trabajos de Jason, salvo alguna historia corta como la de Spiderman publicada en el “Relatos extraños Marvel” de Panini, han sido publicados por Astiberri en nuestro país)-
“El gato perdido”: Su única historia larga hasta la fecha. 160 páginas de Jason en estado puro. “El gato perdido” es la obra de este autor que recomendaría siempre junto a “Yo maté a Adolf Hitler” si solo pudiese escoger dos títulos. Magistral.
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“¿Por qué haces esto?”: Relato que homenajea el cine de Hitchcock, con una historia tensa, hipnótica e impactante y con un giro final muy en la línea habitual de Jason.
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“No me dejes nunca”: Hemingway, Joyce, Fitzgerald son… ¿autores de cómic? Sí, y unos marroneros de cuidado también. La secuencia final es una joya en sí misma.
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“El último mosquetero”: ¿Dónde acaban los héroes olvidados? ¿Se olvidan ellos de lo que fueron o están condenados a perseguir el honor y la aventura hasta el fin de sus días? El último de los tres mosqueteros retoma su vida de justiciero para ofrecernos el relato más desenfadado y humorístico de Jason, un trabajo poco valorado generalmente dentro de su bibliografía, pero que es una auténtica delicia y una gran obra a reivindicar.
Y no te pierdas... ... la
excelente reseña del cómic realizada unas páginas más hacia delante (sí, aquí también viajamos en el tiempo) por nuestro amigo
oskarosa.