El día que David tuvo la gentileza de invitarme a este proyecto, me pidió que centrara mis textos en DC. En un primer instante pensé que quizá sería la oportunidad de escribir sobre muchos cómics con los que había disfrutado en el pasado, y que no había tenido la ocasión de compartir con el foro. El primero que surgió en mi mente fue Watchmen. No podía concebir una lista de las grandes obras de la Distinguida Competencia sin hablar de la más grande de todas. Pero, claro, ¿quién no ha oído hablar de Watchmen? ¿Quién no conoce a Alan Moore y Dave Gibbons? Parecía un esfuerzo estéril. A lo largo y ancho de un mundo globalizado, gracias a Internet, es fácil encontrar a un articulista mejor dotado que yo para exponer las virtudes de una de las obras más importantes del siglo pasado. Por lo tanto, aparqué la idea en lo más recóndito de mi mente por un tiempo. Ahora, pese a que no he visto entrar en mi habitación ninguna mujer de curvas voluptuosas, engalanada con un traje vaporoso, que pose su mano en mi hombro, creo que ha llegado el momento de afrontar el reto.
WATCHMEN
A mediados de la década de los ochenta, Alan Moore se encontraba escribiendo la serie regular de La Cosa del Pantano. El propio autor asegura que el ritmo de una colección mensual le había obligado a escribir a un ritmo endiablado, el cual no dejaba espacio para la planificación. A lo largo de dicha etapa, el barbudo de Northampton había formulado varias ideas sobre las posibilidades del cómic americano y estaba deseando ponerlas en práctica. De ese modo, cuando la editorial le pide que escriba algo más que el número mensual de la Cosa del Pantano, acepta sin pensárselo. Considera que es la oportunidad perfecta para construir algo desde los cimientos. Además, aprovecharía para trabajar con Dave Gibbons, un viejo conocido del semanal británico 2000AD, con el que había disfrutado mucho realizando varios números de “Future Shocks”.
La idea de Moore necesitaba de una libertad creativa total, teniendo en cuenta los planes que tenía para muchos personajes. Originalmente pretendía utilizar a los protagonistas de la línea de superhéroes MLJ de Archie Comics, los
Mighty Crusades. Posteriormente, el autor pensó que como DC había adquirido los derechos de Charlton Comics, podía trasladar el concepto a los personajes de la difunta línea. Sin embargo, Dick Giordano lo convenció para que utilizara protagonistas de su propia creación, ya que estos héroes se estaban integrando de forma paulatina al Universo DC. No obstante, los personajes de la obra estarían ligeramente basados en los de Charlton: Dr. Manhattan está inspirado en el Capitán Átomo; Rorschach se basa en la Pregunta; y Búho Nocturno en Blue Beetle. De ese modo, Moore dejaba una pequeña referencia/homenaje a la idea original. Además, demuestra su cariño y respeto por el pasado de un género que él pensaba que se había estancado con el paso del tiempo. El concepto se había encorsetado por la rigidez de la continuidad, la cual no permitía un desarrollo creativo. Esto es lo que provocó que Watchmen fuera concebida como una historia que tendría lugar en un mundo alternativo, alejado de las normas que existían en el Universo DC de la época, permitiendo que los autores crearan una historia de superhéroes totalmente diferente.
Analizando la obra con la perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido, es obvio que los autores consiguieron su objetivo. De hecho, lo superaron con creces. Watchmen no es solo una historia de superhéroes atípica para la época, sino que es la historia de superhéroes que revolucionó el género; una que no ha envejecido ni un ápice. Además en un tiempo récord. El propio Moore se quejaba de las tediosas sesiones de firmas poco tiempo después de acabar la obra. Incluso hubo un importante despliegue de
merchandising con el famoso
smiley, una gama de figuras y un juego de rol. Curiosamente, todo aquello cogió por sorpresa a los propios autores, que a medida que avanzaban con su creación no eran conscientes de la obra que estaban concibiendo. Lo que había comenzado como la historia de una versión más cínica y barroca de la Liga de la Justicia de América, se había convertido en una deconstrucción del superhéroe que marcaría un hito. Un espejo en el que cualquier autor que quisiera aportar algo al género debía mirarse. Sin duda alguna, habían conseguido crear la historia de superhéroes definitiva.
Si hay algo que me parece destacable de Watchmen es que su lectura tiene dos niveles. La primera es una historia relativamente simple en la que todo gira en torno a la muerte de un antiguo superhéroe. La intriga sobrevuela gran parte de la obra en una interesante trama en la que se plantean cuestiones morales y políticas. Obviamente, esto no es más que una lectura superficial, pero no deja de ser también una buena lectura en ese aspecto. La segunda lectura nos lleva a un mundo de simbolismo, en el que debemos profundizar a través de relecturas y en la que el lector deberá poner un poco más de su parte. Moore ofrece la posibilidad al lector de ser cómplice de su planteamiento y que se sumerja en una ingente cantidad de referencias culturales, pensamientos filosóficos y existenciales, crítica al género y, por supuesto, mucho respeto por él. A pesar de que a día de hoy parece sentir un odio visceral hacia los superhéroes, y la manera en que lo tratan en las editoriales actualmente, Alan Moore demostró que en algún momento de su carrera sentía cariño por ellos y los hizo evolucionar como nadie. Cualquier rasgo de evolución que se observe en el género en los últimos treinta años es en gran parte debido a las obras de Moore con los superhéroes. Dos ejemplos muy claros son Miracleman y Watchmen. Todos los grandes autores del género han bebido en mayor o menor medida de ambas obras. Al menos aquellos que han intentado dar un paso hacia delante.
Una de las grandes características de la obra es su innovadora narrativa. Moore utiliza la primera persona como herramienta y elude los bocadillos de pensamiento. Además, evita la estructura lineal para desarrollar secuencias en paralelo, narrando hechos diferentes que se acaban relacionados entre sí. También se incluye una historia dentro de otra, a través de “Relatos de un navío”, un cómic que lee uno de los personajes secundarios, constituyendo un ejemplo de metaficción posmodernista; una forma de literatura autorreferencial que trata los temas del arte y los mecanismos de la ficción en sí mismos. La historia narra los intentos desesperados de un náufrago para regresar a casa y advertir a su familia de la inminente llegada del Navío Negro, un barco pirata tripulado por las almas de los muertos. La idea de un cómic de piratas fue concebida por Moore porque Gibbons y él pensaron que en la historia de Watchmen los superhéroes forman parte de la vida cotidiana de los ciudadanos, por lo tanto, estos probablemente no estarían interesados en absoluto por los cómics de superhéroes. Gibbons sugirió la idea de un tema de piratas, con lo que Moore se mostró de acuerdo al ser un gran fan de Bertolt Brecht, un dramaturgo y poeta alemán creador del teatro épico. “Navío Negro” alude a la canción
Seeräuberjenny, de la obra con libreto de
Brecht Die Dreigroschenoper (La ópera de los tres centavos), una famosa obra teatral durante los años treinta en Alemania. A modo de guiño, se le adjudica la autoría del relato a Joe Orlando, un famoso dibujante de cómics americano.
El título de Watchmen hace alusión a la frase “quis custodiet ipsos custodes?”, una locución latina del poeta romano Juvenal, en diversas ocasiones traducida como “¿Quién vigilará a los vigilantes?”, “¿Quién guardará a los guardianes?” o “¿Quién vigilará a los propios vigilantes?”, entre otras (en inglés “
who watches the watchmen?”). En el uso moderno, la frase se emplea para definir el problema genérico de cómo controlar a los que controlan un determinado entorno, asociándola frecuentemente con la filosofía política de Platón y el problema de la corrupción política, pero la fuente original no tiene ninguna conexión conocida con Platón o la teoría política. Pertenece a la Sátira VI del poeta Décimo Junio Juvenal (siglo I - siglo II). La composición trata acerca de las mujeres. En su contexto original, la cita alude a la dificultad de forzar a la mujer a tener un comportamiento moral adecuado debido a la corruptibilidad de los hombres que la custodian. Aquí tenéis el texto original y su correspondiente traducción:
Audio quid ueteres olim moneatis amici,
“pone seram, cohibe”.
Sed quis custodiet ipsos custodes?Oigo lo que me aconsejáis desde hace tiempo mis viejos amigos:
“Echa el cerrojo y mantenla encerrada”.
Pero ¿quién vigilará a los propios vigilantes?
Juvenal muestra en sus sátiras los vicios de la sociedad de la Antigua Roma. Por su parte, en Watchmen los autores se centran en exponer las debilidades de los superhéroes enmascarados, lo que contrasta con el enfoque tradicional de la mayoría de los cómics. Otro ejemplo más de lo trasgresor que fue Moore en esta obra.
Otra de las grandes características de la obra reside en el realismo con el que se aborda el mundo de los superhéroes. Uno de los motivos por lo que Watchmen supuso un antes y un después dentro del género. Curiosamente, esta innovadora forma de representar al héroe tuvo sus connotaciones negativas, ya que la gran mayoría de los autores que quisieron imitar a Moore se quedaron en la superficie. No supieron ir más allá de la rudeza y violencia del planteamiento, provocando que en los noventa se impusiera una moda que desestabilizó el medio. Posiblemente por esos dos niveles de lectura que comentaba al principio. Y es que esta obra encierra una complejidad tal que necesita de un lector maduro. Si bien es cierto que es una obra concebida para un público juvenil, se presta a ser objeto de relecturas en las que el lector observará como la obra encierra secretos que no había descubierto en su anterior lectura. Así podremos comprobar que el tiempo no hace mella en Watchmen, manteniendo la frescura del primer día. Estamos ante una obra inmortal que merece ser revistada cada cierto tiempo, porque entonces la disfrutaremos más.
Watchmen trata temas profundos y filosóficos a traves de sus personajes. Por ejemplo, tenemos a Ozymandias, un megalómano con una visión utilitarista que está en las antípodas del villano clásico. Moore da una vuelta de tuerca al concepto de la dominación mundial y las motivaciones para ella. Por otro lado, el Dr. Manhattan sirve para poner encima de la mesa temas como la mitificación del superhéroe o la guerra nuclear. El Comediante y Rorschach aportan diferentes reflexiones sobre la moralidad o el comportamiento nihilista. Esto solo son algunos de los ejemplos que sirven para ilustrar las diferentes capas que ofrece la obra si el lector se atreve a profundizar en ella. Sin duda alguna, uno de los aspectos más interesantes de la misma.
Por último, me gustaría resaltar algunas de las alusiones culturales más significativas que podemos encontrar en Watchmen. La principal y más reconocible es el smiley de cara sonriente que suele ser utilizado como símbolo del
merchandising y como portada de los recopilatorios. Se encuentra diseminado por toda la obra esperando ser descubierto por el lector más atento. Se trata de un icono nacido en 1963, que sería popularizado en 1970 por los hermanos Murray y Bernard Spain, que lo utilizaron para vender tazas de café, camisetas, pegatinas para los parachoques y muchos otros artículos novedosos en la época. Durante la década de los ochenta sería adoptado por la música dance acid house, sobre todo en el Reino Unido.
Por otro lado, en las cubiertas originales aparecía un reloj que adelantaba un minuto por número hasta las doce en punto. Esta es una referencia al Reloj del Apocalipsis, que aparece en la publicación
The Bulletin of the Atomic Scientists de la Universidad de Chicago y que es un símbolo creado para alertar a la sociedad de los peligros de las armas nucleares. El fin de la civilización y las teorías conspirativas es un tema muy presente en la obra, quedando patente más aún si cabe con esta referencia.
A lo largo del capítulo titulado “Aterradora simetría”, podremos encontrar un póster del álbum “Aoxomoxoa”, cuyo nombre, si nos fijamos bien, es un palíndromo, perteneciente al grupo de rock Grateful Dead. Dado el interés de Moore en la estructura narrativa, en la magia y en la historia del Reino Unido, es muy posible que sea un homenaje al libro
Fearful Symmetry: A study of William Blake, escrito en 1947 por Northrop Frye, un brillante teórico y crítico literario. En el libro, Frye revela el sistema oculto en el que se basan las obras de William Blake, bajo la influencia del poema de John Milton titulado “El paraíso perdido” y de la Biblia.
Se incluyen otras referencias culturales en la obra. Por ejemplo, entre los objetos que se ven en el suelo de la casa de Hollis Mason se encuentra un ejemplar de la novela
Gladiator, de Philip Wylie, considerada como una fuente de inspiración en la creación de Superman. También hay varios anuncios, e incluso comentarios, respecto a la película
The Day the Earth Stood Still de 1951. Además, Nova Express, la revista de Veidt que acusa al Dr. Manhattan de provocar cáncer, es el título de una novela de William Burroughs. Como podéis ver, Moore mima hasta el último detalle en una obra que, de alguna forma, marcaría un estilo referencial que utilizaría en posteriores trabajos.
Más allá de los fríos datos y las curiosidades que encierra Watchmen, estamos ante una obra que supuso la revolución del género. El éxito cosechado rompió barreras provocando que se convirtiese en una obra que dignificaba el medio (aunque es algo que no fuese necesario), sirviendo de ejemplo para demostrar que el género de los superhéroes puede evolucionar si se le permite salir del corsé al que se le ha sometido durante décadas. Tenemos frescura, innovación y una puerta abierta hacia un futuro prometedor que quizá el género no estaba preparado para asumir. Todo esto y mucho más podemos encontrar en Watchmen, una obra imprescindible para aquellos que se consideren aficionados a la lectura, de los cómics o de cualquier cosa, dispuestos a llevar el entretenimiento a otro nivel.
Alan Moore afirmó que con esta obra se despedía de los superhéroes para siempre. Aunque no sería cierto del todo, sí que sería su última gran obra para el género. A partir de ese momento, el barbudo de Northampton se dedicó a explorar otros géneros, desligándose de las grandes editoriales y continuando su escalada de éxito. Atrás dejaba una revolución que comenzó con una simple pregunta: ¿Quién vigila a los vigilantes? Una cuestión que solo el lector debe responder.